Seguridad en altitud de crucero

SALUD EN EL ANTROPOCENO. Por María-Trinidad Herrero Ezquerro.

Viajar es una de las actividades más reconfortantes en tiempos de asueto, máxime en el siglo XXI. En la actualidad, el transporte cómodo se ha democratizado y a precios que antaño eran inasumibles. Como el transporte aéreo es el más veloz, hay que tomar precauciones ya que estos medios de transporte nos colocan en pocas horas al otro lado del mundo y en circunstancias muy diferentes al medio ambiente de nuestro entorno habitual.

En los viajes, usamos los asientos, los baños y la atmósfera que han previamente utilizado personas anónimas. Personas que desconocemos y que pueden proceder de lugares lejanos o de situaciones complicadas bien sean sociales, educativas o de salud. No debemos olvidar que la experiencia con la Covid-19 nos ha enseñado que las fronteras arbitrarias entre países no son barreras para los gérmenes, que se transportan rápidamente e infectan a millones de personas.

Existen evidencias de que tras vuelos transcontinentales o aquellos de más de 5 horas de duración, aunque se renueve el aire, los gérmenes permanecen en concentraciones suficientes para ser medidas

Los aviones se desplazan en altitud de crucero a unos de 10.000 a 12.000 metros de altitud, por encima de la tropósfera, muy por encima del límite de la cumbre del monte Everest, de casi 9.000 metros de altitud. Aunque siempre nos quejamos del limitado espacio, de la compañía que nos toca al lado, de la comida, de los retrasos y de la pérdida o destrozo del equipaje, nuestros niveles de satisfacción se adaptan de forma positiva a la realidad por las ventajas de velocidad.

Pero, ¿qué hay de los procesos de desinfección y de las habituales medidas de precaución? Los especialistas infieren que, si la pandemia hizo que se adoptaran hábitos de prevención de la transmisión de gérmenes, éstos deberían quedarse para siempre. Por ello, están proliferando estudios realistas que, sin alarmar y, basados en resultados científicos, nos hacen reflexionar y nos animan a adoptar medidas higiénicas básicas que nos protejan.

Las historias sensacionalistas de la proliferación de gérmenes en los aviones no se deben tener en cuenta, ya que no son más abundantes que los encontrados en el metro o en otros medios de transporte público o incluso en las clases de los institutos. Sin embargo, lo cierto es que cada avión tiene su propio microbioma que es diferente al de otros aviones similares y con trayectos análogos. Asimismo, existen evidencias de que tras vuelos transcontinentales o aquellos de más de 5 horas de duración, aunque se renueve el aire, los gérmenes permanecen en concentraciones suficientes para ser medidas. Por ello, los filtros del transporte aéreo deben ser de alta seguridad, como los utilizados en los quirófanos.

Las comunidades bacterianas en los aviones provienen esencialmente de la boca o de la piel de los pasajeros y campan a sus anchas a 20000 metros de altitud. Las bacterias prefieren alojarse en espacios concretos que deberíamos tener en cuenta para preservar nuestra seguridad: las hebillas de los cinturones de seguridad, las bandejas de las mesas y las manillas de los lavabos. La cuestión aérea radica en que los espacios son limitados, la proximidad entre las personas es estrecha y que está aumentando la resistencia de los gérmenes. Por ello, los investigadores recomiendan no perder la costumbre de llevar siempre un bote o un tubo de gel hidroalcohólico, limpiarse las manos con frecuencia antes de comer y evitar tocarse la cara y la boca. No obstante, no debe asustar la posibilidad de infectarse en un medio aéreo porque algunas de las bacterias no son peligrosas.

Igualmente, el famoso estudio “Volar Saludablemente” ha concluido que, si durante el vuelo, algún pasajero sufre gripe y tose con frecuencia, no es directamente contagioso para todos los pasajeros. Aquellos que estén sentados más de una fila por delante o una fila por detrás o que estén más de dos asientos en lateral no tienen riesgo de infectarse. Disfruten de la altitud de crucero, pero no olviden que las precauciones nunca están de más.

María Trinidad Herrero.

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