ETIMOLOGÍAS. Por Santiago Delgado.
Siempre me fascinó ese nombre tan poco castellano, con esa y griega al final, como los nombres extranjeros, que siempre huyeron de la escritura fácil y silábica, tan española. Me honraba yo de tener un topónimo de tan aguerrida escritura cerca de Murcia, donde nací y me crie.
Bueno, pues Verdolay es un fitónimo; o sea, nombre proveniente de planta. Como es fácil de apreciar, la raíz viene de verde, del color verde, que se halla presente en el vocablo. Seguro que muchos conocen a la verdolaga. Esta planta, también llamada aulaga, a secas, es muy eupéptica: es decir, le va bien al estómago y al intestino. O sea, es la mar de digestiva. Miren, en tiempos históricos llevar mal las digestiones era algo la mar de común: alimentos mal conservados, desconocimiento de la higiene en los alimentos, etc.; ya me entienden. Bueno, la aulaga o verdolaga era mano de santo, tanto con el estreñimiento como con la colitis común. Un alivio, vaya. Y se utilizaba.
Me honraba yo de tener un topónimo de tan aguerrida escritura cerca de Murcia, donde nací y me crie
Así las cosas, no es sorprendente que a un sitio donde abundaban las aulagas le pusieran el nombre de la citada planta. Pero el nombre no es latino, ni árabe, es mozárabe. Lo cual le da un plus de interés. Verdolay es la mixtura de verde, pero traída por los romanos de Escipión, no por los castellanos de Alfonso X; y aulac, del árabe. Es de suponer que esa “c” final fuera más “ch” que otra cosa. Y los mozárabes decidieron abreviarla en una simple cerrazón de sonido. Sobre todo, al escribirla. Y de ahí, a hoy, pues eso: Verdolay.
Los lugareños dicen “El Verdolay”, y a mí me suena como me suenan otros nombres camperos: “El Prao”, “La Huerta”, “El Llano”, y eso. Y no me reproduzco en el cacumen nada de esto que estoy diciendo. El Verdolay es el Verdolay, y ya está. Hoy es una zona residencial de alto copete para el conocimiento general de las cosas que tienen los murcianos. En el Verdolay tienen un yacimiento ibérico y un sepulcro cristiano de temprana edad. O sea, que poseen buena prosapia histórica. El valle era impracticable, por las avenidas anuales y las riadas quinquenales. Y las gentes iberas y romanas se quedaron al abrigo del monte, cerquica de los manantiales que entonces había y con las verdolagas a mano por si una indisposición digestiva.
Yo me imagino a un siervo de aquel entonces recolectando aulagas, perdón, verdolagas, por alguno de aquellos desmontes, para el amo. Me lo figuro haciendo una parada y, tras erguirse y rascarse la nuca, pensar, mirando al valle:
– ¡Coño, cuánto queda aún para ver la Torre de la Catedral!