Amor en tiempos de hospitales

CICUTA CON ALMÍBAR. Por Ana María Tomás.

Un venerable anciano octogenario entró apresuradamente en la habitación compartida del hospital. No pareció ver a nadie salvo a su mujer, al menos obvió todo saludo reglamentario hasta después de haber cubierto de besos la cara postrada de su esposa. Solo entonces reparó en los acompañantes de la otra enferma que compartía habitáculo y saludó amablemente tras excusar sus modales. Los “acompañantes” no sólo sonreímos, sino que quedamos ¿sorprendidos? del amoroso gesto del anciano. A él acababan de darle el alta médica tras haber pasado toda la noche en urgencias estabilizándole sus problemas pulmonares y cardiacos. Su mujer seguía ingresada en planta en un sinvivir continuo de pensar que no podía estar cuidando de su marido como llevaba haciendo más de sesenta años.

Mirarles cómo se miraban con las manos enlazadas mientras sus hijas se repartían sus cuidados era una de las escenas más tiernas y amorosas que dos seres humanos pueden ofrecer.

Dicen los científicos y los estudiosos de la psique humana que el amor es un acto de voluntad, que cada día se elige amar, que es una elección libre pero elección, a fin de cuentas, el seguir o no con la persona elegida

Dicen que la pasión, científicamente, dura dieciocho meses, que el amor no es eterno, que los príncipes se convierten en ranas, que los rollitos de primavera se convierten en cerdos agridulces, que los cuentos con final feliz solo son cuentos chinos, que nada es para siempre y que las relaciones humanas son como los pañuelos de papel: de usar y tirar… pero una cosa es la teoría que llena páginas de enfrentamientos entre matrimonios, y otra cosa es la práctica. O… puede que también sea la práctica habitual las desavenencias matrimoniales y que ellos -como otros muchos- sean la excepción que confirma la regla.

Estoy segura de que muchos de ustedes conocen casos similares cuando no sean uno de ellos, lo que ocurre es que el amor es igual que las carretas: cuando van de vacío producen mucho más ruido que al ir llenas. Podrá haber parejas que aviven y mantengan su amor, a lo largo del tiempo, en la salud y  en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, en las penas y en las alegrías… y lo harán sin ruido, serán ejemplo y espejo para los más cercanos, pero sin alharacas. Y habrá otras que, desgraciadamente, cuando venga la enfermedad, el paro -dicen que cuando la pobreza entra por la puerta el amor sale por la ventana-, o las penas…, por mucho que lo intenten, no lograrán encontrar puntos de apoyo común y terminarán como el rosario de la aurora. Dicen, también, los científicos y los estudiosos de la psique humana que el amor es un acto de voluntad, que cada día se elige amar, que es una elección libre pero elección, a fin de cuentas, el seguir o no con la persona elegida. Solo así se puede entender que haya matrimonios que duren apenas unos meses y otros que sean eternos.

Sí, podrá haber “amores eternos que duren lo que dura un largo invierno”, pero hay amores que duran mil primaveras. Y yo me pido este último.

Ana María Tomás. @anamto22

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