UNAS LÁMPARAS CON LEYENDA

ARS CASINO. Por Loreto López.
Cuentan que en 1886 una delegación de miembros de la junta directiva del Casino de Murcia viaja a París, con intención de adquirir unas grandes arañas para dotar de iluminación al Salón de Baile de la entidad, cuya decoración estaba casi a punto de concluir, y así poner un broche acorde con la magnificencia de la estancia.
Hay constancia de que en el corto periodo de tiempo que estuvo en la presidencia del Casino D. José Cayuela Ramón (del 18 de abril de 1886 al 25 de octubre del 87), interesante personaje del que en algún otro capítulo hablaremos, se realizó la compra a mediados de diciembre en la prestigiosa casa de Ms. Charlier y Jean de París; lo que no podemos asegurar es la historia que envuelve a estas lámparas, según la tradición oral, que narramos a continuación.

Al parecer llegaron los compradores en un momento en que las fastuosas luminarias llevaban ya un largo tiempo esperando ser adquiridas, pues habían sido un encargo del infortunado archiduque Maximiliano de Habsburgo-Lorena, tras su nombramiento como Maximiliano I de México en 1864, que con su efímero y desgraciado final, apenas tres años después, habían quedado sin dueño.
Hasta aquí la leyenda, quizás reforzada por los vendedores gracias a los grabados que circulaban en su día, inspirados en el cuadro del pintor italiano Cesare Dell’Aqua, que representa al archiduque recibiendo a la delegación mexicana, donde puede contemplarse una lámpara del palacio austriaco que en nada tienen que envidiar las nuestras.


Se estrenaron en febrero de 1887 con una fiesta de máscaras. Fue un gran evento del que la prensa se hizo eco con todo lujo de detalles


Ofrecimiento a Maximiliano de Austria del trono de Mexico 1863. Cesare dell’Acqua.

De ser verdad, es evidente que el gran volumen del encargo no habría hecho fácil su reubicación, pues estas cinco suntuosas piezas necesitaban de un salón acorde con su enorme tamaño, quizás un poco excesivo incluso para nuestro Salón de Baile, amén de que quizás los vendedores vieron que aquellos “novedosos aparatos de gas”, pues tal era su fuente de energía, pronto quedarían obsoletos ante el empuje de la iluminación eléctrica, que ya por entonces parecía querer imponerse; pero sin duda era una oportunidad que se les brindaba a nuestros paisanos para adquirir, a buen precio y con ventajosas condiciones de pago, aquellas espléndidas luminarias y así lo hicieron.

Lo cierto es que antes de finalizar aquel año ya se había satisfecho el primer pago de los tres acordados, con el abono de 5.000 francos, y en febrero del siguiente ya se estaban empezando a colocar para asombro de los murcianos, que en los diarios seguían todo el proceso con gran interés.

El domingo 20 de febrero de 1887 se estrenaron oficialmente con una fiesta de máscaras, que sin duda fue el gran evento de aquellos carnavales y de la que la prensa se hizo eco con todo lujo de detalles:

…En cada uno de los ángulos del salón hay una araña y en el centro otra. Son parecidas, simétricas, aunque no iguales. La del centro es monumental; es la mayor. Tiene unas 200 luces. A pesar de su tamaño es ligera, graciosa, diáfana. Parece formada por sartas de pedrería enlazadas con tallos y hojarasca de oro. Tiene, en fin, sobre sus primores, sobre los detalles de exquisito gusto y sobre las pequeñeces acabadas, una cualidad que no tiene casi ninguna araña, que es que alumbra y no oscurece. Las otras cuatro tienen las mismas condiciones, completándose perfectamente las cinco… (Diario de Murcia del 22 de febrero de 1887).

El relumbrón de cientos de luces, con el fulgor del vidrio de Baccarat…o de Daum, o de Saint-Louis, casi imposibles de distinguir en la belleza y calidad de sus productos, era a su vez multiplicado en los numerosos espejos del Salón y los dorados de las paredes, digno del más fastuoso espacio palatino, lo que debió sin duda asombrar a la multitud de personalidades que se agolpaban en el evento del año. Aunque esto es algo que a día de hoy, acostumbrados como estamos al espectáculo lumínico, no nos deja impasibles.

Esta iluminación a gas no fue precisamente benéfica para las recién inauguradas pinturas del techo, que en su última restauración se nos mostraron con el oscurecimiento propio de los efectos del humo acumulado durante años. El cambio a la luz eléctrica supuso un gran alivio en este sentido, pero de todo ello hablaremos en el siguiente número.


Loreto López. Restauradora.

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