Etimologías, por Santiago Delgado.
Voy a empezar por el final, que es manera sutil de terminar antes. Te quitas la ansiedad de acabar, cosa que yo desconozco. Bueno, pues ahí va: Marfagones significa, en el fondo de los tiempos, valle fecundo. ¡Toma ya! Es otro topónimo proveniente de apellido de mortal asentado en el terreno, como Lo Pagán, Lo Ferro, y así. Lo de Molinos ya lo entienden sin etimólogo de cabecera.
Bueno, pues un paisano de Teruel apellidado Balfagón coge, agarra y se viene a Cartagena. Pilla un sitico allá al noroeste de la ciudad de Asdrúbal y se planta. El hombre es industrioso y vive de almacenar y distribuir cosas, incluso pertrechos militares. Al final, algún sucesor suyo levanta molino, cuando la fiebre molinera del Campo de Cartagena. Oseasé, desde finales del XVIII y gran parte del XIX. Se ve que este turolense construye unos cuantos aspados, y ya tenemos lo de Molinos, en plural. Lo de Marfagones es más trajinoso. Todo lo perpetran los escribanos. A uno, muy temprano, le da por escribir lo que se pronuncia: la “b” en lugar de la desconocida, salvo en la ortografía, “v”. Y ya tenemos Bal. Porque partíamos de Vallis Fecundus. Hay que llegar a Balfagón. Qué pereza desandar ese camino. La última silaba de vallis simplemente la obvian, porque la abreviatura val (valle) es muy conocida. En todo el territorio de Sureste de España, la “l” y la “r” son primas hermanas que se intercambian mutuamente sin permiso. Y, casi inmediatamente, la B inicial la cambian en m, porque Mar/Mal suena a conocido. Bien, vamos con fecundus. La “a” de Mar contamina a la “e” de fecundus. Porque al pueblo le da la gana, que es la causa principal del devenir etimológico. Los filólogos, a callar y acatar. Punto. Etimología popular llaman a eso.
Y llegamos a Marfagón. Pero, resulta, o lo parece, que la familia era numerosa. Y, entonces, a meter el plural. Como en Los Urrutias y otros casos que al cronista le da pereza buscar. Ya tenemos (Los) Molinos (de) Marfagones. Pero el mismo pueblo decide perfeccionar su producto, y va y quita las partículas. Ya está. De Vallis Fecundus a Marfagones. Y al que no le guste, que se rasque. Claro, todo sucede luego de que los Balfagón van dejando de comparecer por el gran teatro de la vida y eso. No hay nada como desaparecer para que tu nombre mute y cambie hacia horizontes fonéticos desconocidos. Se le llama Selección Natural de las Especies (toponímicas), asunto que, referido a los animales, descubrió el español Félix de Azara, y no un inglés de cuyo nombre no quiero acordarme.
Un aplauso para aquel primer Balfagón que llegó ya con el nombre original en proceso de cambio acelerado.