Por Santiago Delgado.
Pues no, Caprés, el bonito nombre de la pedanía de Fortuna, no tiene nada que ver con cabras. No sé si ha habido o hubo cabras salvajes en la Sierra de la Pila. Ni tampoco tiene que ver con ningún santo de cáprido nombre. Nunca hubo monasterio de San Caprasio en aquellos apartados parajes. Habría algún resto. Ni es árabe el nombre. No, tampoco íbero. Es catalán. O, mejor, oriundo de ese idioma. Es catalán castellanizado. En catalán, alcaparra (tápena en castellano tomado al árabe) se dice caper. Caper, en plural, es capers. Y Capers denominaron al lugar catalanohablantes venidos seguramente de Abanilla. Don Guilhem de Rocafull fue noble catalán que acompañó a Jaime I el Conquistador en la toma de Murcia, en 1266. El rey aragonés le confirió Abanilla. Rocafull era, o debió ser, un señor feudal de tomo y lomo. Se trajo mesnada, con toda la pesca guerrera de entonces, tropa auxiliar, cantineras, soldaderas, matronas, críos, doncellas, y eso. Bueno, algunos de ellos salieron en busca de lugar en el que asentar su casal, que se dice en catalá. Y, hete aquí, que dieron en Caprés.
-Oye, ¿has visto? mogollón de tápenas aquí, tú. (Claro, lo dirían en catalán payés; pero me da pereza traducirlo)
Y nada, que se quedaron allí. Había agua, pinos y algunas cosas más. No, paleras no había aún. Hoy sus laderas están llenas de higos de pala; pero habría que esperar a que los chicos de Colón trajeran de México las tales paleras. Sí.
-¿Y cómo llamamos a este sitio que ya es nuestro?
Y lo llamaron Capers. Alcaparras o Tápenas. Les dio pereza, como a mí, buscar el derivado correspondiente: “Tierras de alcaparras”. “Alcaparrería”. O lo que fuese. Y dejaron al sustantivo plural: Capers (Alcaparras).
Con el tiempo, los antaño catalanohablantes se fueron castellanizando, y sus hablares también. Qué remedio. Y empezaron a ver ajeno eso de pronunciar el grupo “rs” al final de palabra. Ni en medio siquiera, se dijeron. Hasta que algún filólogo entre ellos, filólogo sin máster, ni ná, pero con mucho espíritu de tal, acertó:
-¡Caprés, lo que buscamos es Caprés! No le deis más vueltas.
A todos les pareció bien, y cuando vinieron los geógrafos y agrimensores a preguntar, les dijeron que Caprés. Es bonito nombre, fitónimo que dicen sabios. Y no viene de cabra, ni de San Caprasio alguno de la cristiandad antigua de Italia.
En Caprés de Enmedio tienen la Ermita de San Jerónimo. Buen gusto el del cura que eligió al santo. De Caprés, sus higos chumbos y su arroz con conejo. Con ensalada que lleve tápenas, claro. Amén.