CONTRA CASI TODO. Por José Antonio Martínez-Abarca.
Por supuesto que creo en los llamados milagros. Los milagros son una ciencia exacta, lo que pasa es que aún la ciencia no les ha encontrado explicación. Paco Umbral escribía que en España hablábamos del «milagro alemán» porque nosotros a trabajar lo tenemos por un milagro. Ya sin ironía, lo cierto es que no sabemos nada de nada sobre los grandes misterios, ni sobre nada en realidad, y de esa nada nos hemos enterado de muy poco, todavía. Cualquier científico serio es consciente de nuestras limitaciones. Según el poeta Francisco Brines, hasta Dios da tumbos por el Universo con su bastón de ciego. En Nápoles, cada año, se licúa la sangre de San Genaro. Menos los años que anuncian grandes catástrofes. Esta última vez no se licuó la sangre del santo, permaneció seca dentro de su relicario.
EL AÑO QUE VIENE SE ANUNCIA AÚN MÁS ENCANTADOR QUE EL QUE ESTÁ A PUNTO DE TERMINAR, SI ESO CABE EN CABEZA HUMANA
En Nápoles, esa entrañable y bellísima parte de España a la que a pesar de nuestro desprecio, el principal vicio de los españoles y no la envidia, según Fernando Fernán Gómez, quisiera volver (como buena parte de los portugueses), lo interpretan como un signo nefasto de lo que está por venir en 2021. La desaparición hace poco del cuerpo mortal de su competidor en la ciudad, el futbolista San Diego Armando Maradona, no lo explica todo, dicen los napolitanos. En todo caso, San Genaro debería estar contento por no tener ya competencia. Pero no es así. La reliquia del santo ha permanecido fosilizada. El año que viene se anuncia, según esto, aún más encantador que el que está a punto de terminar, si eso cabe en cabeza humana.
Los que somos catastrofistas garantizados (las catástrofes, lo que la gente tiene falsamente por cosas azarosas, son otra de las ciencias exactas aún no descubiertas) vamos a tener que ir pensando en poner un colegio oficial, como lo tienen los enfermeros o los arquitectos o los corredores de fincas. Por cierto, ¿tienen los corredores de fincas colegio oficial? El negocio del catastrofismo va a ser una de las profesiones del futuro (sin embargo, otra de las profesiones que se presumían del futuro, la geriatría, ya no va a tener razón de ser, porque con la eutanasia de Estado, impuesta por los que manejan los hilos del mundo, los geriatras se van a ir al paro). Tengo que pensar seriamente lo de empezar a dedicarme a vaticinar lo obvio, que cuando parezca que vamos a ir a mejor es porque luego vamos a ir doblemente a peor, el famoso un pasito para adelante, dos para atrás, porque esto del periodismo desapareció hace bastante ya.
El gran pecado, eso sí, del catastrofismo, por el que los catastrofistas debemos pedir públicamente perdón, ha sido quedarnos cortos. Ni siquiera nosotros, visto lo que está ocurriendo en 2020, y no me refiero principalmente a lo sanitario, nos escapamos de los estragos producidos por la dopamina, esa droga natural que produce el cerebro para hacernos ver la realidad mejor de lo que es, como método de la evolución para sobrevivir como especie (de otra forma moriríamos de desesperación y en los puentes habría cola para tirarse).
Demos la malvenida al año 2021, según el criterio de la sangre de San Genaro. El año en que nos curaremos, tan contentos, del covid 19 y nos daremos cuenta de que podrá haber cosas mucho peores que ni siquiera podemos concebir en este momento.

José A. Martínez-Abarca.