SALAMANCA, LA CIUDAD DORADA

EL TROTAMUNDOS DEL CASINO. Por Eliseo Gómez Bleda.

Catedral desde el Puente Romano

Desde hace más de diez años no visitaba Salamanca. Regresé hace unas semanas, acompañado de unos buenos amigos, y os puedo asegurar que me volvió a fascinar y me pregunté por qué he tenido que esperar tanto tiempo para volver. Muchos de nosotros valoramos más lo de fuera que lo que tenemos dentro de nuestras fronteras, por eso cuando visito algunas de nuestras joyas me enfado conmigo mismo y prometo volver pronto de nuevo.

Salamanca es única por muchos motivos, pero quizá el más importante es por su ambiente estudiantil. Todo su centro histórico está destinado a la Universidad, es su principal motor económico, seguido por el turismo y por su exquisita industria chacinera, la cual está presente en todas sus calles y plazas, llenas de tiendas con jamones y embutidos de Guijuelo.

Desde Murcia, en un poco más de cinco horas en coche, estaremos allí. Si es desde Madrid, tardaremos en tren unos 90 minutos. Un par de días serán suficientes para hacernos una idea de esta ciudad. Hay muy buenos hoteles y nada caros. Nosotros nos alojamos en el Hotel Artheus, de cuatro estrellas. También tenéis la opción del excelente Parador de Turismo.

Las mejores épocas para ir son la primavera y el otoño. Realmente es la “ciudad dorada”, porque toda ella, sobre todo cuando se pone el sol, nos permite disfrutar de infinidad de reflejos dorados. Desde hace siglos las canteras del pueblo de Villamayor suministraron a la ciudad las rocas areniscas, que con el tiempo han pasado del tono claro al dorado añejo, que han servido para construir iglesias, fachadas, palacios y edificios de todo tipo.

Río Tormes.

En el año 1218, Alfonso IX, rey de León y de Castilla, tuvo la idea de crear en un pueblo junto al río Tormes un Estudio General. La iniciativa cambió por completo el rumbo de la ciudad, la cual en ese momento no tenía casi industria ni comercio. Poco a poco, año tras año desde el inicio de este proyecto, la Universidad fue creciendo y se convirtió en la más importante de España y la cuarta más antigua de Europa.

Al llegar a Salamanca nos olvidamos totalmente del coche. Pasear por sus calles es una maravilla a cualquier hora, pero al atardecer es algo más que un simple paseo. Su color dorado, sus calles peatonales y su peculiar atmósfera nos llegan al alma. Sentimos un “no sé qué” pensando que muchos de nuestros más famosos eruditos estudiaron en su Universidad, pasearon por esas calles y vieron exactamente lo mismo que nosotros, entre los que destacan Nebrija, Fray Luis de León, Juan Antonio Menéndez Valdés o Unamuno.


Es la “ciudad dorada”, porque toda ella, sobre todo cuando se pone el sol, nos permite disfrutar de infinidad de reflejos de oro


Aunque esta ciudad, con su monumentalidad y su carácter docto y severo, parece poco accesible, nada más lejos de la realidad. Desde el Siglo de Oro los estudiantes ya eran más de un tercio de los habitantes de la ciudad y eran tan amantes de la diversión como ahora. El ambiente que se respira en sus calles es muy especial y alegre.

Quiero compartir con vosotros el mismo recorrido que realicé y que me encantó:
Comenzamos nuestro paseo por la Plaza Mayor, sin duda la más bella de España, testigo de todas las etapas históricas de la ciudad. Es el corazón de Salamanca, con sus tres pisos de balcones alineados, la armonía de sus arcos y el remate de piedra tallada. Tiene unos medallones que adornan los espacios entre arcos, que representan personajes famosos.

Su constructor fue Alberto de Churriguera. La obra se realizó en el siglo XVIII, de estilo barroco. Sus cuatro lados, llamados “Pabellones o Lienzos”, se construyeron por partes. Los dos primeros fueron el Pabellón Real y el de San Martin. Posteriormente y después de tener paralizadas las obras más de 15 años, se realizó el llamado Consistorial, donde está situado el Ayuntamiento. Y, por último, se levantó el de Pretineros, llamado así por alojar a los artesanos del cuero.


La Plaza Mayor es, sin duda, la más bella de España, testigo de todas las etapas históricas de la ciudad


Seguimos por la concurrida Rúa Mayor, llena de terrazas de restaurantes y tiendas de todo tipo, hasta llegar a la famosa “Casa de las Conchas”, una de las obras más importantes del gótico civil español. Debe su nombre a las más de trescientas conchas de peregrino que llenan su fachada. Es un palacio gótico-renacentista, que fue construido por un caballero de la Orden de Santiago, y las vieiras son el símbolo de la Orden.

Cuentan las leyendas que en los sótanos de la Casa de las Conchas tenían que dormir los estudiantes castigados por la maestre-escuela. También, que debajo de una de las conchas hay escondido un tesoro de onzas de oro, cosa que es posible ya que en esa época era costumbre ocultar el oro entre los adobes de los tabiques de las casas.

Universidad.

Frente a la Casa de las Conchas, entramos a visitar la Clerecía, un imponente edificio barroco del siglo XVII. Fue el Colegio Real de la Compañía de Jesús hasta el año 1940, cuando pasó a ser la sede de la Universidad Pontificia. La mandó construir la reina Margarita de Austria, esposa del rey Felipe III. Las obras duraron 150 años. La iglesia consagrada al Espíritu Santo, es conocida como ‘La Clerecía’. El edificio es espectacular por sus dimensiones, dividido en tres partes: el colegio, la iglesia y la residencia. Está en el punto más alto de la ciudad y desde sus torres se divisa toda Salamanca.

Seguimos nuestro camino y llegamos a la Universidad de Salamanca (con unos 35000 alumnos). La entrada está en la famosa calle de los Libreros, aquí podemos admirar su imponente fachada plateresca, con escudos, medallones y motivos vegetales. En el interior lo más destacado es la escalera, la capilla, la biblioteca, el paraninfo y el aula de Fray Luis de León.
Hay un montón de leyendas sobre la rana que se posa sobre una calavera en la fachada, la cual tenía que ser encontrada por los estudiantes que querían aprobar sus exámenes. También da buena suerte a cualquier persona que la descubra.

Salamanca tiene dos catedrales: la Vieja y la Nueva, una es románica y la otra del gótico tardío. Ambas están unidas y son bellísimas. Lo cierto es que me impresionaron. En la Vieja destaca la torre del Gallo y el retablo; en la Nueva el coro, los órganos y su fachada. En la restauración del año 1992 el cantero encargado de realizar la Puerta de Ramos, la que está frente al Colegio Anaya, incluyó un mono comiéndose un helado, un astronauta o un niño huevón mostrando sus atributos.

Os aconsejo que dejéis para el final de la tarde, casi en la puesta de sol, la visita al Puente Romano. Es el monumento más antiguo de la ciudad y formaba parte de la calzada romana de la Plata. Cruzar el río Tormes y veréis que bonita panorámica de la ciudad. Al inicio del puente, está el verraco de piedra que aparece en el primer capítulo del “Lazarillo de Tormes”.

Escultura de El Lazarillo de Tormes.

Cada año los salmantinos van al campo a comer el típico hornazo (una especie de empanada con huevo, chorizo, jamón y lomo adobado). Era una costumbre del siglo XVI que las prostitutas en cuaresma tenían que salir fuera de la ciudad, para preservar la moral de los creyentes. Cruzaban el río y eran custodiadas por un clérigo llamado “Padre Putas”, hasta el Lunes de Pascua, llamado el “Lunes de Aguas”, que volvían y cruzaban el río en barcas decoradas con flores y en un ambiente festivo. Se celebraba el encuentro con música, vino y baile, culminado con un baño en el río.


Salamanca tiene dos catedrales: la Vieja y la Nueva, una es románica y la otra del gótico tardío. Ambas están unidas y son bellísimas


Un jardín encantador es el llamado de “Calixto y Melibea”, está detrás de las catedrales, parece un jardín palaciego y aunque no es muy grande, se respira paz y tiene unas buenas vistas, aquí se desarrolla la trama de la novela de Fernando de Rojas “La Celestina”.

Otros sitios para no perderse son los conventos de las Dueñas y el de San Esteban y, sobre todo, el Museo Art Deco “Casa Lis”, un precioso edificio y una bella colección de objetos decorativos.

Cristalera Nouveau. Casa Lis.

Hablando de gastronomía de la zona, os recomiendo que probéis el hornazo, producto típico que ya os describí anteriormente. También las “patatas revolconas”, cocidas con un sofrito de tocino, ajo y pimentón. Pero sin duda la estrella son sus embutidos y el jamón de Guijuelo.

Una buena idea es ir por la noche de tapeo a la calle Van Dyck, que está llena de bares y estudiantes. La oferta de bares en el centro histórico es muy abundante. A nosotros nos gustaron la “taberna Cuzco”, donde tomamos cuzquitos de jamón ibérico y montaditos de ternera charra buenísimos; el gastrobar “Ipan Ivino”, con muy buenos embutidos; y el bar “La Viga”, donde podéis probar una tapa típica: “la jeta” (careta de cerdo al horno).

Salamanca es una ciudad donde disfruta tanto el cuerpo como el alma. Pasear tranquilamente por su casco antiguo, rodeado de monumentos llenos de historia, es un regalo para el espíritu, además con una atmosfera impregnada de juventud y saber.

A los que no la conozcáis y a los que la habéis visitado hace tiempo, os aconsejo que vayáis y espero que os guste como a mí.

Hornazo.

RECOMENDACIONES DE ELISEO
-Sentarse en los escalones del Palacio Anaya y contemplar las catedrales.
-Comprar un hornazo en la confitería Santa Lucía, en la plaza Mayor.
-Tomarse un “blanco y negro” en el Café Novelty (1905), al lado de Torrente Ballester.
-Pasear a media tarde por el Puente Romano, contemplando el Lazarillo y el río Tormes.
-Entrar a la tienda de Zara en la calle Toro y subir al 3º piso.

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