Huellas de nuestro pasado. Por Joaquín Pérez Egea.

Contamos en esta ocasión con Rafael González Fernández, catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Murcia y magnífico profesor, que nos ayudará a conocer una “huella de nuestro pasado”: la ocupación y colonización romana.
Te agradezco mucho tu participación en esta sección. ¿Cuándo empezaron a interesarse los romanos por la Península Ibérica?
Los romanos, en su expansión por el Mediterráneo, chocaron con los cartagineses en Sicilia, lo que dio lugar a la Primera Guerra Púnica, a mitad del siglo III a. C. La victoria romana expulsó a los cartagineses de Córcega, Cerdeña y Sicilia y los empujó a colonizar el sur de la Península Ibérica, desde 237 a. C. con el fin de explotarlo económicamente para poder pagar las deudas de guerra. Fueron liderados por Amílcar Barca y posteriormente por su yerno Asdrúbal, fundador de Cartagena.

Entonces estalló la Segunda Guerra Púnica.
Aníbal Barca, hijo de Amílcar, quiso tomar la revancha contra Roma, lanzando una campaña desde el sureste peninsular, en 221 a. C., que lo llevó hasta las puertas de Roma. Las tornas cambiaron cuando Publio Cornelio Escipión, conocido más tarde como El Africano, partiendo de Tarraco, con una táctica de “guerra relámpago”, tomó Carthago Nova en 209 a. C. Este es el primer contacto de los romanos con tierras murcianas. Los púnicos fueron expulsados de la Península Ibérica en 206 a. C.
¿Qué repercusiones tuvo este cambio de colonizador?
En contra de una opinión extendida, púnicos y romanos eran muy parecidos. Los romanos mantuvieron la administración preexistente y, a partir de 197 a. C., decidieron colonizar el territorio a largo plazo y crearon dos provincias: la Hispania Citerior y la Ulterior, con su límite aproximado en las actuales tierras murcianas, tradicional frontera natural.
¿Disponemos de información sobre las primeras décadas de dominación romana?
Las fuentes literarias latinas y griegas prestan atención a los hechos bélicos que se producían en las fronteras durante los siglos II y I a. C. Como Carthago Nova ya era entonces territorio romano, apenas se menciona y, aunque sabemos que era una de las principales ciudades peninsulares y que recibió numerosos comerciantes romanos e itálicos que explotaron los metales de la Sierra Minera y otros recursos naturales, se desconoce casi todo sobre la historia de este periodo.
¿Qué papel jugó Carthago Nova en las guerras civiles romanas, a mitad del siglo I a. C.?
Fue escenario bélico en la guerra entre sertorianos y pompeyanos, en el marco de la lucha entre optimates y populares, y es posible que en este momento se produjera una primera fundación de la ciudad como colonia romana. Más adelante, Pompeyo asedió la ciudad en su lucha contra Julio César, pero no se entregó, por lo que se supone que podría haber sido premiada con una segunda fundación como Colonia Vrbs Iulia Nova Carthago, título refrendado posteriormente por Augusto. Hay que destacar que el apelativo Vrbs es muy relevante y muy poco frecuente entre las colonias romanas. Consta en las fuentes que Julio César y Octavio Augusto pasaron por Cartagena, en su viaje de regreso a Roma.
¿En todo este periodo, cómo se fueron imponiendo la religión, la cultura y las formas sociales romanas?
Los romanos eran muy respetuosos con todas las creencias y equiparaban las divinidades indígenas con las suyas propias. Los pueblos paganos, animistas, creían al final en las mismas cosas, personificadas en deidades con distintos nombres, fácilmente asimilables. El latín debió imponerse de forma rápida, aunque se mantuviese el íbero entre las clases populares. Las costumbres se debieron asumir de forma paulatina y eran las élites locales las que aspiraban a convertirse en romanos: la ciudadanía se concedía como un premio. El derecho romano era un hecho diferencial, que ofrecía un marco de garantías y de seguridad a los ciudadanos romanos.

¿En qué actividades se basaba la economía?
Campus spartarius es un concepto geográfico que identifica esta zona y señala la importancia del esparto. Además de la agricultura y la ganadería, en la costa se pueden reseñar la sal, el garum y las salazones y en el interior, el vino, la posca, y el aceite. También la explotación minera.
¿Qué sabemos del poblamiento?
Hay pocas ciudades identificadas. Creemos que hubo asentamientos relevantes en Begastri (Cehegín), Cerro de la Almagra (Mula), Lorca, Águilas y posiblemente en el entorno de La Encarnación, en Caravaca. Otra ciudad cercana fue Ilici (Elche).
¿Qué restos de época republicana romana pueden visitar nuestros lectores interesados?
Son muy escasos. Parte de los restos de la Ermita de la Encarnación de Caravaca, del siglo II a. C, en época de Tiberio Semponio Graco, yerno del Africano. En Cartagena, en las actuales excavaciones parece que se ha encontrado un Anfiteatro de época republicana. Las estructuras imperiales han sumergido, en todo el territorio romano, la mayor parte de las edificaciones anteriores.
¿Qué ocurre una vez finalizadas las guerras civiles?
El mundo romano cambia totalmente con Augusto, en el último tercio del siglo I a. C. Da comienzo el Imperio, lo que se aprecia particularmente en algunas ciudades. Cartagena fue una de las “niñas bonitas” que sufrieron una eclosión en este periodo.

Rafael González Fernández es catedrático de Historia Antigua y director del Centro de Estudios del Próximo Oriente y la Antigüedad Tardía de la Universidad de Murcia (CEPOAT). En la actualidad participa en proyectos de investigación y es director de excavaciones arqueológicas y de la revista Antigüedad y Cristianismo. Ha publicado numerosos trabajos, siendo su último libro Justiniano, emperador de los romanos, publicado por la editorial Síntesis.
