Conversación con Juan Carlos Cartagena, conservador del Real Casino de Murcia
Especial 40 aniversario. Por Ángela M. Torralba
Hace 176 años que el Real Casino de Murcia es testigo del paso del tiempo en pleno corazón de la ciudad de Murcia. Sin embargo, este año celebramos otro aniversario de igual relevancia para la institución: en 1983, el edificio recibió el honor de ser declarado monumento histórico-artístico nacional, un reconocimiento que lo ha catapultado a la categoría de Bien de Interés Cultural.
A lo largo de las últimas cuatro décadas, este lugar lleno de cultura ha desempeñado un papel central en la vida de la ciudad y ha abierto sus puertas a innumerables personas, desde sus distinguidos Socios hasta visitantes de todas partes del mundo, siendo el edificio civil más visitado de la Región.
Con motivo de este especial aniversario, hemos podido conversar con el arquitecto y miembro de la junta directiva del Real Casino, Juan Carlos Cartagena. Fue el encargado principal de supervisar las obras de restauración que tuvieron lugar entre 2006 y 2009, un período crucial en la historia de la institución que transformó este majestuoso edificio en el lugar que es hoy.
¿Qué le hizo involucrarse en el proyecto de reforma del Real Casino de Murcia?
Llegué aquí siendo socio, así que sentía mucho apego por el Real Casino. Este dato lo conocía Juan Antonio Megías, el presidente, que fue quien me propuso si quería hacerme cargo de las obras.
¿En qué estado se encontraba el edificio?
Estaba bastante ajado. Había problemas estructurales con los que el edificio hubiese pasado bastantes dificultades si no se hubiesen reparado. Algunas partes pudiendo incluso quedar en ruinas.
¿Con qué desafíos se encontró al trabajar en un edificio con tanto valor patrimonial?
Cada sala era un proyecto en sí misma, puesto que tienen decoraciones e instalaciones independientes que ahora confluyen en una instalación general. Pero lo verdaderamente complicado no es la obra en sí. El desafío fue lograr que la gente de Murcia estuviese contenta, porque es un edificio muy querido y valorado. Nuestro pensamiento fue el de que lo que teníamos entre manos era algo único e irremplazable.
¿Cómo se logró equilibrar la conservación del patrimonio con la adaptación a las necesidades de un edificio moderno?
Mantener ese equilibrio fue primordial porque el edificio es un BIC, y eso nos marcó las pautas de la restauración, que fueron las de mantener los aspectos originales tanto en estructura como en forma. Había que introducir modernizaciones para que no fuese un edificio obsoleto. El edificio era inaccesible para personas con dificultades de movilidad y estaba muy mal comunicado. Ahora, con todos los elementos arquitectónicos y mecánicos introducidos todas las personas pueden ir a cualquier parte del edificio.
¿Cuál fue el objetivo principal de la reforma?
La mayor de nuestras metas era que en el edificio se pudiesen hacer actividades actuales. Uno de los éxitos para mí en ese aspecto ha sido el salón de actos, que permite desde escuchar conciertos, a dar charlas o presentar libros. Otro de los mejores elementos que aportó la reforma fue el centro de domótica, con el que se tiene todo el edificio controlado desde un mismo punto, como las luces, la climatización, las cámaras, etc.
¿Qué impacto ha tenido el Real Casino de Murcia en la vida cultural de la ciudad desde su reforma?
Es evidente su impacto. Hoy en día cualquier persona tiene acceso a un evento cultural dentro del edificio. Ya no es como antes: una sociedad cerrada para miembros. Eso ha influido en el sentido de que todo el mundo que quiera realizar una actividad pueda realizarla aquí, ya sea la presentación de su libro, un certamen empresarial o una exposición de arte. El Real Casino es un foco que emite cultura al resto de la ciudad.
¿Qué parte del proyecto le generó más satisfacción personal como arquitecto?
Lo que más me llena es ver el edificio lleno de gente. Ver el gancho que tiene el Real Casino en la ciudad y el apego que tienen con él los murcianos ha sido lo más gratificante. En definitiva, todo salió como se había planeado.
¿Qué significado tuvo para usted este proyecto en particular?
Significa mucho, porque el casino siempre ha sido muy entrañable para mí. Recuerdo cuando mis padres venían a los bailes de la candelaria, por ejemplo. Me acuerdo de mi abuelo, al que venía a recoger a la Biblioteca. Mi comunión se celebró aquí. He estado muy vinculado al Casino. Aunque mis mayores no hayan podido estar el día de la inauguración tras la reforma, estoy seguro de que se hubiesen sentido muy orgullosos de que este edificio y esta institución que ellos quisieron tanto haya vuelto a su juventud.
¿Cuáles son las tareas principales a desempeñar para que el Real Casino siga manteniendo el estatus de monumento histórico-artístico nacional?
Primero el mantenimiento. Eso es esencial. Yo me encargo de él porque soy el mantenedor de la Junta Directiva. Siempre digo que la reforma de este edificio es como si una persona de 150 años se hubiese hecho un lifting: todo es muy bonito por fuera pero el riñón sigue teniendo 150 años. Igual con el Casino. La cimentación tiene muchos años y tiene pequeñas cosas que hay que ir reparando. La segunda tarea a realizar es estar actualizando nuestras actividades culturales continuamente, de manera que siga siendo atractivo ser Socio del Real Casino.
¿Cuál es su deseo para el futuro del Real Casino de Murcia y su influencia en la comunidad?
Que realicemos nuevas actividades, nuevas formas de socializar y evolucionar continuamente dentro de nuestro marco cultural. No podemos quedarnos como una asociación decimonónica. Tenemos que ser una asociación actual.