ARS CASINO. Por Loreto López. Historiadora y restauradora
Gloria y honor en nombre del arte músico y de los murcianos, al Sr. Presidente y junta del Casino, así como a todos sus socios; gloria y honor a esa asociación donde hemos visto desde su fundación (en 1847) dar no sólo su protección a cuantos artistas extranjeros, nacionales y del país la han solicitado, sino que siempre fue la primera en honrar el ya mencionado arte músico por medio de grandes manifestaciones…
Julián Calvo[1]
Diario de Murcia, 11 de mayo de 1894.
Cumplidos 175 años de existencia de la Sociedad Casino de Murcia, es de justicia hablar de la presencia de la música en ella desde prácticamente los orígenes de su fundación.
Gracias a las investigaciones de doña Mª Esperanza Clares Clares, para su tesis doctoral La vida musical en Murcia durante la segunda mitad del siglo XIX, hemos podido saber de la presencia en el Casino de una orquesta propia desde el 4 de octubre de 1848, apenas un año después de su constitución. Y no es de extrañar, teniendo en cuenta los escasos entretenimientos de aquellos tiempos: música y bailes, teatro, paseo, tertulia y oficios religiosos, poco más.
La primera de las orquestas contratadas la componía un cuarteto de flauta, violín, viola y violoncelo, dirigidos por Mariano Esbrí, quien más tarde también dirigiría la banda del Teatro de los Infantes, hoy Romea.
Además de la orquesta había también pianistas a sueldo. El primero conocido fue Joaquín Córdoba y, a partir de 1865 y hasta su muerte en 1887, José Quercop Leante, afamado en la ciudad como “gran violinista, notable pianista y un inspirado compositor”. Poco más tarde se adquirió un armonio, con los maestros Pedro Muñoz Pedrera, compositor del que se conservan algunas partituras manuscritas en el Casino, y José Antonio Ramírez; a los que se incorporó un segundo pianista con contrato vitalicio en 1894, siendo presidente don José Cayuela: Juan Diego Manresa. Otros nombres, que al azar encuentro en las crónicas de bailes del Casino, sin que mencionen instrumentos a los que asociarlos, son Gascón, Leante y Verdú.
La biblioteca del Real Casino conserva una variada colección de partituras, parte del amplio repertorio que sonaba en los conciertos y bailes. Desde los clásicos como Rossini, Auber, Bellini, Verdi, Meyerbeer, Schubert, Chopin o Listz, pasando por la música que causó furor a partir de mediados del XIX, la zarzuela; y para los primeros bailes de sociedad organizados en sus salones, rigodones, polcas, valses, habaneras y lanceros, pero ya entrado el siglo XX, el atrevido fox-trot (castellanizarlo como “trote del zorro” lo haría muy vulgar).
En los esperados bailes de máscaras que alegraban los días de Carnaval, o en otros de fechas señaladas, el Casino desplegaba todo su esplendor, haciéndose amplio eco la prensa del momento que incluso dedicaba ilustraciones con comentarios, como las que ilustran nuestro artículo; pero también eran muy celebradas las denominadas soirées, algo parecido a los guateques, que cada fin de semana se organizaban.
Desde la tribuna o balconada sobre el Salón de Baile sonaba el repertorio que se anunciaba previamente en los diarios, aunque suponemos que no era preciso tal reclamo para convocar a la asistencia. El más antiguo aparecido en la prensa es de 1868, con las siguientes piezas: la sinfonía de Campanone, el vals La lisonjera, la mazurca El gabán azul, la danza Don José, la polca Besitos al niño, un rigodón, cuyo nombre no fue publicado, y la danza Los elogios.
Pero no sólo los músicos profesionales estaban presentes en las veladas del Casino, pues en toda casa que se preciara había piano, armonio, violín o bandurria, instrumento que no por popular era menospreciado, amén de las clases de canto que modelaban las prístinas voces de las señoritas de buena familia, de modo que era frecuente algún conciertillo espontáneo de los socios aficionados con que matar el tedio de las largas horas de la tarde.
En 1909, dos de los miembros de la Peña del Congresillo componen y escriben la letra de las partituras ¡¡¡Congresillo!!! Himno de la Juventud, que por curiosidad animo a hacer sonar después de tanto tiempo.Sus autores: el abogado Juan Aguilar-Amat y Barnuevo, música; y letra del jovencísimo bachiller Antonio García-Morell Martínez, desgraciadamente malogrado un año después, hijo del comerciante perfumero que promovió el Entierro de la Sardina.
Don Juan Aguilar-Amat, miembro de una ilustre familia murciana, era gran aficionado a la música, y bajo la dirección de José Pérez Mateos, junto a Manuel Marqués, Jacinto Martínez, Antonio Peñafiel y el Marqués de Ordoño, formaron el sexteto Thader que en 1906 amenizó con varios conciertos privados la visita de la infanta Isabel de Borbón a Murcia.
Eran otros tiempos, pero, si bien hoy la frecuencia no es la misma, la música continúa estando presente en las salas de nuestro Casino para deleite de todos.
[1] Julián Calvo García (Murcia, h.1836-1898). Organista de la catedral de Murcia, maestro de violín del afamado compositor murciano Manuel Fernández Caballero, crítico musical en la prensa local del momento, fue editor del álbum musical El Filarmónico.