MÁGICAS PALABRAS. Por Consuelo Mengual
Después de años sin visitar su tierra, el dramaturgo y poeta Manuel Muñoz Hidalgo (Alcantarilla, 1939) acudirá a la Región de Murcia e impartirá diversas conferencias en el Real Casino este octubre.

Es interesante realizar un acercamiento al clásico “Hamlet” de Shakespeare desde la idea de la aparición del espectro del rey, que también ocurre en la obra de Manuel Muñoz, y reflexionar todo lo que ello implica en el desarrollo de la personalidad de los personajes, curiosamente, de forma diferente: a Hamlet le sumerge en la duda y le paraliza; a Isabel le da fuerza y seguridad en sus principios de servicio a su pueblo. El teatro es, en opinión de Hamlet, un medio para revisar verdades sobre la vida real.
¿Cómo se siente en estos momentos ante su gran aportación dramatúrgica a la literatura?
Agradecido por tener la oportunidad de ser útil con mi teatro, que todavía lo considero insuficiente debido a una de mis pasiones insaciables, en busca de la perfección. León Tolstói decía que “nunca estarás contento”. Una vez que veo mis libros de teatro, poesía o de otros géneros literarios soy bastante exigente conmigo mismo y procuro mejorar con más autocrítica y esfuerzo para atrapar y seducir, aunque mientras escribo no pienso en ello. La vida misma es una representación dramática dentro de su propio drama.
Cuéntenos cómo idea sus obras de teatro.
No debo responder a lo que no puedo explicar, ya que cada pieza, dentro de sus variantes, tiene autonomía propia, diferentes motivaciones, contenidos, argumentos y estructuras según el público al que va dirigida; y también la opción de escribir el texto en prosa o verso, siempre dando lo que los personajes piden. A través del teatro se logra la independencia de la mente y la reflexión crítica ideal de la educación, en una sociedad que pretende ser abierta y democrática a pesar de algunos malos gobernantes. Los oscuros entre cada acto son necesarios para cambiar de lugares, decorados o subrayar tiempo y espacio. El arte escénico es una expresión principal de nuestra cultura, también de los cambios que, como la vida misma, ha tenido a lo largo de su trayectoria y los problemas actuales que tienen las representaciones.
La vida misma es una representación dramática dentro de su propio drama
Háblenos de aquellos reyes que transformaron nuestra historia con «una sola voluntad».
Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, los Reyes Católicos, son figuras emblemáticas, símbolos consagrados por la historia. Tan admirados como difamados por los detractores que odian la unidad de España, asentaron las bases del Estado con la fuerza suficiente para garantizar la seguridad y el orden en el país. Casados por razones políticas, fueron los reyes más significativos de España por su forma de gobernar juntos. Isabel culta, virtuosa, decidida, luchadora, vehemente, capaz, inflexible; Fernando astuto, desconfiado, mujeriego impenitente, conspirador, estratega; y ambos consiguieron sus ideales con el mismo corazón.
En uno de sus monólogos el rey Fernando habla de sus manos, «curtidas en las batallas» pero que también «han sentenciado a muerte» o «firmado la libertad», y que, igualmente, “han servido para las caricias»; y dice después: «sólo me importó el poder». ¿Cuál es el verdadero valor de las manos de un poderoso?
Las manos son una de las partes vitales de todo ser humano porque le define y retrata. Al reflexionar miramos las manos y expresamos con ellas pesares o alegrías. No es lo mismo el comportamiento de un poderoso, que lo único que le importa es su ambición desmedida, sin pensar en los súbditos, inconsciente de su responsabilidad, que el poderoso con altura de miras, que protege y salvaguarda.
Los tiempos han cambiado pero el hombre no. A una sociedad como la nuestra, castigada a la apariencia, a la manipulación y a la mentira, le costará mucho un cambio adecuado y eficaz, pero debe arriesgarse a perder esa ficticia seguridad para entrar en lo auténtico, valorar su propia identidad y estimación, que heredó a pesar de los procesos de mala cultura y desarraigo de sus tradiciones. Ni puedo ni debo ser imparcial ante el atropello que padece el hecho cultural y que los menos cualificados en sus puestos oficiales, mercenarios del poder, contribuyan a una crisis galopante de valores, mientras desvían la atención a otras memeces. Las manos bien adiestradas también engañan. Todos los que ejercen algún poder lo han utilizado a su antojo y provecho con tal cinismo, imponiendo el temor, haciéndonos creer que son enviados por Dios…
Las palabras entre Isabel y Fernando son importantes, pero en un momento el rey le dice: «hasta en el silencio sois inteligente».
El silencio no hace daño. Las palabras en algunas ocasiones matan. Fernando confiaba plenamente en Isabel, que nunca le decepcionó en las empresas comunes, por su fortaleza, su templanza y su justicia, que fueron las mejores armas de su prudencia.
A una sociedad como la nuestra, castigada a la apariencia, a la manipulación y a la mentira, le costará mucho un cambio adecuado y eficaz
Tener la astucia suficiente para desconfiar y no ser temerario es algo que Fernando aprendió de su padre. Isabel adquiere la virtud y la honra del suyo. Hamlet, por el contrario, se mueve por el deseo de vengar la muerte de su padre, asumiendo un conflicto interno de incertidumbre. ¿Qué influencia tienen las figuras paternas en la realeza para la continuación de los reinados por sus herederos?
En los Reyes Católicos no sólo influyeron genéticamente sus padres, sino las correspondientes madres de la realeza a lo largo de la historia que han ejercido un papel decisivo en la línea sucesoria de los reinos. Isabel de Portugal, segunda esposa de Juan II de Castilla, la madre de Isabel, astuta e inteligente, que consiguió el decapitamiento de don Álvaro de Luna, el mejor amigo de su esposo, que por los remordimientos sufrió soledad, pesadillas y locura. Juana Enríquez, la segunda esposa de Juan II de Aragón, madre de Fernando, inclinada a las intrigas políticas, fue acusada de asesinar a Carlos de Viana para quitar obstáculos en las pretensiones dinásticas de su hijo. ¿Tan importante es la continuación de los reinados por sus herederos?
Importa «decir las cosas sin molestar», y doña Isabel reconoce que no se pueden tener gastos excesivos cuando el pueblo «carece de lo más necesario» ¿Es la prudencia un valor esencial para gobernar?
Según los cronistas era estricta y poco hablada. Vivió en el Castillo de Arévalo una adolescencia de privaciones al perder a su padre, conocía bien de lo que estaba hablando. Para un buen gobernar es imprescindible poseer la lealtad y el compromiso con las leyes establecidas, capacidad para las responsabilidades de su cargo, virtud y justicia.
Platón destaca la importancia de la formación de los gobernantes. Isabel y Fernando, juntos, consiguieron metas insuperables.

«Siempre tendremos enemigos», nos recuerda Isabel. Hamlet los veía por todos lados. ¿Estamos rodeados de «hábiles sin escrúpulos» dispuestos a tendernos una trampa?
Los más brillantes y destacados personajes son los más envidiados y los que tienen más enemigos. Quien no duda no puede conocer la verdad. “La duda modesta es llamada el faro de los sabios” (Shakespeare). Isabel dudó tanto como obtuvo victorias porque el éxito y el poder crean barreras infranqueables con la desconfianza o la duda. Así evitó mayores traiciones y desatinos. Sé que los peores enemigos son los gobernantes encantadores de serpientes con la ignorancia, el miedo y el silencio como respuesta. Mientras, Hamlet, por la excesiva obsesión de vengar la muerte de su padre y ser incómodo al asesino usurpador que yace con su propia madre y ciñe la corona del reino, padece toda clase de vigilancia y alejamiento. Le hace desconfiar de todos para que nadie se interponga en sus planes. Isabel, sólo por ser precavida, consideraba enemigos también a los que la rodeaban que pretendían favorecerse con los privilegios de la corona, dispuestos a todo sin el menor escrúpulo, con intrigas, trampas y falsos halagos sin importarle el prestigio ni el honor de sus reyes. El pasado no se puede enjuiciar con los ojos del presente, aunque determinados comportamientos de los políticos de ahora son los mismos, abusivos y tramposos. La sociedad europea de finales de la Edad Media, extremadamente religiosa, rígida con sus leyes y enormemente diferenciada según los estamentos a los que se pertenecía por nacimiento, sin mayor posibilidad de cambiar dicha condición social, cortaba los vuelos de libertad a cualquier súbdito.
Es normal la censura que el pueblo hace al príncipe Hamlet ante las excentricidades que no entiende y su extraña actitud. La reina Isabel aparece ante su pueblo como una heroína y conquistadora, defensora de la paz y de la fe cristiana que agradeció su pueblo con generosidad, no sus adversarios.
Un rey «siempre debe mostrar decoro y respeto»; «el escándalo puede que sea el más dañino de los errores». Muy interesante esta apreciación de la reina que nos pudo remitir al respeto que el pueblo tenía por la nobleza de Hamlet pero que censuraba su actitud ¿Cómo veían a Isabel sus súbditos?
La teoría, la responsabilidad, los deberes, la ética, el respeto, el honor, el decoro y la buena imagen es una cosa y la realidad y su cumplimiento otra. Hurguemos en la historia y en los cronicones de todos los reinos. Demasiadas sorpresas, decepciones y mentiras. El conocimiento rechaza los mitos y sobre todo el engaño colectivo, la doble moral, la manipulación y el escándalo que hiere creencias y voluntades. Un confesor me dijo en mi juventud que si el pecado se ocultaba y nadie lo sabía era menos pecado.
¡Sabía la Iglesia…! El pueblo llano, un estamento carente de derechos y sujeto al pago de tributos e impuestos, que sobre sus hombros descansaban reyes, las altas jerarquías eclesiásticas, dignatarios y ciudades. El alto clero constituía el segundo estamento, estaba exento de tributos y gozaba de un poder especial en la política.
La religión tenía un papel muy influyente en la sociedad que se valía del bajo clero para adoctrinar y atender la espiritualidad del estamento llano, la fidelidad del pueblo. La ceguera de la ignorancia, la domesticación del estatus llano bajo sanciones y castigos obligaban a la sumisión, a doblegar conciencias y además a bendecir a sus mandatarios. El pueblo estaba acostumbrado a la sumisión y obediencia pero no entendía la extraña actitud del príncipe de Dinamarca, su pérdida de razón, y le censuraba. En cambio, a Isabel I de Castilla y a Fernando II de Aragón sus vasallos y súbditos les admiraban por sus múltiples logros: finalizar la Reconquista, descubrir nuevas tierras, su buen gobernar, defender y propagar la fe cristiana que ambos profesaban. ¿Eran injustas sus leyes? ¿Desproporcionados los motivos de unificar España? ¿Lo consiguieron a través del de imponer el temor?

Platón destaca la importancia de la formación de los gobernantes. Isabel y Fernando, juntos, consiguieron metas insuperables
Aunque con un enfoque diferente, en ambas obras observamos el hecho de que «a veces herimos a quien más amamos», y cómo «el sacrificio es más soportable que la tristeza» de no tener al ser amado con toda su intensidad. Hamlet pierde a Ofelia, si es que alguna vez la amó; e Isabel llega a decir: «Prefiero ser temida antes que ser amada». Háblenos sobre estas renuncias humanas a las que se ve sometido el poder.
¿Alguien sabe medir el amor de los demás, de los errores sin intención de hacer daño a la persona amada? Sacrificarse por aquello que importa es más llevadero que la tristeza que nos produce dolor y sufrimiento. Poseer a la persona amada es egoísmo y no generosidad. Hay tantas formas de amor como seres humanos. ¿Por qué excluir a Hamlet? El matrimonio de Isabel y Fernando fue más por conveniencia que por amor. ¿Renuncias personales justificadas de los gobernantes…? ¿Y las ventajas…? ¿Por qué la mayoría lucha por conseguir el poder y conservarlo a cualquier precio? ¿Es equiparable el estado de opulencia, presente y futuro, de los que consiguen y manejan el poder, al ciudadano que le privan de su presente y futuro? Afortunadamente hay excepciones.
La guerra está presente: «Lo irreparable de las guerras es que mueren los inocentes». Isabel sentía mucha responsabilidad ante ellas y llega a decir: «Vencer en una guerra civil es de lo más repugnante. La muerte del alma…» ¿La obligación por el deber justifica una guerra?
Desde tiempos remotos la guerra ha sido uno de los mayores desastres, lo más irracional que la humanidad ha producido por mucho que se justifique. Hasta en la Biblia se narra el combate de Dios, el bien, contra Satanás, el mal. Jamás entenderé la guerra cuyo móvil es el dinero, el fanatismo religioso, la ambición, el honor, la gloria… entre otros. No puedo admitir que por no vencer en una batalla se ordene lancear a los caballeros que no lucharon lo suficiente… “Preferiría la paz más injusta a la más justa de las guerras” (Cicerón).
En contrapunto, la guerra sirve para la defensa de inocentes, restituir los bienes robados impunemente, castigar acciones injustas, defenderse de un ataque o para evitar las amenazas del invasor… Puede justificar una guerra cuando no se consigue la paz y la concordia con el diálogo. “Cuando los ricos hacen la guerra son los pobres los que mueren” (Jean Paul Sartre). Los buenos gobernantes hacen lo imposible por evitar la guerra, pero como dice Shakespeare: “La clemencia que perdona a los criminales es asesina”. El deber siempre obliga.
Los espectros del rey Enrique IV, hermano de Isabel, que murió envenenado, al igual que el padre de Hamlet, rey de Dinamarca, nos evocan la idea de Shakespeare sobre «la casa dividida de la imaginación», es decir, el peligro de las visiones en la conciencia de los personajes. En el caso de Isabel esta aparición ocurre mientras está orando. ¿Su talante cristiano hace que esta iluminación tenga distintas consecuencias que en Hamlet?
Porque está orando es el mejor instante para despertar piedad y comprensión a su hermanastra cristiana y poderosa, descargar la conciencia sin disfraces. Isabel no reacciona como Hamlet tras las apariciones de su padre, ya que pide a su hijo que le devuelva el honor y la paz que le han arrebatado. Isabel no quiere escuchar a su hermano, le molesta su aparición, los sucesos vergonzosos contra natura que de sobra conocía; y trata de cerrar los oídos ante el espectro del hermano que necesita compartir su verdad sin pedirle nada a cambio.
El rey Fernando es engaño y apariencia; Isabel se entrega absolutamente a todo, aceptando incluso las infidelidades e hijos naturales de su marido. ¿Son las apariencias la llave que asegura el poder?
Nos equivocamos si no tenemos en cuenta el contexto histórico, las costumbres de la época y hasta la compraventa de bulas papales, concesiones de gracia y hasta cargos eclesiásticos, títulos honoríficos… La figura de Fernando II de Aragón y V de Castilla, lamentablemente, no ha sido lo suficientemente valorada al ser todavía el gran desconocido, anulado por los seguidores de Isabel ¿Dónde queda su lealtad, lo que fue capaz de conseguir con su buen hacer como hombre de Estado, diplomático, que luchó a la cabeza de los combates para defender sus reinos y señoríos que engrandecieron España? ¿Cuándo le devolverán la merecida corona de Castilla? Isabel fue una princesa muy solicitada hasta por Carlos de Viana, primogénito del reino de Aragón, hermanastro de Fernando, que fue rechazado entre otros príncipes… Isabel estaba muy bien informada de quién era realmente Fernando, sus hijos, sus aventuras amorosas y las óptimas cualidades para gobernar. La princesa de Castilla no era la ingenua doncella confiada que ignoraba lo que debía realizar en beneficio propio y de su pueblo. La aparente serenidad de Isabel ante la corte, cronistas y emisarios de otros reinos era la de una reina que estaba feliz y segura con Fernando, su leal y brillante esposo. ¿Es necesario guardar las apariencias a los que ejercen el poder y asegurarlo? Es beneficioso y rentable.
Consiguieron la unión religiosa de los reinos y a la vez condujeron a España a ser el país más poderoso de Europa
Era una reina culta, que heredó de sus padres los hábitos de estudiar, leer o tocar el arpa. ¿Esa sabiduría, como mujer, le dio habilidad para negociar la paz? Una actitud que es totalmente distinta a la de víctima de Hamlet.
Culta y piadosa, siempre tuvo en los libros sus mejores aliados y la lectura era su liberación y su enriquecimiento. Llegó a tener una biblioteca, donde figuraban los libros y tratados más diversos e impulsó esta inquietud por toda su corte. Convencida de que un reino culto dispone de la mayor garantía para alcanzar metas imposibles a la ignorancia, insistió en el estudio que imitaron quienes se encontraban en su entorno; se esforzó en el aprendizaje del latín, por hablar y escribir con perfección el castellano, del que supo valorar su alcance como instrumento político y cultural. Su anhelo por que el castellano fuera la lengua de tantos pueblos del mundo tras el descubrimiento de Cristóbal Colón y la religión católica como el vehículo espiritual la convirtió en la reina más admirada. En todos quienes la conocieron despertó la curiosidad por el saber y el dolor que produce la ignorancia. Isabel aportó la fe y la cultura en una época de sinrazón y violencia, intrigas, desvelos, enfrentamientos; que doblegó su voluntad a pesar de su carácter enérgico para gobernar de la mejor manera, con rigor y prudencia, y conseguir la paz; que tomó decisiones muy duras asumiendo toda responsabilidad; que fue tan odiada como amada. En Hamlet todo es obsesión, locura, oscuridad, melancolía, odio, incomprensión, victimismo…
Shakespeare, en el acto final de Hamlet, habla de providencia y de la inevitabilidad de su triunfo ante el rey, a pesar de las malas actuaciones y sus terribles consecuencias. ¿Cómo influyó en nuestra historia el final de la vida de los Reyes Católicos?
Tras vencer innumerables dificultades e intereses y conquistar Granada, último reducto musulmán, consiguieron la unión religiosa de los reinos y a la vez condujeron a España a ser el país más poderoso de Europa.
“Isabel y Fernando, rigor y prudencia pertenece al teatro histórico. He intentado no escribir otra obra más sobre los Reyes Católicos, sino hacer un análisis de su gloria, conflictos de su reinado, conquistas, y tras la muerte de Isabel, la soledad de Fernando, nuevas intrigas políticas y todo tipo de emociones para que el público o lector más exigente de teatro no quede decepcionado. Sin profanar la contextualidad, desmitifico leyendas, mitos y testimonios de cronistas palaciegos que, en lugar de favorecer a los reyes, confunden y perjudican. Decía Isabel que “un rey no tiene amigos ni familia, sólo súbditos”.

Enhorabuena! magnifico análisis de una obra que ya quiero leer…
Magnífica entrevista, muy bien preparada y cumplidamente respondida por el autor del libro.