El concejal que pidió una universidad pública para Murcia
NOMBRES QUE HICIERON GRANDE LA CIUDAD
Por Carmen García y Alfredo Francisco Salar Lumeras
En el barrio de la Fama, junto a la Consejería de Fomento y en las inmediaciones de la parroquia de San Juan de Ávila, se abre un paseo; una zona con abundante arbolado, bancos y palmeras a su entrada. Al adentrarse en él, hay un monolito en su inicio con el nombre del jardín: paseo Concejal Hermenegildo Lumeras de Castro; y bajo él, una placa de homenaje que se colocó hace ya décadas, en el primer centenario de su fallecimiento.
Vivimos rodeados de calles y plazas que llevan el nombre de personalidades murcianas ilustres. Sus discretas placas, con los nombres y apellidos reseñados, guardan la memoria de quienes han hecho más grande la ciudad. Sin embargo, no siempre sabemos la historia de quienes se han ganado un lugar en nuestro callejero. Hermenegildo Lumeras de Castro es uno de ellos. ¿Quién fue y qué logros le han merecido este reconocimiento?
Lumeras de Castro, natural de la provincia leonesa de Ponferrada, se trasladó a Murcia para ejercer como abogado en la Delegación de Fomento hacia 1860. Miembro del Partido Liberal, fue concejal del Ayuntamiento de Murcia en dos ocasiones: desde el primero de julio de 1883 hasta el 27 de junio de 1887, y del 1 de enero de 1894 al 22 de noviembre de 1896, fecha de su fallecimiento.
En las Actas Capitulares del Ayuntamiento de Murcia puede comprobarse qué asuntos le preocuparon especialmente en su trabajo político. Uno de ellos fue la salud pública: impulsó campañas contra epidemias como la difteria, el cólera, la viruela o el paludismo, muchas de ellas endémicas. Y tenía firmes convicciones. Basta ver que, en varias ocasiones, propuso que se felicitara a los gobiernos de países que habían abolido la pena capital. Además, siempre que se dictaba una pena de muerte por motivos políticos, solicitaba el indulto real. Denunció la falta de un plan urbanístico para la ciudad de Murcia, abogó por la conservación de sus monumentos y apostó por la cultura, con la iniciativa de, por ejemplo, adquirir obras de autores murcianos para la Biblioteca Municipal, o de promover la conmemoración de efemérides relacionadas con la literatura nacional y local.
Una universidad estatal para la ciudad
El concejal mostró, además, una marcada inquietud por la educación: defendió unos mejores honorarios para los maestros de Primera Enseñanza, entre otras reivindicaciones, y dio un paso más: pidió la creación de una universidad estatal en Murcia donde los hijos de las familias murcianas pudieran formarse, sin discriminaciones por el coste económico que implicaba trasladarse a otra ciudad.
Esta petición tuvo lugar en su última intervención como concejal en el periodo entre 1883 y 1887, cuando el 27 de junio de ese año trasladó a sus compañeros un encargo que quedó recogido en las Actas Capitulares del Ayuntamiento de Murcia con estas palabras:
“…el señor Lumeras aprovecha la ocasión de ser ya la última vez que se dirige desde este sitio a los concejales para hacerles varias recomendaciones. Todos los padres de familia tienen interés en que aquí exista una universidad, para que sus hijos puedan seguir sus carreras, sin necesidad de alejarse de su lado, corriendo muchos peligros a su tierna edad. Y puesto que la prensa ha dicho que el señor ministro de Fomento se halla dispuesto a consignar en los presupuestos del Estado una cantidad con ese objeto, encarga muy eficazmente a los compañeros que se quedan aquí, practiquen cuantas gestiones sean necesarias para conseguir tan beneficiosa cosa”.
Al fallecimiento del concejal, Diego Hernández Illán, alcalde de la ciudad por el Partido Conservador, pronunció un sentido discurso en memoria de su compañero de corporación, también recogido en Actas Capitulares, con fecha de 25 de noviembre de 1896:
“La gran imaginación de Lumeras, su elocuente y hermosa palabra, han estado dispuestas siempre a defender todo lo justo, todo lo noble, todo lo honrado, todo lo que ha significado beneficios de interés municipal o general. Su elocuente y hermosa palabra, repite, ha sido defensora constante del pobre y del desvalido.
Siempre que ha representado a Murcia, que han sido muchas veces, lo ha hecho bien y dignamente. Decir Lumeras era tanto como decir justicia y honradez.
Lumeras ha muerto; su voz no resonará en este recinto, pero su recuerdo vivirá siempre entre nosotros.
Las Actas de las Sesiones demostrarán a las generaciones venideras que Lumeras defendió siempre lo justo, lo noble y lo honrado. Demostrarán que ha sido un representante del pueblo, dispuesto siempre al cumplimiento del deber y de la obligación, y que si para ello se necesitaba del sacrificio, estaba siempre dispuesto a él.
Lumeras deja a sus hijos un apellido honrado, y a nosotros hechos y ejemplos que imitar. ¡Que el Dios de la justicia y la misericordia infinitas haya acogido en su seno el alma grande, noble y generosa de Lumeras!”.
Literato y colaborador en prensa
Antes de ser concejal, Lumeras de Castro ya denunciaba los problemas de la ciudad como colaborador en prensa, y más en concreto en El Diario de Murcia. Además, participaba en la llamada Reunión Literaria; la tertulia que, en torno a Pedro Pagán Ayuso y su esposa, la mecenas Leonor Guerra Albaladejo, reunía todos los viernes a nombres como Lorenzo Pausa, García Alix, Baquero Almansa, Juan Díez de Revenga, Pedro Díaz Cassou, Sánchez Madrigal o José Martínez Tornel. De esta tertulia nació El Álbum, la publicación literaria donde, de 1876 a 1877, los participantes publicaron textos y poemas, y donde Lumeras de Castro era colaborador. En sus páginas publicó, entre otros, un poema en homenaje a Cervantes, un texto en torno a la amistad, y una elegía a Leonor Guerra, cuyo fallecimiento puso fin tanto a la tertulia como a El Álbum, por ser ella quien con su personalidad lo sostenía.
Sus méritos le valieron a Lumeras de Castro la concesión, durante el reinado de Amadeo I de Saboya, de la Cruz de Caballero de la Orden de Carlos III; así como el nombre del paseo que, cada día desde su inauguración en 1987, le recuerda a Murcia que el concejal, entregado a su ciudad, veló por ella.