ENCLAVES LITERARIOS, por Santiago Delgado.
El busto de Sánchez Madrigal, en el Plano de San Francisco; la efigie de Jara Carrillo en el Jardín de Floridablanca y una cabeza de Rubén Darío, que, aunque poeta, de murciano tenía poco; bienvenido a pesar de ello, naturalmente. Tales son las estatuas de poetas que yo recuerde ahora mismo, ante el ordenador, de poetas en bronce o mármol por las calles de Murcia. Pobre, pobrísima cosecha para una ciudad como la nuestra. ¿Dónde están Polo de Medina, Saavedra Fajardo, Francisco Cascales…? que hicieron memorables sonetos ¿Dónde Vicente Medina, Ricardo Gil…? Por no hablar de los del 27 vinculados a Murcia, Jorge Guillén, Miguel Hernández, el mismo García Lorca…
Murcia no es ciudad de estatuas a pie de calle, sin pedestal. Un tipo de efigies muy realistas, que dan modernidad a la urbe. Tanto como el tranvía o las bicicletas municipales. En Cartagena, Carmen Conde o el marinero con el petate y el soldado sentado en el banco, aledaños al muelle. Pero Murcia todavía no ha cogido ese tren. Woody Allen en Oviedo o Pessoa en Lisboa, Joyce en Dublín, y tanto otros dan sentido a una ciudad. Murcia aún no la tiene. La Cultura, políticamente perspectivada no es sino captación de votos. Lástima de políticos que tienen esa idea. Y la tienen sin saber que la tienen. Murcia no tiene presencia poética permanente en sus calles.
Una estatua de poeta en las calles nos hace reconocernos a nosotros mismos. Y es un reclamo para enseñar Literatura en las calles, que los profesores bien avisados sabrían aprovechar. Jorge Guillén al pie de la Torre de la Catedral, memorando su poema a la Murcia de los años 20, vista desde arriba. Federico García Lorca junto a Miguel Hernández, en la Plaza de Santo Domingo, saliendo de la casa de Raimundo de los Reyes, en la cercana calle de la Merced, Juan Guerrero Ruiz, al lado de José Ballester, en la Plaza de Santa Catalina, como saliendo del Museo Ramón Gaya. El poeta áureo Polo de Medina, bajo cualquier naranjo de la ciudad, junto a su poema a esos frutales ten emblemáticos aquí. Cascales delante de la actual ESAD, antiguo seminario del que fue profesor. Saavedra Fajardo, por cualquier parte. Vicente Medina, aunque archenero, murciano siempre, con su “Cansera” en la mano, en san Bartolomé, por ejemplo, bajo el ombú pampero, aludiendo a su estancia en Argentina.
Esos de manera principal y casi diría urgente. Luego hay otros a los que el destino menos concesiones otorgó, pero nunca sobrarían en este elenco de bronce que digo. Sé bien que, pese a promesas pasadas, de nada vale este escrito, que ni siquiera llegará a ningún despacho municipal y espeso. Únicamente, para servir de broche a esta colección de artículos para la revista del Real Casino de Murcia, que he venido publicándolos desde el pasado septiembre, Muchas gracias.
@sanmadelmar