España participa en una misión internacional de formación al ejército iraquí en su lucha contra el Daesh. Torres del Pliego, capitán de la III Brigada Paracaidista, habla de las estrategias y dificultades que se han encontrado.
Por Concha Alcántara. Fotos: BRIPAC.
Hay victorias que se logran sin tener que lanzar un solo disparo. Es lo que consiguió el Estado Islámico en Mosul en 2014. Una de las ciudades más importantes de Irak, con más de dos millones de habitantes, se deshizo como un azucarillo ante la amenaza del Daesh. “Cae porque el ejército iraquí abandona las armas. Tiene una derrota moral previa a combatir”, explica el Capitán de Infantería Pablo Torres del Pliego, de la III Brigada Paracaidista ubicada en Jabalí Nuevo, sobre esta sorprendente derrota. Nadie quiso luchar. El ejército huyó y dejó a los habitantes a su merced. “Les convencieron de que iban a acabar con todos”.
La lucha contra el Daesh fue el tema protagonista de la conferencia que Torres del Pliego ofreció en el Real Casino de Murcia con motivo del Día de las Fuerzas Armadas que se conmemoró el 28 de mayo. El ejemplo de Mosul ilustra a la perfección el estado en el que encontró al ejército iraquí hace un año cuando llegó como instructor en una coalición internacional liderada por Estados Unidos con el fin de dar formación y apoyo logístico. “Era un ejército deshecho”, describe de forma taxativa. “Pensaban que el Daesh era superior, casi super hombres, con creencias exageradas como que eran capaces de disparar con fusiles a 8.000 metros, algo completamente imposible”.
España decidió formar parte de esta misión el año pasado y en tres meses los instructores estaban sobre el terreno. Gracias a la rapidez con la que se ejecutó el proyecto pudieron unirse a 50 formadores de Estados Unidos, Gran Bretaña y Portugal en uno de los mejores centros de adiestramiento de Irak, el de Beshmaya, al sureste de Bagdad, construido por los americanos en la época de ocupación y que estaba infrautilizado por el ejército iraquí hasta ese momento. Un lugar “privilegiado”, como señala Del Pliego, donde cada dos meses y medio se forman unidades de 1.500 iraquís. Cada dos instructores se ocupan de formar secciones de 40 hombres “que son capaces de actuar por sí solos y llegar a hacer operaciones”.
“Nos marcamos unos objetivos de qué es lo que queríamos conseguir y a partir de ahí trazamos un plan de entrenamiento”. Se trata de un programa intensivo que incluye preparación física, instrucción y teoría seis días a la semana durante 8-10 horas diarias. “Se queda corto. Echaríamos muchas más horas. Para conseguir eso aquí empleamos más semanas de instrucción”, asegura.
Una de las claves de esa formación ha sido trabajar la psicología y el liderazgo de los mandos, “que crean en sus posibilidades”, y convencerles con pruebas de que el Daesh no es invencible. No ha sido fácil pues en esa guerra psicológica lleva ventaja. “Son muy poderosos en los medios. Ellos aíslan una zona y se hacen con el control de todas las comunicaciones. Hacia fuera hacen mucha propaganda en inglés para captar nuevos miembros a nivel internacional y dentro la campaña es solo en árabe y busca la derrota moral”. Del Pliego señala que hasta Occidente se ha quedado atrás en este sentido y que parecen expertos en comunicación y marketing. “Es un mensaje claro para el establecimiento de un estado y la expansión del califato. No permiten que haya un periodista internacional informando libremente. Cuesta mucho que salga información de las zonas que ellos controlan”.
Otra de las complicaciones es la relativa a la confianza de los iraquís. Dentro de la misión solo podían moverse de base en base y trasladarse vía aérea por la noche. El objetivo era que pasaran desapercibidos ya que la población no percibe bien la llegada de occidentales después de los años de ocupación. “Al principio tenían muchas reticencias. Te ven como un occidental y punto”. EEUU quitó un dictador pero gestionó de forma muy irregular la ocupación. Escasez de alimentos, inseguridad, casos de torturas… «Irak era un país relativamente avanzado en comparación, por ejemplo, con Afganistán. Ahora todo está por hacer con la particularidad de que hay gente que luchaba contra los americanos que ahora lucha en el ejército iraquí con la instrucción de éstos. Es complicado”.
A pesar de sus reticencias iniciales, la relación, al menos con los instructores españoles, acabó siendo buena. Dice Del Pliego que es gracias a la empatía de nuestros soldados, porque “sabemos sentarnos a comer con ellos en el suelo con las manos, jugar un partido de fútbol o trabajar durante muchas horas. Incluso hemos trabajado sin traductor y nos hemos entendido”. Y destaca varias virtudes de los iraquíes, entre ellas la hospitalidad que tienen, “que es tremenda”, el respecto que les han mostrado y “la capacidad que tienen de sufrir y seguir con una sonrisa permanente. Te sorprende”.
La formación que han llevado a cabo ha dado sus frutos después de un año. “Les hemos tenido que convencer de que son capaces de derrotarlos. Aún queda mucho trabajo pero las unidades que han pasado por el centro de formación ya creen en sí mismas”. A finales de 2015 consiguieron estar de nuevo a las puertas Mosul dispuestos a luchar y han conseguido ciudades tan importantes como Ramad y reconquistado parte del territorio perdido. “Al Daesh se le va a derrotar pero no será una cuestión de meses. Es un trabajo largo, y se tienen que convencer ellos mismos, pero sí que pueden”.