CICUTA CON ALMÍBAR. Por Ana María Tomás.
Más de una vez he comentando que hay un programa diario en una de las cadenas de televisión que actúa en mí como si me metiera un soplete por la venas, vamos, que me enciende la sangre las más de las veces. Pero, no obstante, no dejo de verlo, cada vez que puedo, porque me da la temperatura bastante real de cómo está una porción de nuestra sociedad.
Hace unos días, en uno de esos programas, de venas y arterias, salió una chica espléndida en carnes, de unos cuarenta y pocos años, mandando mensajes de amor a su marido, un “señor” de ochenta y algún año.
La mujer hablaba con desasosiego y ciertos celos, y mi mente, no sé por qué, se imaginó a un marido mayor, sí, pero tierno y encantador; o, tal vez, menos encantador pero un “peaso maromo” tipo Sean Connery en su incipiente octogenario año.
Bien, pues cuando salió el tipo (no le puedo dar otro calificativo) no solo no era una perica en dulce, sino que era un membrillo aspero y “esaborio”, un cortito mental, que, por cierto, a ella le llegaba al hombro. Le habló con la mayor prepotencia posible, con un desprecio inaudito ante las cámaras, y no solo no valoró el gesto de ella, sino que lo ninguneó.
2017 fue el año con mayor número de denuncias machistas registradas, 166.620. Sin embargo, en demasiadas ocasiones, la denuncia es retirada
Yo me tuve que dar en la barbilla para cerrar la boca porque se me quedó abierta de par en par. Mi pregunta no era ya cómo se había atrevido, conociendo al energúmeno, a arriesgarse al escarnio público, sino cómo era posible que una chica joven y guapa estuviera con un tipo tan despreciable. Aunque sé que la respuesta es sencilla, en un primer momento, enamoramiento (ese cabrón ciego), que no amor (el amor es otra cosa), y después, tiempo. Con tiempo este tipo de cucarachas van minando la autoestima y la dignidad de la mujer hasta dejarla desprovista de ellas.
2017 fue el año con mayor número de denuncias machistas registradas, 166.620. Sin embargo, en demasiadas ocasiones, la denuncia es retirada. ¿Qué extraño o tortuoso sentimiento puede conducir a una mujer maltratada a quitar una denuncia después de haberla puesto? ¿Qué sombríos miedos pueden llevar a una mujer a la negación de la propia libertad en aras de una incomprensible sumisión?
“La quería más que a mi vida” o “era para mí o para nadie”, suelen ser las frases lapidarias que utilizan algunos asesinos después de haber acabado con la vida de su pareja. Algunos, incluso intentan suicidarse después, aunque ningún canalla lo hace al revés, es decir, suicidarse primero.
La prensa nos despierta muchos días, demasiados, con las noticias de mujeres muertas a manos de sus maridos. Y eso no solo no es bueno de manera intrínseca, sino que hace que aquello, que en un primer momento nos resulta impactante, termine por hacer callo en nuestras emociones.
El amor no debería doler, suelen decir algunos. Qué difícil, sobre todo es esta cultura en donde los cuentos terminan cuando llegan las perdices que es justo el momento en el que todas las historias de amor contadas deberían comenzar.