De Murcia al cielo. Por Carmen Celdrán
Hablar de Fortuna es ponerle su banda sonora, es inevitable. De repente viene a mi mente la cantata Carmina Burana compuesta por Carl Orff:
O Fortuna Oh Fortuna
Velut luna como la luna
Statu variabilis De estado cambiante
Semper crescis Siempre creces
Aut decreces. O decreces.
Y es que la fortuna puede cambiar. Eso mismo ocurrió en 1981 cuando se descubrieron los textos latinos en la Cueva Negra.
Un Bien de Interés Cultural con categoría de monumento y cuyas inscripciones son consideras el conjunto epigráfico más importante del Imperio romano.
Se encuentra ubicada en la Sierra del Baño, a unos tres kilómetros de Fortuna, en un promontorio de unos cuatrocientos metros, un santuario ibero-romano que alberga tres abrigos rocosos. Esta cueva es muy especial, ya que es el único lugar (junto a Turquía) que cuenta con restos de pintura roja, llamada tituli picti, y en ella se pueden leer textos latinos del siglo I y II d. C inspirados en la Eneida.
Los versos fueron difíciles de traducir debido al fondo natural. Algunos versos hacen alusión a las ninfas, que están relacionadas con las fuentes o manantiales:
Aguas de las ninfas
otros fuegos sí apagáis
en cambio, a mí junto a las fuentes
me abraza el más intenso amor.
Con el paso del tiempo llega el “homo sapiens” que no evoluciona favorablemente. Se dedica a ensuciar con grafitis los monumentos que son patrimonio de todos, dejando una huella imborrable de sus neuronas. También estos mismos dejan un paisaje sucio con restos de botellón y basura, para demostrar de nuevo la necedad del ser humano. Las actitudes dañinas no se pueden normalizar, hay que denunciar todo tipo de hechos malvados contra el patrimonio, ya que pueden causar un “efecto llamada”.