¡LOS TEMAS DE SALUD SON PALABRAS MAYORES!

SALUD EN EL ANTROPOCENO. Por María Trinidad Herrero.

Se dice que cada ser humano puede realizar 35.000 decisiones cada día y cada decisión implica la selección de una opción entre muchas otras posibilidades. Habitualmente seleccionamos la que esperamos que nos satisfaga, que tenga un valor, que sea útil y que nos ofrezca las expectativas más convenientes. Sin embargo, aunque creemos que somos racionales, la mayor parte de las decisiones están guiadas por las emociones y, tanto cada selección como nuestras actitudes, están moduladas por las opiniones de los expertos.

La persuasión es la influencia social en la toma de decisiones de los otros, logrando cambiar sus respuestas y acciones. La persuasión ha sido y es estudiada en el campo de la psicología social, en la neuroeconomía y en el neuromarketing aplicado a diversas materias.

El ser humano, como todos los animales, busca la supervivencia también en la jungla de cristal. Las decisiones “económicas” de nuestro cerebro persiguen el equilibrio entre las ganancias y las pérdidas: ganar lo máximo y perder lo mínimo. Así, los circuitos cerebrales tienden a elegir lo menos peligroso, pero en ocasiones (muchas veces) podemos ser engañados, sobre todo cuando la afluencia de información es exagerada.

Además de la pandemia, hemos vivido una infodemia: una avalancha de noticias que contenía mensajes contrastados y científicos, pero que también estaba plagada de mensajes de realidad dudosa que eran publicados sin control

Los consumidores, la población en general, hacemos caso de las personas que tienen nuestra confianza. Centramos toda nuestra atención en sus comentarios y les damos valor, porque hay una predisposición previa y positiva a sus posiciones. Y si estas son congruentes, les recompensaremos con nuestra decisión favorable a sus tesis. Tradicionalmente, se piensa que una persona persuade porque tiene conocimiento demostrable de lo que habla, un individuo con buena reputación, que puede ser creíble y en el que se puede confiar, independientemente de la bondad (o no) de lo que “vende”. Es interesante ver que cada vez más se utilizan “influencers” y celebridades para vender productos e ideas, y que se han profesionalizado. Los hay muy sensatos, pero el peligro acecha cuando, amparándose en la libertad de expresión, se hace creer que son expertos, aunque no lo sean, en temas tan delicados como los sanitarios. Así, pueden persuadir a sus seguidores para consumir un producto, que aumentará sus ventas, pero cuyos efectos han podido no estar científicamente demostrados.

En el siglo XXI, vivimos en un mundo hipercomunicado repleto de mensajes persuasivos que van desde los anuncios publicitarios de moda o de compra de bienes y servicios a las comunicaciones sociales y/o políticas. Esos mensajes son utilizados por expertos, pero también por pseudoexpertos que la mayoría de la audiencia afín a ellos quiere creer que lo son. Durante la pandemia hemos visto como, semana tras semana, personas que no eran expertas en la materia enviaban mensajes que podían cambiar la opinión de miles de individuos. De hecho, además de la pandemia, hemos vivido una infodemia: una avalancha de noticias que contenía mensajes contrastados y científicos, pero que también estaba plagada de mensajes de realidad dudosa que eran publicados sin control y que, en algún caso, han dado lugar a comportamientos aberrantes cuando algunas personas creían en esas soluciones erróneas para superar la crisis sanitaria. Esta situación persiste, se ha convertido en costumbre, y hay que extremar las precauciones agudizando la lectura crítica.

La persuasión es un arte, pero son también técnicas para “jugar” con el sistema emocional humano y la toma de decisiones. Existen verdaderos profesionales que lo transforman en técnicas que aplican a todos los campos: desde la publicidad o la venta de productos de consumo a las votaciones en unas elecciones políticas. Pero cuando se atreven con temas que afectan a la salud de la población, como sentar cátedra sobre dudosos hábitos de vida saludable o actitudes ambiguas ante la pandemia, el confinamiento o las vacunas, ahí habría que intervenir porque con la vida y la salud humana no se juega (o no se debería jugar).

María Trinidad Herrero.

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