MI PUNTO DE VISTA. Por Pilar García Cano.
Comienza un nuevo curso escolar con la presencialidad plena de los escolares en los centros de enseñanza, algo muy necesario, sobre todo, para las etapas de Educación Infantil y Primaria. Sin embargo, la Consejería de Educación aún no ha evaluado -ni explicado- las consecuencias que ha tenido en el alumnado la no presencialidad total del curso pasado, así como la enseñanza online, que sufrieron con mayor dureza los sectores sociales más desfavorecidos.
Hemos sido la única Comunidad Autónoma con esta situación, sin causa justificada alguna, ya que la epidemia y sus consecuencias sanitarias no han sido diferentes en nuestros centros a los del resto de Comunidades que optaron por la presencialidad. El profesorado ha llevado una carga muy alta de trabajo sin ayuda alguna.
Sabemos que la brecha social que arrastraban las clases sociales más desfavorecidas desde la crisis de 2007 se ha agravado con la pandemia, y así lo confirman las ONGs que han trabajado directamente con las familias. El Comité de los Derechos del Niño también nos dice en su informe de España de 2018 que están seriamente preocupados «por la poca inversión en la infancia y el efecto negativo de la reducción y de la inversión pública con respecto a los niños desfavorecidos o marginados, incluidos los niños de bajos ingresos”.
Este curso se deben contratar “docentes Covid”, imprescindibles para que los alumnos puedan ponerse al día y recuperar los contenidos que no han podido alcanzar con la pandemia
En Murcia, la Consejería de Educación ha desmantelado la educación compensatoria. No se combate la pobreza infantil a través de un plan específico, contemplado en los presupuestos aprobados en la Asamblea Regional. Aquí la Consejería pone su mayor interés en defender la incorrectamente denominada “libertad de elección de centro”, que tiene como consecuencia, por ejemplo, que una familia que vive en Cieza –donde hay dos colegios concertados religiosos a los que pueden asistir niños gitanos o emigrantes- opte por solicitar plaza en los Maristas de Murcia, colegio de tradición histórica elitista, y que no tiene en la actualidad profesorado religioso, situado a 40 kilómetros de su domicilio, pudiendo así desplazar a escolares de otra familia que sí viva cerca de ese centro. Este modelo de planificación de escolarización para rentabilizar los recursos no tiene cabida y nos retrocede muchos años a una sociedad clasista, pagada con fondos públicos.
En el presente curso, desde mi punto de vista, deben contratarse “Docentes Covid” para aquellos centros que el Servicio de Inspección informe su necesidad, al considerar que son apoyos imprescindibles para que los alumnos puedan ponerse al día y recuperar los contenidos que no han podido alcanzar con la pandemia. También debe revisarse la burocracia que se pide a los centros, eliminando papeleos que entorpezcan el trabajo en el aula. Según el último informe Pisa de 2018, es una queja mayoritaria de los profesores. Un buen servicio de Inspección de Educación visitando centros sería suficiente.
Hay que trabajar fundamentalmente, este curso, las emociones en los escolares para su desarrollo integral tras un tiempo complicado, como son la honestidad, la gestión de la frustración, la integridad, el afán de superación, la iniciativa, y el autocontrol entre otros, que permiten desarrollar la inteligencia emocional, factor clave para que los escolares construyan en el futuro una sociedad más humanizada.