“LOS OBJETOS HABLAN”

MÁGICAS PALABRAS. Por Consuelo Mengual.
En el fondo de nuestro ser todos necesitamos conocer nuestros orígenes, qué fue de nuestros antepasados, saber de nuestra familia y de nuestra tierra. Pues eso es lo que hermosamente ha conseguido el escritor Manuel E. Mira en “El murmullo del tiempo”, una novela de muy agradable lectura que descubre al lector todos los tesoros, costumbres y leyendas de nuestra ciudad a modo de crónica de nuestras tradiciones, para no ser olvidadas. Elegido Libro Murciano del Año 2014, nos brinda en sus páginas una entrañable historia de generaciones pasadas para generaciones futuras. Dialogando sobre su novela nos aproximamos al escritor murciano José Frutos Baeza, quien en 1909 escribe “El ciudadano Fortún”, novela que cuenta unos sucesos históricos ocurridos en Murcia entre los años 1815 y 1824; y cuya historia implica también un acercamiento a las usanzas que imprimen la identidad de nuestro lugar.

¿Es Murcia una ciudad novelable? Se escribe sobre la vida y Murcia tiene mucha vida. Caminamos por calles y plazas donde todavía están las pisadas, las huellas, las voces de los que nos precedieron. Los nombres de las calles nos hablan de aquellas personas que antes estuvieron aquí. He nacido a la sombra de la Catedral y me siento muy querido en Murcia. Presumo de Murcia en mis viajes como la mejor ciudad e incluso tengo mi itinerario de paseo para los amigos que me visitan y quedan gratamente sorprendidos.

Se percibe una cuidadosa investigación detrás de cada detalle que cuenta. Tenía un huerto donde he vivido todo lo que cuento, todo lo conocía por mi propia experiencia. Pero es cierto que he cuidado mucho documentarme con fiabilidad de las costumbres que narro (la fiesta de San Blas, “romper el baile”, el mal de ojo y los curanderos, la matanza del cerdo, los cantos de los Mayos, la historia de los pasteles de carne, el hilo de Murcia con Cuba, entre otras).

El toque de conjuros es una de las tradiciones perdidas. Sí, la campana de conjuros tocada todos los días desde el 3 de mayo (día de la Santa Cruz) al 14 de septiembre (día de la Exaltación de la Santa Cruz, que coincide con el fin de la Feria de Murcia). Yo subí a la torre de la Catedral con la última campanera que los tocó hace cincuenta años. Tenía un efecto positivo sobre los ciudadanos, su voz consolaba y animaba a poder seguir escuchándolas al año siguiente como signo de seguir con vida.

¿Habría que recuperarla? La Iglesia tiene una voz interna, los órganos, cuya música se escucha en silencio a la luz de las vidrieras; y una voz externa, las campanas, que hablan a todo el pueblo. La Campana del Conjuro tocaba en los momentos claves de cada día: al despertar (“levanta, Dios te ayuda”), al mediodía (“sigue trabajando con ánimo”), al atardecer (“descansa con paz”). Dirigía las etapas del día y tenía la capacidad de cambiar las malas intenciones. Todos los 14 de septiembre se organizaba un concierto. Sería hermoso poder volver a escuchar esa campana con toda su simbología. Es que olvidamos muchas de nuestras cosas. Por ejemplo, una ópera del murciano Enrique Granados, “Maria del Carmen”, ha sido estrenada fuera de Murcia y aquí no la conocemos.


«He estado escribiendo la novela desde el año 2012, lleno de momentos de intensas emociones generadas por el recuerdo»


¿Qué le emociona? Me emocioné mucho al saber que entre los últimos de Filipinas había dos murcianos; también la riada de Santa Teresa, el dolor y la pionera ayuda humanitaria que generó. He estado escribiendo la novela desde el año 2012, lleno de momentos de intensas emociones generadas por el recuerdo. Al principio escribía relatos pero mi punto de vista cambió cuando vi una foto de Juan Ballester de un corpiño del siglo XIX y, mirándola, me dije: “Ahí dentro hubo una mujer”. Y ahí vi a Antonia, la protagonista. Tocaba las piedras de la Catedral y me decía: “Ahí ha habido una vida de trabajo, con sus amores, sus problemas,… Y ahí está ahora esa piedra que me habla, el espíritu de esa persona está ahí”. Nada es anónimo. Y yo lo veo, lo siento. Los objetos hablan.

Efectivamente, de un arca van surgiendo los objetos que permiten al abuelo contar a sus nietos las historias familiares. Una técnica literaria similar a la utilizada por Frutos Baeza quien, mediante el hallazgo de unos papeles antiguos, se sirve de ellos para su narración. Se produce un diálogo generacional interesante y la noche tiene un misterio especial para contar los relatos. Esas noches de verano interminables en las que había comunicación las echo en falta hoy. Esta novela es el relato de nuestras vidas de ayer para que no se pierda. Y los objetos son la forma de evocar el recuerdo. El arca simboliza la vida, los recuerdos, los sentimientos. Hoy sería la mochila que llevamos a nuestra espalda.

También se valora de la novela el acertado reflejo del ambiente, el buen manejo de los elementos reales y ficticios y la humanidad en la mirada con la que se observa a los que nos precedieron. He sido capaz de mirar con sus ojos a través de los objetos y ponerme en su piel, que en realidad soy yo con lo que he vivido. Todo tiene una razón de ser, todo es una consecuencia. No creo en la casualidad, las cosas están escritas. En mi próxima novela, ambientada en el mundo serfardí de Murcia, hay una frase que condensa esa idea: “La razón de las cosas está escrita en la última línea”. ¿Quién ha escrito nuestra vida? La vida es un círculo. En la ancianidad hay un retorno a nosotros mismos, al niño que fuimos, vemos nuestra propia espalda. La historia existe aunque la ignoremos. Si la descubrimos, nos ayuda a encontrarnos.


«¿Quién ha escrito nuestra vida? La vida es un círculo. En la ancianidad hay un retorno a nosotros mismos»


Frutos Baeza articula los recuerdos personales a través de las vivencias del protagonista Montoya como un recurso a la memoria del pasado. Entre los suyos están los sonidos de la huerta, ¿a qué suena la huerta? La huerta tiene sonidos durante el día (los pájaros, la chicharra), los del atardecer (el crujir del limonero al contraerse cuando cae el sol), y los de la noche (los roedores). Es una música que nunca se repite, nunca es igual. La huerta está viva y también habla. Y me sugiere mucho el murmullo del agua, de las acequias.

“El amor va más allá de quienes lo sienten y siempre alcanza a más personas”, dice una frase de su novela. Cuando te sientes amado empiezas a amar, el amor que se recibe sale a los demás, empuja la maldad.

Aceptar la muerte es heroísmo, nos dice. Yo soy limitado, acepto que no soy otro distinto a mí. Yo soy de verdad cuando me quito las capas de cebolla. Hay que ser muy héroe cuando te ves solo, pequeño.

¿Qué guiño literario le realiza a Frutos Baeza? Precisamente incluyo a su personaje, el zapatero Lorenzo Fortún, simpático y liberal, que en su casa acogía una tertulia de carácter político, el “Casino del Agua”, asiduo al Café del Arenal, y que tras la prohibición gubernamental de representar comedias en Murcia, acogía también a los cómicos para que hicieran teatro en su casa.

“El murmullo del tiempo” ha sido un revulsivo para que se escriba más sobre Murcia, para que nuestro paisaje y personas sean protagonistas de la literatura en el mundo. Como dice Manuel en su novela, “siento los espíritus de los que nos precedieron. Ellos no han muerto, sólo habitan fuera de nuestro tiempo”.


Consuelo Mengual.

3 comentarios en «“LOS OBJETOS HABLAN”»
  1. El afecto y la bondad generan siempre amistad y esta novela además de acercarnos a nuestras raíces, nos acerca a nuestros sentimientos positivos.
    Gracias Enrique, sigue en mi recuerdo las buenas vibraciones de la Tertulia Literaria que celebramos contigo en Espinardo en la cercanía de la Navidad.

    • La recuerdo con mucho cariño. Un Club de Lectura muy ameno, numeroso y bien dirigido. Fue una velada entrañable (y con dulces murcianos de los buenos 😉 )

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