LA ALIMENTACIÓN INFANTIL, UN PROBLEMA GLOBAL EN EL SIGLO XXI

MI PUNTO DE VISTA. Pilar García Cano. 

La Organización Mundial de la Salud nos alerta de los peligros para las sociedades más avanzadas de la obesidad infantil como la gran pandemia del siglo XXI, por las complicaciones sanitarias que dicho problema trae consigo.

De entre las adicciones consideradas nuevas, la comida es una de las más controvertidas, ya que la necesidad de alimentarse es un deseo primario para subsistir y, por lo tanto innato, pero ¿puede ser adictivo un deseo primario?

Nicol Avena, neurocientífica del Hospital Mount Sinaí de Nueva York, ha mostrado que si se les permite, las ratas engullen azúcar sin cesar y que desarrollan tolerancia, ansia por consumirla y abstinencia, igual que cuando se les engancha a la cocaína. También nos dice que los alimentos ricos en grasas y los productos superprocesados, como la harina refinada, pueden ser tan problemáticos como el azúcar.

En España, los pediatras nos alertan del aumento de la obesidad infantil, atribuyéndola por un lado, al mayor consumo de alimentos procesados, ricos en grasas y azúcares, como la bollería industrial entre otros, junto con la disminución de frutas, verduras y legumbres en la dieta diaria; y a otro factor determinante, como es la falta de ejercicio originada por el uso de sistemas informáticos como elementos de distracción, para que no molesten los niños, o para que coman.

La psicóloga Amaya Terón explica que si se les pone una película en una tablet, no solo lo devoran todo, sino que ni siquiera miran lo que hay en el plato, no son conscientes de lo que están tomando ni de su sabor, no sienten cuándo se sacian, ni toman conciencia de cuándo tiene que parar, no aprenden a hacerlo. El resultado es un aumento de la obesidad entre los niños.

En los años 90 del siglo pasado la necesidad voraz de surtir las grandes cadenas alimentarias de productos competitivos y en base a una economía global, países del llamado tercer mundo vieron como se talaban sus bosques y se alquilaban sus campos para una agricultura de alto rendimiento, sin que ellos pudieran tener acceso a los productos en ellos cultivados.


HAY COSAS QUE ESTAMOS HACIENDO MAL SI NUESTRA SOCIEDAD NO PROTEGE A LA INFANCIA DE UNA PUBLICIDAD VORAZ QUE INDUCE AL CONSUMO DE ALIMENTOS POCO NUTRITIVOS Y CON POTENCIAL ADICTIVO, CUYO ABUSO PUEDE GENERAR JÓVENES ENFERMOS Y ADULTOS POCO PRODUCTIVOS


La industria financiera descubrió también en estos años el mercado de la alimentación. Los “lobistas” consiguieron que se les franqueara el acceso a la comida del mundo. Los pobres gastan el 70 % de sus ingresos en comida y 8.500 niños mueren cada día por desnutrición. Las organizaciones humanitarias y el Papa Francisco han denunciado que son víctimas de las guerras, del terrorismo, del cambio climático y la corrupción, y también lo son de un mercado global con el que otros se enriquecen: la especulación en bolsa.

Michael Y. Puma, científico de la NASA, nos dice que el mundo produce suficientes alimentos para todos, pero que el sistema globalizado de alimentación, en el que muchos países dependen de las importaciones, tiene riesgos y no solo para los países pobres, sino para todos, alegando que la mejor forma de producción de alimentos, en la medida de lo posible, es en el mismo lugar donde son consumidos en pequeñas explotaciones agrarias.

¿Podemos hacer algo para cambiar este panorama? Considero que hay cosas que estamos haciendo mal si nuestra sociedad del bienestar no protege a la infancia de una publicidad voraz, que contrarresta la educación alimentaria de maestros y familias, que induce al consumo de alimentos poco nutritivos y con potencial adictivo, de cuyo abuso puede degenerar que sean jóvenes enfermos y adultos poco productivos. Y si además, en base a una economía global contribuimos a que otros niños de países pobres, que también son nuestra responsabilidad, pasen hambre y desnutrición, por lo menos, ante semejante panorama, debemos pensar: ¿qué podemos hacer?


Pilar García Cano

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