ENTREVISTA AL ESCRITOR Y PROFESOR BASILIO PUJANTE
MÁGICAS PALABRAS. Por Consuelo Mengual.
La literatura sirve también para subvertir porque invita a pensar. Eso nos provoca el escritor y profesor Basilio Pujante en cada uno de los relatos de “El peso del hielo” (Boria Ediciones, 2020), reencontrándonos con la elocuencia de lo importante mediante una prosa clara y unas narraciones muy bien construidas. Estos cuentos tienen algo de epifanía que nos concierne, al igual que ocurre con los “Relatos inventados” (Anagrama, 1994) de Enrique Vila-Matas, mediante una identificación permanente del autor a través de su memoria.
¿Qué nos aporta el título de su obra? Para Vila-Matas los relatos nacen como comentarios de otros libros.
En realidad no es el título de ningún relato pero sí aparece en uno de ellos. “El peso del hielo” representa las vivencias que llevamos encima, la carga de la experiencia, la nieve sobre el abrigo. Es una metáfora de todo lo que luchamos pero que, a pesar del frío, podemos calentar y atemperar. Y unido a la dedicatoria que hago a una pareja de amigos que superaron juntos el proceso de cáncer de ella, evoca también ese tiempo que se enquista pero se supera. El amor que derrite el hielo. Por ello, el título del libro es algo que queda en el aire, aunque no se explicita. Y lo que he leído inspira también el tono de mis relatos.
“Hay que escuchar a la gente, en ellos están todas las historias posibles”. ¿Por qué nos gusta que nos cuenten historias? Vila-Matas exploraba a través de la ficción y el autoconocimiento su propia “automitografía”.
Contar y escuchar historias es una pulsión del ser humano, es una manera de entender el mundo. Los cuentos nunca desaparecerán porque sintetizan nuestras experiencias. Contamos para contarnos. Todos somos cuentistas. Y, como lectores, tenemos necesidad de recibir historias para introducirnos en el mundo de la ficción. Escuchar nos traslada a otros mundos. El mundo de la ficción vive con el nuestro. Como escritor, mi autoconocimiento me ayuda a probar cosas más literariamente.
“LOS CUENTOS NUNCA DESAPARECERÁN PORQUE SINTETIZAN NUESTRAS EXPERIENCIAS. CONTAMOS PARA CONTARNOS. TODOS SOMOS CUENTISTAS”
No hay un cauce presentador ni inductor, el lector aborda los relatos por sí mismo. La profesora Carmen Pujante, en la contraportada, nos deja intrigados al llamar “dichoso” al lector tras su lectura.
Así no predispongo al lector. No me gustan los prólogos laudatorios y tampoco los prolíficos (excepto cuando se trata de libros clásicos). Prefiero conocer yo la historia directamente sin condicionantes. La contraportada es una invitación a la lectura. Así, los cuentos se valoran por sí mismos y, al mismo tiempo, como un todo. Porque es importante, ante cuentos tan variados, el orden, la diversidad temática, de tonos, de voces narradoras.
¿Qué leyenda hay detrás de un “escritor maldito”?
Sobre los escritores amateurs (aquellos que trabajan, son leídos por sus amigos y poco más), hablo del sarcasmo de creerse un escritor cuando no puedes dejar tu trabajo. Yo mismo podría ser uno de ellos. Es un juego de espejos, de autoficción: jugar con la imagen que nosotros tenemos de nuestros propios libros.
Un cuento ha de contener la elocuencia de lo importante ¿Cómo aligerar la gravedad?
Para quitar gravedad a una historia fuerte utilizo un tono poético, está muy pensado para dar una imagen casi de magia, una bruma de sueño onírico a pesar de la dureza de los hechos.
¿Qué implica ser profesor de Lengua y Literatura hoy? Escuché a Manuel Vilas decir que ir a dar una clase es ir a una fiesta, todo debe ser alegre y ansiar tanto enseñar como aprender.
Jugando con la B de mi nombre, creé un personaje parecido a mí pero que no soy yo. Yo soy más positivo y optimista. Tendemos a idealizar el pasado, pero también antes había buenos y malos alumnos, como ahora. Hay alumnos muy buenos. También la sociedad lee poco. Curiosamente son las mujeres marroquíes las que más libros leen prestados de la biblioteca y les gusta escribir en redes sociales (Wattpad). Hay muchos alumnos que leen y escriben ahí.
¿No estamos preparados para las malas noticias?
Nos cuesta. Lo que más ha sacudido la COVID son nuestras certezas, hacer planes. Nos creíamos invulnerables. El mundo es muy endeble. Antes un cambio pasaba a nivel individual pero ahora es para todos, de manera colectiva. Y los cambios de la vida son lo que escribimos. La monotonía no atrae. Las malas noticias son cambios, pequeños motores narrativos.
¿Hemos perdido el deseo de observar?
Me gusta mucho observar, imaginar historias. Observar a otro te ayuda a comprender el mundo en el que vivimos y no perder de vista la realidad que las redes sociales edulcoran. Un aeropuerto es fascinante, cada uno viene de su lugar, con sus obligaciones, sus problemas, sus razones,… todos tan diferentes.
«LA ESCRITURA ES UN ACTO INDIVIDUAL CONTRA EL DESÁNIMO Y LA PEREZA»
La guerra nos hace comprender cuántas historias se rompieron. ¿Somos una especie tan autodestructiva?
Soy optimista pero la guerra está ahí. Quería mostrar cómo los grandes movimientos bélicos influyen en las vidas cotidianas de las personas; cómo la Historia con mayúscula influye en la historia con minúscula. Es también un homenaje a las mujeres de posguerra que quedaron solteras.
¿Se nos va la vida sin vivirla?
Todo lo contrario, no valoramos la rutina, nos fijamos más en los conflictos. Lo más feliz es la rutina, una rutina positiva que sólo estimamos a posteriori.
¿Qué es difícil?
Es tan difícil tomar decisiones en la realidad, pero la Literatura te permite crear dos historias paralelas y ver las dos versiones. Cada decisión tiene distintas consecuencias. Es el género de la ucronía: ¿Qué hubiera pasado si..?
La preocupación por la estructura es determinante en Vila-Matas, así como la idea de perderse en el ensayo.
La estructura tiene que estar pero no se tiene que ver, como los cimientos de un edificio. El lector tiene que ver el relato como una evolución, la situación del principio al final no es la misma, para eso está la estructura como transición. Hay diferencias entre narrativa y ensayo. En su justa medida, desconfío de la reflexión. La reflexión ha de ser implícita.
Él tiene fe en la escritura.
Sí, la escritura es un combate contra uno mismo, hacer puño (como los boxeadores al saco de arena). La escritura es un acto individual, contra el desánimo y la pereza.
¿Hay que renegar de la autoficción para abrazar únicamente la ficción?
¿Hasta qué punto te quitas tu capa propia? Es muy débil la frontera entre ficción y autoficción. Está muy cerca, son todas nuestras experiencias. El autor no puede disociarse, siempre hay algo de él en el relato. La autoficción es más un juego para el lector. Al final la ficción es construcción de perspectiva. La verdad nadie la tiene.
Remueve al lector con incertidumbres.
La Literatura tiene que ser una puerta abierta, incertidumbre pero con herramientas, no un puzle ya terminado, sino al que le faltan algunas piezas. El lector implícito tiene que completar esos huecos.
¿Y si nos prohibieran leer?
Se valoraría mucho más. Hace falta que te prohíban algo para valorarlo. Cuando ha habido censura, más éxito de ventas. Leer sería entonces como algo subversivo, como un acto solitario, antisocial, que no tiene rédito económico. La lectura placentera es algo moderno.
“Dichoso el ignorante, pues desconoce el peso del hielo y de él será este libro” (Carmen Pujante), y dichoso Basilio por haberse atrevido a derretirlo.