Hotel Reina Victoria

MESA CAMILLA. Por Paco López Mengual.

Como la mayoría de capitales españolas, Murcia también pudo jactarse de tener uno de esos glamurosos hoteles en donde hospedarse los artistas, nobles, intelectuales y toreros que visitaban la ciudad: el Hotel Reina Victoria. Desde el Marajá de Kapurthala a Ernest Hemingway, pasando por Antonio Machín, Ava Gardner o Manolete, se hospedaron en una de sus lujosas habitaciones.

Desde el principio, el Reina Victoria estuvo dotado de los más confortables adelantos de su tiempo. Sus ciento veinte habitaciones, distribuidas en cuatro plantas, disponían de chimenea particular, y toda la sillería estaba forrada en terciopelo. Causó especial sensación la instalación de un deslumbrante ascensor, de madera y cristal, a través del cual sus exclusivos clientes accedían a la terraza del edificio, “el lugar más alto y fresco de la ciudad para pasar las calurosas noches de verano”. Allí se celebraban a diario espectáculos musicales para disfrute de la gente pudiente. Aquel fue el primer elevador que se instaló en la provincia de Murcia, y uno de los primeros del país. Con la finalidad de adaptarse a los nuevos tiempos, la dirección del establecimiento fue introduciendo nuevos servicios como un garaje para los automóviles de los huéspedes, peluquería para las clientas, baños con agua caliente en cada habitación, carruajes de lujo para pasear por la ciudad, intérpretes de lenguas extranjeras, guías turísticos, teléfonos aptos para llamadas nacionales y una cervecería al estilo tirolés. Hasta disponía de un autobús de veinte plazas, con asientos tapizados en seda, para trasladar hasta el elegante alojamiento a los viajeros que llegaban en ferrocarril a la Estación del Carmen.

El emblemático edificio sigue en pie junto al Puente Viejo para recordarnos su historia y que sus habitaciones se llenaron un día de sabiduría con la presencia de hasta cinco Premios Nobel

Durante años, las terrazas, el restaurante y el bar del hotel fueron lugar de encuentro de los miembros de la alta sociedad murciana. Allí se celebraban conciertos de piano, recitales poéticos, bailes… También en sus salones se organizaban pases de moda y hasta demostraciones comerciales de increíbles artículos milagrosos de la época, como crecepelos o ungüentos curatodo.

Aún hoy se recuerda cuando, en 1927, una multitud se concentró ante la fachada del Reina Victoria para asistir al desafío propuesto por el acróbata portugués Néstor López, conocido mundialmente por El hombre mosca. Su pretensión era escalar, sin cuerdas ni arneses, sólo utilizando sus manos y sus pies, la fachada de uno de los edificios más emblemáticos de Murcia. Además, alardeando del “más difícil todavía”, El hombre mosca portaría una silla con la que ir descansando, en un temerario equilibrio a dos patas, sobre los ajustados salientes del ladrillo. Y ante los ojos atónitos de miles de murcianos, logró su apuesta, recibiendo una enorme ovación al posar triunfante, de pie, sobre el más alto pináculo del tejado. Y lo hizo elegantemente vestido, sin redes ni trampas, como meses antes lo había conseguido con enorme éxito en representativos edificios de Madrid, París y Lisboa. Quien presenció aquel espectáculo, de casi una hora de duración y lleno de momentos tensos, ya no lo olvidaría el resto de su vida.

El emblemático edificio sigue en pie junto al Puente Viejo para recordarnos su historia y que sus habitaciones se llenaron un día de sabiduría con la presencia de hasta cinco Premios Nobel: Madame Curie, Ramón y Cajal, Jacinto Benavente, Echegaray y Ernest Hemingway. Grandes políticos como Maura, Sagasta, Canalejas, Lerroux o, el mismísimo presidente de la II República, Alcalá Zamora, se alojaron en el establecimiento. Y también grandes estrellas de la escena de la talla de Miguel Fleta y Margarita Xirgu, o figuras internacionales del cine, como Anthony Quinn y Ava Gardner.

El Reina Victoria, el gran hotel que tuvo Murcia.

Paco López Mengual.

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