POR JUAN ANTONIO MEGÍAS GARCÍA. Presidente del Real Casino de Murcia.
Estimados Socios:
El Real Casino de Murcia no es sólo un edificio monumental cuya belleza y nobles proporciones sorprenden a todos aquellos que lo conocen y visitan. Es mucho más que eso. Nuestro Casino es por nacimiento, pero también por derecho propio, un espacio de encuentro con la palabra y con los valores que conforman nuestro modelo de convivencia: el respeto, la tolerancia y la libertad. La celebración del ciento setenta y cinco aniversario que vivimos a lo largo del pasado año nos ha permitido recordar el fundamento de nuestra existencia, el auténtico sentido de nuestros orígenes, al que no siempre hemos sido fieles. La natural tendencia humana a progresar, a mirar obsesivamente hacia el futuro, nos impide a menudo volver la vista atrás para reconocer nuestras señas de identidad. La exposición que cerró las celebraciones nos permitió esa mirada regresiva al pasado y, al releer las palabras pronunciadas por el primer presidente en su discurso inaugural, hemos recordado la finalidad para la que fue creada esta institución.
Hoy quiero traer sus palabras, plenas de vigencia, a esta carta:
“Hoy, señores, [decía López Somalo en su discurso] se inaugura una corporación, y nunca más que hoy se puede prometer venturosos días de prosperidad y un largo porvenir. Cuando por todas partes no resuenan más voces que las de fraternidad y olvido, cuando después de mil turbaciones y vaivenes políticos todos los Españoles no aspiran más que a la unión y a la tolerancia, es precisamente la época en que un establecimiento de esta especie, ajeno a las cuestiones políticas y religiosas, y cuyo instituto no es otro más que el de la buena sociedad y el de estrechar relaciones amistosas entre los hijos de un mismo pueblo, en estos momentos, repito, es cuando con más entusiasmo debe acogerse nuestra idea (…)”
Os exhorto a no defraudar la voluntad de nuestros fundadores, a reforzar nuestro futuro con la mirada puesta en nuestros nobles y altruistas orígenes, a esforzarnos para que el Real Casino de Murcia siga siendo albergue de la inquietud intelectual de la sociedad murciana, que continúe siendo templo de la palabra libremente expresada y del contraste fluido y respetuoso de opiniones, que contribuya finalmente al enriquecimiento cultural de la ciudad y sus gentes.