“Había que sobrevivir por los que esperaban fuera”

MÁGICAS PALABRAS. Por Consuelo Mengual.

La catedrática de Geografía e Historia de IES Alfonso X El Sabio de Murcia, Isabel María Abellán, nos traslada al cercano Campo de Concentración de Albatera de la posguerra española, del que ya no queda rastro, mientras nos narra la historia real de Isidro, miliciano anarquista que pasó allí encerrado un tiempo de su vida al no haber podido alcanzar el exilio. Una novela que, como Andamios de Mario Benedetti, habla de la poética del fracaso y de la supervivencia, dando la palabra a los que no pudieron hablar, consiguiendo el efecto salvador de la literatura.

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La novela es un reconocimiento a los que se quedaron, a los que no pudieron huir. ¿Qué le ha supuesto haber conocido a Isidro?

Fue en 2002, él tenía 93 años, estaba bien, con buena memoria. Su historia me ha cambiado la vida. En el año 1991 conseguí una ayuda para investigar con mis alumnos la vida cotidiana de Albatera como una forma atractiva de aprender historia, a través de la memoria de los abuelos y con documentación de la Fundación Pablo Iglesias de Madrid. Así fue como descubrí la existencia del campo de concentración de Albatera y lo que finalmente hizo que Isidro se acercara a mí y me contase su historia.

¿Cómo era el Campo de Concentración Albatera?

Isidro nos llevó al lugar donde estuvo el campo. Aquello era un espacio con un microclima especial, con mucho calor y mucha sal en el terreno, una sal que aflora del mar cercano. Hoy es el pueblo San Isidro, que se fundó en el año 1956, y gracias al Trasvase se cultiva la granada en todo su territorio, excepto en el lugar donde se ubicó el campo, que curiosamente no está cultivado. Yo conservo los planos del antiguo campo de trabajo, con sus barracones, enfermería, dependencias administrativas. Hubo hasta 700 prisioneros que vivieron en condiciones inhumanas, dedicados a tareas de limpieza del agua salada. Pero la dignidad estaba dentro de ellos.

Benedetti nos habla del exilio por motivos políticos para poder vivir, salir para vivir, con el consiguiente sufrimiento, pero también los que no pudieron salir, los que quedaron encerrados en el campo de trabajo, sufrieron. ¿Fueron los perdedores?

Isidro no lo transmitía así, él seguía luchando aunque se emocionaba y lloraba al recordar momentos tan tristes como el presenciar el fusilamiento de sus compañeros. Tenía sentimientos de pérdida de su madre y yo le contaba cuentos que rememoraban sus vivencias y el sinsentido de la guerra. Dentro del campo había solidaridad entre los prisioneros, se ayudaban, se animaban ante la tendencia a hundirse. Había que sobrevivir por los que esperaban fuera. Nadie robaba y todos se respetaban. Isidro lo narraba como una vivencia con capacidad de superación, no como pérdida.

¿Por qué son importantes estas memorias del pasado? ¿Para qué recuperarlas?

Aunque he llegado a vivir una contradicción entre cuestionarme qué necesidad había de tocar ese pasado, al final estaba Isidro. Puedo ser la voz de aquellas personas olvidadas, más ahora que vivimos en la democracia por la que ellos lucharon.

Dice Benedetti que todos llevamos nuestro territorio en fuga cuando estamos obligados a huir.

Es cierto, a pesar de todo, Isidro se sentía español, no se pierde el sentimiento de patria.

¿Qué siente ahora como escritora?

Lo que me gusta del libro es haberlo escrito por la inmensa historia de solidaridad de Isidro, una amistad en la adversidad que me reconcilia con mi narración. Ahora quiero seguir investigando sobre la Primera República y la figura de Salmerón, ejemplo de integridad y coherencia.


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@Aladas_Palabras

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