MÁGICAS PALABRAS. Por Consuelo Mengual.
Se halla Mariángeles Ibernón Valero Susurrando palabras (Nausicaä, 2019) en la maravillosa Biblioteca Inglesa del RCM, evocando sus momentos pasados y rememorando a Alfonsina Storni, a quien leyó en su juventud y observó en Languidez (1920) que aquella poeta se unía a su propia voz. La idea de plasmar en un verso libre un viaje al interior y sentir la escritura como sanación libera a ambas.
«Para mí el escribir es como un bálsamo que cura las heridas del alma y deshace los nudos del corazón»
¿La inspiración es mirar dentro de nosotros mismos? Alfonsina buscaba el tiempo y la tranquilidad.
Yo también necesito tiempo, tranquilidad, paz, estar en sitios y lugares que me hablen. El amanecer es maravilloso, mucho antes ya estoy levantada, preparo mi vaso de leche y ya comienzo a escribir. Me inspiro en alguna conversación escuchada y soy muy observadora. Cualquier cosa me puede hablar: la naturaleza, caminar por la Vía Verde de Cehegín a Caravaca.
¿Son las manos las alas del pensamiento que recrean el vuelo interno del poeta?
Sí, la simbología de las alas es muy importante; el que no te priven de nada, te dejen volar, te dejen tu espacio, no te anulen. Mi familia siempre respetó mi libertad.
Tenemos “las batallas de nuestro vivir”. Alfonsina estuvo constantemente en lucha consigo misma: “¿Cómo decir el mal que me devora… y no se calma?”
Para mí el escribir es como un bálsamo que cura las heridas del alma y deshace los nudos del corazón. Todo empezó cuando mi madre enferma me hacía escribir junto a su cama. Murió cuando yo tenía ocho años. Ahora, cuando escribo, siempre está conmigo. También perdí a mi padre con dieciséis años. De manera que mis batallas las he podido gestionar muy bien a través de la escritura.
La vida está ahí. Alfonsina lo reconocía: “Ah, yo del universo no me puedo escapar”.
Vida, no hay otra palabra. La llevo por bandera, es tan maravilloso vivir. Necesito cada día saludar a todos al amanecer y contar lo que siento. “Vida es disfrutar,… un paseo que recorrer”.
¿Cómo situarnos en el mundo ante tanta hipocresía? Storni clamaba: “¡Cárcel de los sentidos que las cosas me han dado!”
Reconozco mi imperfección, pero no me gusta la hipocresía. Decir algo y no ser consecuente no es correcto. Busco la coherencia.
¿Dónde encuentra la sabiduría?
La sabiduría está en las personas que me aportan, en su generosidad para compartir lo que son y lo que saben. Recuerdo al escritor Manuel Mira contándome historias de la ciudad mientras paseábamos. Todo era un descubrimiento para mí.
¿Cómo integrar el pasado? “¡Solo el hombre hace ruido!”, reconocía Alfonsina.
Mi pasado es muy tremendo, lo he perdido todo, pero lo he ido integrando con mucha alegría y pienso en las cosas bonitas que las personas que no están me han dejado y aportado. Gracias a mi familia estoy aquí. Cuando mi padre me dijo de niña que para ver a mi madre solo tenía que cerrar los ojos y verla sonreír me abrió el mundo. Porque con el dolor no se puede avanzar ni puedes tampoco morir en vida.
¿Confía?
Yo sí, creo en la bondad de las personas.
¿Cuándo hay que decir que no?
En realidad me ha costado mucho saber decir no, todavía estoy en el intento. Pero hay que decirlo porque vivimos en un mundo de plástico donde a las personas les gusta mucho abusar de la gente más vulnerable, más débil, y eso hay que cortarlo.
¿Qué ocurre con las historias no narradas? En un verso de Alfonsina se intuía: “Detrás de las paredes las personas ¿mueren o sueñan?”
Hay que normalizarlas. En este libro todavía no normalizaba mucho, pero tras escribir Siempre es tiempo de cerezas (Nausicaä, 2016) y 18 maneras de atravesar el desierto (Nausicaä, 2019), ahora sí que he podido cerrar el círculo. El tiempo pasa y ayuda. La vida es como un puzle y una de sus piezas es el tiempo. La vida se encarga de colocar todas las piezas en su sitio.
Valora mucho todo lo que ocurre a lo largo del día, como si todo tuviera su significado y su lugar en nuestros acontecimientos.
Lo valoro todo, lo vivo todo, soy muy intensa, me faltan horas en el día. Lo hago todo con mucha pasión. No sé si será bueno, pero me va bien.
Nos dice “Todo es mi creación” y, curiosamente, Alfonsina creó pero también decidió cuándo no crear.
Así es, siempre creando, no tiro nunca la toalla. Hablo de ello en uno de mis poemarios. A pesar de cualquier cosa, la vida es bella, da igual los naufragios o desiertos, lo importante es seguir creando.
¿Canta a la esperanza?
Para mí ese cantar esperanzador es pleno: es vida, mi manera de sentir, de amar, de vivir, de escribir, de emocionarme con un poema, de mirar.
En su poema Minuet, el amor no tiene rayos, sino un destino sereno.
El amor es íntegro, mueve montañas. Yo no podría vivir sin él.
¿Somos cada uno un libro con nuestras historias?
Todos tenemos historias que contar, tristes y alegres. Somos un libro. Pero hay pocos que tengan la valentía de decir lo que hay dentro. Toda mi poesía habla de mí. Como dije, yo tenía que cerrar un círculo en mi vida, lo he ordenado y cerrado bien, con amor, esperanza, de forma serena, viviendo ahora y para el futuro. No se trata de pasar página, tan solo de cerrar el libro en paz. Esas cosas ya han pasado y es maravilloso sanar por la escritura.
“El espíritu no se sacia de palabras”, nos susurra.
Este es el único poema que no está escrito en mi adolescencia. Fue el 22 de enero de 2002, el mismo día que murió mi hermana. Yo, que apuesto por la palabra para todo, en ese momento era el espíritu el que hablaba, no había palabras.
¿Las circunstancias de la vida nos pueden cambiar de hábitos?
Vamos madurando y comprendemos los momentos después, el porqué de las cosas. La vida te dirige. Si tú vas por un sitio diferente, entonces te equivocas. Mejor que todo fluya. No me gusta ir por delante del futuro, sino que todo debe tener su orden. Aunque creo que el destino está escrito en las estrellas.
Dedica a otras personas algunos de sus poemas, ¿es una forma de comunicarse con ellas?
Al final yo necesitaba hablar de personas muy luchadoras que están ahí, muy cerca de mí, cada una con su historia, que han resurgido y se agarran a la vida. Son el ejemplo de sabiduría del que hablaba.
¿Qué representa Cehegín en su vida?
Aunque nací en Murcia, viví allí mi infancia, es el pilar de todo lo que soy y de mi futuro, el lugar donde encuentro lo que me hace feliz. Es mi referencia, mi identidad, donde la naturaleza me habla.
¿Qué palabras nos susurraría en estos momentos?
Susurrando palabras es un poema muy musical. Mi madre era profesora de piano y me decía que el poema tiene música y armonía. Unos días antes de morir, mi hermana me susurró al oído. Yo susurro ahora palabras grandes como vida, alegría, ilusión, empatía, ayuda, libertad, llanto, abrazo, complicidad, todo eso a pesar de la mascarilla que llevamos, porque son nuestros ojos los que expresan nuestros susurros.
Algo, sin embargo, distingue a ambas poetas. Maríángeles Ibernón reconoce en su propia compañía su auténtico encuentro personal (“Preparé el corazón/ para poder disfrutar/ de mi propia compañía”); Alfonsina Storni se adentró en el mar para despedirse de la vida (“Voy a dormir…,/…/ para que olvides”).
Deseo preparar mi corazón para estar en paz, para poder afrontar cualquier cosa, perdonarme y perdonar para encontrar la paz. Ahora que estoy viviendo en Cehegín he vuelto a encontrar muchas cosas que me faltaban. Jamás puedo abandonar mi corazón.