DE MURCIA AL CIELO. Por Carmen Celdrán.
El siglo XIX español -también el europeo- fue una época convulsa en la que España se desangró en guerras civiles, alzamientos, golpes y asonadas que arruinaron todo atisbo de convivencia pacífica y democrática. En ese contexto la sociedad española trataba de acercarse a la realidad de otros países de los que recibía, con envidia, noticias de modernidad y prosperidad. Generalmente se trataba de innovaciones culturales y sociales impulsadas al margen del poder político y militar que vivía enfrascado en luchas intestinas.
Una de esas innovaciones, llegadas a España a principios del siglo XIX, son los casinos culturales. El primero que se conoce fue el de Castellón, fundado en 1814 por D. Francisco Giner y Feliú, Conde de Benicasim, seguido del de Madrid (1836) y del nuestro, el de Murcia (1847). Por las mismas fechas se creó el Círculo Cartagenero, posteriormente convertido en Casino. Se trataba de clubes privados, promovidos por la burguesía local, para la cultura, el debate y la práctica de juegos permitidos, como el billar (los juegos de azar estuvieron prohibidos hasta tiempos recientes).
En 1853 se inauguró en la vecina ciudad de Cartagena la sede del Casino local en el palacio del marqués de Casa Tilly, en la cartagenera calle Mayor, muy cerca del mítico café “la Palma Valenciana” donde el maestro Álvarez Alonso compuso un famoso pasodoble que tituló, inspirándose en los dulces de una cercana confitería, “Suspiros de España”.
Cartagena, en el siglo XIX padeció, como el resto de España, una gran inestabilidad. Las frecuentes epidemias de paludismo, producto del almarjal que favorecía la proliferación de mosquitos hasta que fue desecado a finales del XIX, esquilmaban una población que encontraba condiciones muy duras de subsistencia. La revolución cantonal, ocurrida en 1873, y la brutal represión centralista dejó una ciudad arrasada por las bombas. Sin embargo, en los últimos decenios del siglo, la Comarca de Cartagena encontró una gran pujanza con la minería, formándose sociedades capitalistas que explotaban el cinc y la plata de la sierra cercana, iniciándose una profunda remodelación urbana conforme a los cánones modernistas de la mano del arquitecto Víctor Beltrí.
En los últimos decenios del siglo, la Comarca de Cartagena encontró una gran pujanza con la minería, iniciándose una profunda remodelación urbana conforme a los cánones modernistas
Precisamente, el Palacio de Casa Tilly, sede del Casino de Cartagena, fue profundamente remodelado y adaptado al gusto de la época en 1894 por Beltrí, manteniendo la fachada de diseño barroco.
El edificio, declarado Bien de Interés Cultural, presenta reminiscencias de su original trazado barroco a pesar de la profunda reforma llevada a cabo en el XIX. Sus estancias se distribuyen en torno a un patio de columnas junto a la cual encontramos una majestuosa escalera imperial. El vestíbulo posee azulejos sevillanos con medallones en los que se representan personajes del Siglo de Oro. Junto al vestíbulo se ubica un Salón de Actos, una sala de lectura, popularmente conocida como «la pecera», la cafetería y el restaurante.
En la entreplanta se encuentra la Sala de Juntas y Sala de Juegos y en la planta principal, la Sala de Billares, Sala de Espejos, Salón de Dragones, Salón de Tresillo o Salón Principal, Salón de Chimenea y Sala de Esgrima. En la segunda planta se encuentra una interesante biblioteca, tanto por los muebles y la decoración como por sus fondos.
El Casino de Cartagena se encuentra hoy día en un estado similar al que presentaba nuestro edificio en Murcia antes de su magnífica restauración
El Casino de Cartagena se encuentra hoy día en un estado similar al que presentaba nuestro edificio en Murcia antes de su magnífica restauración, en la primera decena de los 2000. Los casinos son testigo de una época y una sociedad y merecen ser protegidos y cuidados por las administraciones públicas. Hoy día, en el siglo XXI un casino no es sólo un club privado de socios, sino que se trata de un potente motor de la cultura de una sociedad, como tan bien demuestra la ingente actividad social y cultural que promueve nuestro presidente, Juan Antonio Megías. Cartagena se merece la restauración y puesta en valor de un importante edificio, pero también la apertura y proyección de un casino que trascienda a la actividad de club privado y que se integre en la oferta cultural y turística de la Ciudad.