“EL LENGUAJE ES UN JUEGO”

MÁGICAS PALABRAS. Por Consuelo Mengual.
Salvador Moreno, arquitecto y poeta jumillano, es hombre de palabra sabia y justa, en armonía con su parte filosófica de la vida. Su poemario “Apuntes en sucio”, Premio Internacional de Poesía Luys Santamarina (Santamaría)-Ciudad de Cieza, 2015, por “su aportación a una poesía plena de contenido y de sugerente innovación poética”, nos conduce a algunos de los conceptos literarios que Aristóteles desarrolló en su “Poética”.

¿Qué es necesario apuntar? ¿Hay que hacerlo primero en sucio y luego pasarlo a limpio? Y, cuando lo pasamos a limpio, ¿es eso lo que verdaderamente queríamos apuntar?
Escribir poesía es como el chorro de agua de una fuente artesiana, va saliendo. Al terminar se puede rectificar algo, o bien al cabo del tiempo; pero si el poema no sale al primer golpe, mal asunto.

Decía Aristóteles que “corresponde al pensamiento todo aquello que debe ser procurado mediante el lenguaje” ¿Qué abarca nuestro pensamiento en cuanto lenguaje?
Me gusta la idea que lanzó el filósofo Wittgenstein de que el lenguaje es un juego. A partir de esa idea yo apunto la siguiente: cuando el lenguaje quiere elevarse, y ser algo más que simplemente descriptivo, se apoya en la música… y he ahí la poesía. La música obliga al orden, al ritmo, a la armonía, a depurar el lenguaje, a quitar lo innecesario. Dice las cosas de otro modo, suave, leve, profundo.

Estructuralmente, ¿por qué jugar con versos colocados a distintos niveles?
Ese poemario trata de entrar en el debate de qué es, o no es, poesía, con la cuestión intermedia de la prosa poética. En un primer vistazo parece que es prosa, pero son poemas. Lo presenté de ese modo al premio para ver si el jurado lo detectaba y así fue: el propio presidente del Jurado mencionó la picardía del autor. Y, en esa línea del juego, también incide el ritmo compositivo de los versos.

Al hilo de uno de sus versos, “¿acaso es un pecado ser feliz y estar vivo?”
Me remito a la recomendable buena administración de la melancolía, por otra parte tan necesaria. La melancolía es una forma de renuncia a contestar preguntas para las que no tenemos respuesta. Acostarte satisfecho y levantarte sin pesadumbre.

¿De qué estamos huérfanos?
Pienso en la migración. Hay quien se equivoca y se siente huérfano, y no sabe hacerse a esa nueva patria a la que se llega. Esto contradice a la nostalgia, que tiene su parte de belleza pues depura el recuerdo del pueblo de donde se marchó, el mundo que se lleva en la mente.

Volviendo a Aristóteles, hay en él un pensamiento filosófico de la poesía: “La función del poeta no es narrar lo que ha sucedido sino lo que podría suceder, y lo posible, conforme a lo verosímil y lo necesario”.
Por eso a los 65 años comencé a estudiar –e hice cuatro cursos- Filología Clásica y luego pasé a Filosofía. Esos años, diez en total, son la muestra del deseo de poder y saber introducir en la poesía el cuchillo afilado del pensamiento.

¿Por qué le gustaría brindar?
Por las tres cosas que, dice Emilio Lledó, siguiendo una idea aristotélica, son los fundamentos de la felicidad –flechas hacia la diana de…- : la libertad, la cultura y la educación.

A veces no suele poner título a sus poemas.
El título no lo pongo hasta el final porque el poema ha ido saliendo y no sabes cómo, ni en qué, va a terminar. A veces es otro modo de provocar el juego en el lector, que le incita a pensarlo por sí mismo.

¿Qué le impulsa?
La curiosidad por la vida en toda su infinitud, un nido de pájaros, las flores, la familia, la ciudad, la naturaleza, la arquitectura,… el hacerse uno mismo haciendo cosas. Dice Navarro Baldeweg que «ser arquitecto es inmiscuirse en las cosas de la vida». Yo añado que ser poeta es inmiscuirse en el alma de la vida.


“Ser poeta es inmiscuirse en el alma de la vida”


“Los pueblos se equivocan siempre”, expresa otros de sus versos.
Obra a modo de ironía, así me evito hablar de política. Sí, me gusta hablar de lo político, de lo que concierne a la “polis”, a la ciudad, y por eso soy arquitecto. Pero la administración de la gestión como ejercicio de competitividad… ¡qué horror! Término que procede de “cum-petere”: luchar pecho contra pecho, ¿hasta la muerte o un poco antes?

¿Hay algo que pueda ser eterno?
Con orgullo, me rindo ante lo eterno. Creo que hay un “aetérnum”.

Deja entrever que no se puede contar la Historia.
Lo malo de contar la Historia es querer hacerlo a través de las gafas con los vidrios de ahora cuando hay que hacer un esfuerzo para verla con los vidrios de aquella época. Todas las historias son mentira, sólo son verdad los sueños.

Destaca la importancia del nombre, de ser nombrado. ¿Por qué?
Los nombres dan cuerpo a las cosas, no se han puesto al albur, todo nombre tiene su germen y semilla.


“Todas las historias son mentira, sólo son verdad los sueños”


Hay una poesía dedicada a Ana María Tomás, colaboradora de RCMAGAZINE.
Es el poema que surge al verla a ella, con toda su belleza y feminidad, montada en una gran moto para hacerse una fotografía de verano en La Manga del Mar Menor. Y me hizo exclamar ese “ecce femina”. Somos buenos amigos.

¿Considera que han hecho dejación de sus funciones los intelectuales, provocando la mediocridad en la que vivimos? Todo lo contrario a lo que proclamaba Aristóteles, que buscaba el bien común.
Es difícil una respuesta adecuada porque ¿qué hay detrás de ese concepto de intelectual? He conocido a malas personas instaladas en la intelectualidad. Por eso abogo por los conceptos clásicos: ética, moral, bondad y estética. Disfrutar de la vida tiene también un componente intelectual, que son esas personas que en la “polis” tenían que estar instaladas en un lugar de reconocimiento. A veces no apetece ser tenido por intelectual.

¿Por qué nos peleamos? ¿Por qué la guerra?
Benjamin Constant, en 1818, en su discurso de entrada a la Academia Francesa vaticinaba que “el comercio, como segundo modo que había inventado el hombre para hacerse con lo del otro –el primero era la guerra- acabaría siendo el primero”. Se adelantó dos siglos. Ya estamos en ello: Donald Trump.

Una de las formas de “anagnorisis” (reconocimiento) en Aristóteles es a través del recuerdo.
Es verdad, en cuanto me descuido me vienen la acequia de la huerta, los utensilios de los obreros, la alcotana, mi padre tendiendo yeso con la llana, los relojes de sol que fabricaba mi abuelo, el jinjolero, la higuera, el Altar Mayor de la Iglesia de Santiago de Jumilla, donde fui monaguillo en misas que se celebraban de madrugada. Subía allí con mi pantalón corto, me arrodillaba sobre el mármol frío y por todo abrigo me cubría una bufanda de mi padre que daba vueltas en mi cuello. Todo eso puede subliminarse en poesía. Y a veces sucede, sin darte cuenta…

Decía Grace McGarvie que “el arquitecto es un dibujante de sueños”. Así, todos los sueños de Salvador Moreno se han dibujado también con palabras reconocidas por importantes premios literarios ¡Qué no se acaben los sueños, Salvador!


Consuelo Mengual.

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