EL BUITRE DE LEONARDO

PINCELADAS. Por Zacarías Cerezo.

Confieso en mí cierta candidez que me lleva a pensar que, casi siempre, las cosas son lo que parecen; pero si queremos ver otras cosas en ellas acabaremos viéndolas: nos gusta que haya misterios por desvelar más allá de las apariencias externas.

Digo esto a propósito del cuadro de Leonardo da Vinci La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana. La obra es exquisita y encuentro en ella el misterio consustancial a toda obra de arte que emociona. Pero es sabido que muchos estudiosos, fascinados por la complejidad de las obras y de la personalidad del pintor, han llenado bibliotecas con ensayos sobre lo que hizo, lo que dejó a medio hacer y lo que quiso decir con cada detalle de sus pinturas. Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, fue uno de ellos. En 1910 publicó su ensayo Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci. Entre otras especulaciones, Freud llega a la conclusión de que la forma del manto azul que envuelve a la Virgen oculta la silueta de un buitre, fruto de un perturbador recuerdo o fantasía infantil del pintor. Dice Leonardo:

 «Parece que ya de antes me estaba destinado ocuparme tanto del buitre, pues me acude, como un tempranísimo recuerdo, que estando yo todavía en la cuna un buitre descendió sobre mí, me abrió la boca con su cola y golpeó muchas veces con esa cola suya contra mis labios».

Infiere Freud de ello que, en realidad, este recuerdo o fantasía “sintetiza el recuerdo de ser amamantado y de ser besado por la madre”. Es más, lo liga con el hecho de que en los jeroglíficos egipcios se representa a la madre con un buitre, concluyendo que se trata de la manifestación de un “homosexual pasivo”, porque se comporta de manera pasiva frente al pájaro. La teoría se derrumbó en parte trece años después, al descubrirse que la traducción del códex original al alemán se hizo incorrectamente: el pájaro de la fantasía o recuerdo de Leonardo no era un buitre, sino un milano. Se derrumbó parcialmente, digo, porque, a pesar de ello, Freud mantuvo el resto de conclusiones.

Reconozco que me costó encontrar el buitre en la célebre pintura, torpeza mía, sin duda. Si el lector no lo ha descubierto ya, intente ver la cola del pájaro extendida desde el mentón de la Virgen a la boca del Niño; la cabeza, con largo cuello, en la parte baja de la espalda; la pierna derecha de la Virgen sería el ala derecha del pájaro. Hay que echarle imaginación, como hizo Freud.

Zacarías Cerezo.

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