HUELLAS DE NUESTRO PASADO. Por Joaquín Pérez.
Hoy contamos con la colaboración de Eva Celdrán, arqueóloga del ‘Proyecto Bastida-Almoloya’ y especialista en la Edad del Bronce, que nos ilustrará sobre una ‘huella de nuestro pasado’ en la que la Región de Murcia tiene un papel muy destacado: la cultura del Argar.
En primer lugar, gracias por participar en esta sección de RCMAGAZINE. ¿En qué periodo se sitúa cronológicamente la cultura del Argar?
Surge en torno al 2.200 a.C., cuando en toda Europa se producen profundos cambios en las relaciones sociales, políticas y económicas, y perdura alrededor de 650 años, hasta el 1.550 a.C.
La cultura del Argar se expandió por el sureste peninsular.
El germen se encuentra en la zona prelitoral murciano-almeriense, que incluye los yacimientos de La Bastida (Totana), La Almoloya (Pliego) y El Argar (Antas, Almería), pero en su apogeo llegó a ocupar territorios en las provincias de Granada, Jaén, Ciudad Real y sur de Alicante.
¿Cuáles son las principales características de esta cultura?
Se observa una notable concentración de la riqueza y un estricto control de los recursos por parte de una élite reducida. Estas acusadas diferencias se ven reflejadas en los ajuares que encontramos en las tumbas: un 10% de la población parece representar el grupo de poder, un 40% estaría en posición intermedia y el 50% restante tal vez estuvieran en régimen de servidumbre o esclavitud. Se incrementa la violencia y se difunden las primeras armas con uso exclusivo para la guerra, como las alabardas.
¿Cómo se organizaban los asentamientos?
Podemos hablar ya de ciudades, con un nuevo patrón de asentamiento en zonas elevadas, con fortificaciones defensivas y planificación urbana, buscando tanto el control estratégico del territorio como la protección de los recursos acumulados. Estas ciudades se convierten en centros de poder, cada una con un espacio periférico bajo su dominio.
¿Hay vínculos entre ellas?
Nuestro equipo de investigación sostiene que El Argar se organizaría como un estado (especialmente en el apogeo de esta cultura, en sus últimos dos siglos de existencia), aunque la fórmula exacta de organización y gobierno del territorio es otra cuestión. Se constata una forma común de vivir. Por ejemplo, la cerámica, elaborada a mano, se limita a ocho formas, que se repiten en todos los asentamientos argáricos a lo largo de varios siglos. La metalurgia del cobre arsenicado, se desarrolla con una tecnología común y el mineral procede de las mismas zonas mineras.
Sus recursos principales siguen siendo la agricultura y la ganadería.
Las zonas agrícolas y los pastos suelen encontrase a cierta distancia de las ciudades, pero, en el caso de La Bastida, todo el procesado de alimentos y las manufacturas se realizan en el interior de las murallas, donde se encuentran los almacenes de excedentes. También desarrollaron sistemas avanzados de recogida, decantación y acumulación de agua.
¿Cambia el modelo de enterramiento?
Totalmente. En El Argar los enterramientos son mayoritariamente individuales, dentro de los poblados y bajo las propias viviendas y son muy representativos de la estratificación social, con ajuares muy ricos y emblemáticos para la élite, con objetos de oro y plata, piedras semipreciosas, vasijas poco frecuentes y ciertas armas.
¿Se conocen sus creencias o sus ritos simbólicos?
No podemos saber cuáles eran sus creencias. El enterramiento debajo de las casas es un acto simbólico, regido por normas y con diferenciación por sexo en ciertas ofrendas. Depositar el ajuar implica un rito y una idea de trascendencia.
El final de la cultura del Argar fue abrupto.
En efecto, hacia el 1.550 a.C. en todos los territorios argáricos se produjo un colapso y un rápido abandono de las ciudades y del modo de vida argárico. Se atribuye a factores de subsistencia como el crecimiento de la población, que obligó a una intensificación agrícola y al monocultivo de cebada, o la deforestación de los bosques. Además, la creciente desigualdad social, que también vemos en las tumbas, pudo generar un clima de tensión e incluso provocar una revolución interna, que llevó a otras formas de vida.
¿Qué sabemos de la población durante los siglos siguientes?
El Bronce Tardío se ha estudiado poco y hay aún mucho por investigar en Murcia. Disponemos de poca información, hasta la aparición de los íberos y el contacto con los fenicios, casi mil años después del Argar.
¿Cómo pueden profundizar nuestros lectores en la cultura del Argar?
Podemos decir que El Argar está de moda en la Región de Murcia. La Bastida y La Almoloya forman parte de la “Ruta Argárica de Sierra Espuña”, son visitables y ofrecen una idea clara de lo que fue esta sociedad. Hay un rol de yacimientos que se pueden visitar, como Los Cipreses (Lorca), Illeta dels Banyets (Alicante), Castellón Alto (Galera, Granada), Peñalosa (Baños de La Encina, Jaén).
¿Y qué se puede ver en museos?
En el Museo Ciudad de Mula se puede actualmente visitar la exposición alusiva a la sala palacial de La Almoloya. Tanto el Museo Arqueológico de Murcia como el de Lorca tienen objetos maravillosos y hay colecciones argáricas en otros museos de la región. Esperamos que las autoridades locales y regionales pronto se pongan de acuerdo para la creación del Museo de La Bastida, para el que ya existe el edificio al pie del yacimiento.
SOBRE EVA CELDRÁN
Eva Celdrán Beltrán es arqueóloga investigadora del grupo ASOME (Arqueoecología Social Mediterránea), de la Universidad Autónoma de Barcelona. Desde hace catorce años forma parte del “Proyecto Bastida-Almoloya” que investiga la cultura prehistórica de El Argar en yacimientos del entorno de Sierra Espuña. Coordina los trabajos de laboratorio y codirige las excavaciones que su grupo científico lleva a cabo en la Región de Murcia. Su principal campo de estudio es la arquitectura y el urbanismo de la sociedad argárica.
La religión es el punto débil del equipo de estudio de Lull y el punto fuerte de esa civilización perdida.
El que encuentre el eslabón perdido si se encuentra será el héroe o heroina de lo argarico.