ENTREVISTA A VICENTE CERVERA
MÁGICAS PALABRAS. Por Consuelo Mengual.
“De aurigas inmortales” (Verbum, 2019) podría ser la reedición del poemario del amante, donde Vicente Cervera, poeta y catedrático de Literatura Hispanoamericana de la UMU, con un magistral lenguaje, nos inunda de cultura y sabiduría a modo de “enciclopedia poética por la que desfilan personajes poco conocidos que les hablan a sus amores”. Por alusión a la idea del verso apasionado, Catulo, en sus poemas del ciclo de Lesbia, cantó su amor en todas sus fases, como poeta claramente enamorado, contador de sus besos amados.
En el prólogo de la edición de 1993 Antonio Colinas hablaba de “la cultura que deviene vida perenne, experiencia” ¿Asistimos hoy a la renuncia de la cultura como fuente de vida? La “alta cultura” (Goethe) siempre ha estado bastante restringida. Pero es paradójico que en estos tiempos donde todo es tan accesible se tienda a ir a lo básico. Nunca ha estado tan democratizada la cultura, pero falta interés y creatividad, todo es muy rutinario, se repiten modelos. Hay que potenciar los talentos para que la cultura no esté tan homogeneizada; fomentar la preparación, el estímulo y el interés por indagar.
¿Debemos rescatar la belleza? El Romanticismo veneraba la belleza, que la relacionaba con el bien y la verdad, una representación de los grandes valores. La belleza sería el éxtasis ante lo natural para acceder a lo sagrado; la idea de cultivar lo bello, no tanto como un esteta, sino porque está al alcance de todos; limpiar nuestra mirada ante lo bello.
“Nunca ha estado tan democratizada la cultura, pero falta interés y creatividad, todo es muy rutinario”
¿Cómo surgieron esos poemas epistolarios? Me interesaron esas grandes historias de amor, algunas frustradas, que no llegaron a materializarse por alguna razón, por sacrificar lo personal por lo intelectual; por desarrollar el pensamiento, se relegaba el campo afectivo. Siento admiración por ese paraíso perdido.
“…, que ya nunca sobreviva en el poeta un veredicto acusatorio… “ Los prejuicios hablan, en cierta manera, de quién los cuestiona ¿Debemos eliminarlos para no juzgar? Ese verso forma parte del poema de Novalis, recordando al Dante acusador convertido en juez de sus contemporáneos, aunque al final se salve por su amor a Beatrice. Pero Novalis ve al poeta como un creador, un contemplador que no juzga. Llevado a nuestro mundo, si fuéramos más conscientes, si nos diéramos cuenta de que cuando juzgamos hablamos de nosotros mismos, no lo haríamos. La literatura te hace tomar conciencia de todo ello.
¿Cuál sería hoy la “nueva fe” del poeta? Ha quedado bastante restringida a la fe estética, despegada de lo ético, vacía de contenido. Se debe al “aire de la época”, vivimos en un lugar sin credos, y ello nos lleva a no proclamar una fe en el poema. Lo estético se atomiza; hay tantas estéticas como modelos poéticos. No hay que temer a la propia fe, sino decir lo que uno cree a través de la poesía, sin hacer doctrina.
Hay poemas donde se expresan obstáculos, deseos inalcanzables, la imposibilidad de la satisfacción amorosa debido a la ausencia del ser amado, como así fue el final de la relación de Catulo con Lesbia ¿Podría ser una alusión a la idea de la movilidad del amor? Sí, a la heterogeneidad del amor. Aunque parezca que todas las historias se parecen cada una es diferente. Por eso los títulos de los poemas son los nombres, que dan la identidad. Hay tres partes, todas desde poetas románticos a poetas del siglo XX. En “Credos” se expresa la frustración, el recuerdo perdido. En “Pastos de las llamas” los poemas son más breves y diversos. La “hojarasca” simboliza el amor que se quema rápido; el “tronco”, el amor que necesita su tiempo lento para finalizar. En “Atrás” observamos el amor como creador de la memoria. Muchas cosas que recordamos es porque las hemos amado. El amor va creando la historia y la memoria de la vida.
Son textos casi hipnotizantes ¿Qué ha significado dialogar con las amantes de reconocidos escritores y filósofos? Lo escribí en un estado de gracia a la vez que realizaba la tesis doctoral. Fue una época de apertura de espíritu total, de una avidez cultural vital. Tenía que dar salida a la creación. Como yo también estaba enamorado me atrajo indagar el fenómeno amoroso a través de la cultura.
¿Vida, trabajo y amor van unidos? Son vasos comunicantes que se retroalimentan. Si se separa todo, es que el trabajo es sólo lucrativo, necesario para vivir. Pero, si la suerte es que tu trabajo tiene que ver con tu vida, la experiencia vital es trascendental, porque es amor al trabajo, amor a respetar el texto literario.
“Idolatrar al hombre que ama más sus pensamientos”, ¿contiene la clave para organizar el pensamiento? Podemos decir que el pensamiento no se puede desligar de la vida. El pensamiento está al servicio de la vida, para no extraviarnos, aplicándolo a la vida de manera consciente y solidaria. Los amantes parece que desligan demasiado el pensamiento de su vida.
¿Qué separa la eterna desproporción entre la vida soñada y la vida real? Eso es la “ironía romántica” que, a diferencia de la socrática, plantea la desproporción entre los objetivos y las posibilidades de conseguirlos. No toma medida de la realidad y de las propias fuerzas. Es lo que le ocurre al mito de Ícaro, que se pone a volar sin preguntarse: ¿puedo volar realmente? Los románticos nos dan una lección: hay que “romantizar” el mundo teniendo en cuenta la naturaleza humana, la realidad, hay que pisar el suelo.
¿Dejaremos de ser confusiones? La Historia está hecha de tropiezos. Habría que verla con perspectiva para ver nuestra evolución como signo de confianza. Yo creo que siempre va a haber grandes maestros que van marcando el camino de cada uno. Mientras existan hay esperanza para dar mayor claridad. Estos maestros podrían ser nuestros “aurigas inmortales”, siempre van a existir en cada persona y en cada sociedad. Y también está el auriga interior de cada uno que hemos de despertar.
Andrés Trapiello dice que “la intimidad no es más que la parte silenciosa de la naturalidad”. En un sentido positivo, el silencio es dar espacio y tiempo para tener intimidad; como silencio sonoro que te permite estar bien cuando te reconoces íntimamente.
El término “inscape” de G.M. Hopkins viene a expresar la esencia, la singularidad de las cosas. Tras veinticinco años de éste tu primer poemario, en el que hablas de “mágicos clamores”, ¿cómo sientes el poso del tiempo en tus letras coladas en los “relojes de arena”? No he cambiado nada del texto, al releerlo me entendía más a mí mismo. Había muchos sedimentos que me han completado mejor, he conocido al joven que fui, he dado sentido a la historia amorosa.
Catulo quiso hablar de todos sus sentimientos, tanto en los momentos bellos como en los oscuros. Las cosas de las que no hablamos ¿se convierten en tabúes? Sí, voluntariamente, así es. Evitamos hablar por comodidad, por no generar un problema, damos por hecho una alianza que a veces no existe. Se pierde la riqueza de dialogar y pensar juntos. Ocurre cuando las relaciones son muy triviales. La superficialidad es la base del tabú, la profundidad lo mata.
Los aurigas, guías de la poesía, conductores desde su juventud a su madurez, toda una vida plena de cultura. ¿Qué hay entre suelo y el cielo? Está la vida, el tiempo. Según miremos más a un sitio u a otro así estaremos más cerca del suelo o del cielo. La vida es una “Escalada” (otro de mis poemas), sin darnos cuenta de ello vemos nuestro recorrido, como Dante, que al final asciende.
“La poesía rescata lo perenne, lo perdurable, lo que no se marchita; ahora me reafirmo más en ello”, concluye persuadido Vicente Cervera.