VIAJES. Por Eliseo Gómez Bleda.
La sensación que tuve la primera vez que viajé a Brujas fue la de estar en un sueño y haber viajado al pasado, más o menos al siglo XV. Los soberbios canales y su maravillosa arquitectura medieval nos hacen pensar que es una ciudad de cuento de hadas.
No tendremos problemas para visitarla con el tráfico ni con los semáforos. Es una ciudad peatonal, para recorrer sus calles a pie, admirando sus puentes, murallas, edificios y las puertas de entrada.
Su nombre no tiene nada que ver con las “brujas” que todos imaginamos. Es un término que procede del noruego antiguo y significa “puentes” o “muelles”.
En el siglo XI era una de las principales ciudades comerciales del continente, pero perdió poco a poco esa condición debido a la constante sedimentación, que cerró su salida al mar. Pero en el año 1134 una gran tempestad abrió un nuevo acceso marítimo y, junto con el crecimiento de la industria de la lana, se convirtió en una de las ciudades más ricas de Europa. Entró así a pertenecer a la Liga Hanseática, que era una federación comercial formada por las principales ciudades de Alemania, Escandinavia y Países Bajos, y llegó a ser un importante centro portuario, exportando carbón, lana, pieles, quesos y metales.
Romántica y medieval, es una de las ciudades más bellas de Europa
Desde el año 2000, Brujas es considerada ciudad Patrimonio de la Humanidad. Esta denominación fue motivada porque durante 400 años sufrió una gran decadencia y no pudo modernizarse, como otras ciudades en el periodo de la revolución industrial, por la falta de dinero y, debido a esta penuria, todos sus edificios medievales están intactos en la actualidad.
Brujas y España están muy relacionadas en la Historia. En esta ciudad hay, aún en la actualidad, muchos habitantes que son descendientes y llevan apellidos españoles, como Béjar, Ayala, Manrique y el de Juan Pérez de Malvenda, español que fue alcalde de la ciudad hacia el año 1578. Aún se conserva su casa en el nº 53 de la calle Wollestraat, que es llamada la “casa Española”, aunque ahora sea una bonita cervecería. Este personaje es famoso porque en la guerra entre católicos y protestantes escondió en el jardín de su casa la famosa Reliquia de la Santa Sangre, una vasija con unas gotas de la sangre de Cristo, que el Conde de Flandes regaló a la ciudad al volver de la Segunda Cruzada.
Otro personaje ilustre que vivió y murió en Brujas fue el humanista y pensador español Juan Luis Vives, profesor de la Universidad de Lovaina, amigo de Erasmo de Rotterdam y Tomas Moro.
Pero, sin duda, el personaje más importante fue el rey Felipe el Hermoso, que nació en Brujas, se casó con Juana la Loca y, con 28 años, murió en Burgos, al parecer al beber agua helada estando sudoroso, después de jugar un partido de pelota. Su hermana Margarita encargó que le quitaran el corazón y lo envió a Brujas, para que fuera enterrado junto a su madre, María de Borgoña, en el altar mayor de la Iglesia de Nuestra Señora de Brujas.
Otro sitio con sabor a España es el “muelle de los españoles”, que es un barrio donde había una colonia de comerciantes españoles.
La mejor época para viajar a Brujas es junio, julio, septiembre y octubre. En estos meses la temperatura es buena, aunque nos encontraremos con muchos turistas. La ciudad la visitan aproximadamente unos 4 millones de personas al año.
La mejor forma de llegar a Brujas es en avión desde Alicante hasta Bruselas. Son varias las compañías aéreas que tienen vuelos directos por menos de 100 euros ida y vuelta. Una vez allí, el trayecto Bruselas-Brujas lo hacemos en tren, que pasan con una frecuencia de unos 20 minutos y se tarda aproximadamente una hora. El precio del billete es de unos 30 euros ida y vuelta.
Empezamos nuestro recorrido caminando por las calles de la ciudad y descubriendo todos sus secretos. Nos dirigimos a la Grote Mark (Plaza Mayor), su centro neurálgico y donde sus habitantes pasan gran parte de su tiempo. Los miércoles por la mañana está ocupada por un colorido mercadillo. Hay un montón de terrazas donde degustar salchichas y una buen cerveza.
Pero lo más llamativo de la plaza y símbolo de la ciudad es el Campanario de Brujas, llamado Belfort, de 83 metros de altura. Su cometido era vigilar los posibles incendios. Las vistas desde lo alto del campanario son impresionantes, pero tened en cuenta que son 366 escalones a través de una estrecha escalera de caracol. Arriba hay un conjunto de 47 campanas, que pesan 27 toneladas.
Una cosa que me sorprendió fue encontrar en la plaza un museo de Dalí, donde se exponen bocetos, litografías y dibujos a mano del artista de Figueras.
Muy cerca está la plaza de Burg, centro administrativo de Brujas. Allí encontramos el ayuntamiento, un edificio del siglo XV con una fachada espectacular que alberga el Gotische Zaal, un salón gótico con una grandiosa bóveda de madera.
En el lateral este de la plaza descubrimos el Palacio de Justicia y, en sus paredes, unas bellas figuras doradas. En un rincón se ubica la Basílica de la Santa Sangre, que realmente son dos iglesias, una en cada piso, donde se guarda la ampolla que contiene unas gotas de la Sangre de Cristo, que se exhibe todos los días a las 14 horas.
Salimos de esta preciosa plaza, cruzamos el puente situado al sur y encontramos el Vismarkt, un mercado de pescado donde todas las mañanas se instalan sus puestos.
Dando un pequeño paseo, llegamos a la zona más romántica de Brujas: el Parque Minnewater, también llamado el “Lago del Amor”. Es un precioso lago con cisnes rodeado de árboles y bonitos jardines. En su origen era un puerto donde atracaban los barcos que llegaban cargados de lana y vino.
Muy cerca de aquí está el beaterio, también llamado “begijnhof”, un preciso conjunto de casas blancas encaladas, rodeadas de un bosque de álamos y una pradera de narcisos. Estas construcciones se realizaron con el fin de albergar a las beguinas, que eran las viudas y las huérfanas de los cruzados, y se dedicaban a la oración, al cuidado de los pobres y al bordado de encajes, pero no pertenecían a ninguna orden religiosa. La última beguina murió en el 2013 y ahora lo habitan las monjas benedictinas. Visitamos su preciosa iglesia y un pequeño museo. Es un sitio en el que se respira un extraño y sobrecogedor silencio.
Uno de los rincones más famosos de Brujas es el muelle del Rosario, una de las fotos que seguro que haremos desde aquí es de donde salen todas las embarcaciones turísticas que recorren los canales. En este muelle, los fines de semana instalan un clásico mercadillo con varios puestos de chocolate, también veremos artistas pintando.
Comer en Brujas al lado de los canales es una delicia. Su plato más típico es, por supuesto, los mejillones con apio, vino blanco y patatas fritas. Pero también son clásicos otros como la “carbonara flamenca” (estofado de ternera con salsa de cerveza), el “conejo a la cereza” (conejo con cerezas o ciruela y puré de manzanas), el “codillo a la mostaza”, (que aunque es un plato alemán, lo tienen en todos los restaurantes) y también las endivias gratinadas con queso y jamón york. Personalmente, me encantan las famosas croquetas de gambas del mar del Norte. Eso sí, debéis comer fuera del centro, ya que será más barato y de mejor calidad.
Comer en Brujas al lado de los canales es una delicia. Su plato más típico son los mejillones con apio
Por supuesto, toda la comida regada con unas maravillosas cervezas, normalmente cualquier bar tiene unos 50 tipos de cerveza distintos. En todo el mundo solo existen unas diez cervezas trapenses y seis son belgas.
Del tema de la cerveza en Brujas podríamos hacer un libro. Realmente está deliciosa, pero os recomendaré quizás la mejor del mundo: la “Brugse Zot”, fabricada en el centro de la ciudad. Es la cerveza típica de Brujas, rubia, muy sabrosa y de alta fermentación. Se puede hacer una visita a la fábrica o quizás mejor ir a su cervecería, “De Halve Maan”, donde también podemos comer platos típicos.
Muy interesante hacer una visita a la tienda “Bacchus Cornelius”, con más de 450 tipos de cervezas distintos, dejarnos aconsejar y comprar alguna cerveza.
Cualquier bar tiene unos 50 tipos de cerveza distintos
El tema del chocolate es un capítulo aparte en esta ciudad. Fueron los españoles los que llevaron el chocolate a Bélgica en el siglo XVI y el producto les apasionó. Hoy en día Brujas es la capital mundial del chocolate. Por donde caminemos veremos tiendas y tiendas, además también tienen un “Museo del Chocolate”.
Las mejores tiendas para comprar chocolate son Godiva, Plannilette, Dumon Chocolterie, Guillaume y Roose, aunque cualquiera de las que veremos nos atraerá.
Si queréis dormir en una preciosa mansión del siglo XVII, el “hotel Navarra” os encantará, también el “Duc de Bourgogne”, al lado del canal Dijver o el NH Brugge que está en un monasterio del siglo XVII.
La gran mayoría de los que conocen Brujas han ido tan solo a pasar un día desde Bruselas, cuando la ciudad está plagada de turistas. Pero os puedo asegurar que merece muchísimo la pena quedarse una noche, pasear tranquilamente sin gente, ver su preciosa iluminación reflejada en los canales y escuchar su silencio. Además de sentirla como era hace siglos, comprobaréis por qué Brujas es una ciudad romántica.
Visitamos la Iglesia de Nuestra Señora, un templo medieval con una torre de 122 metros de altura, construida a base de ladrillos y que es la segunda más alta del mundo con este tipo de construcción. En su interior admiramos una escultura de Miguel Ángel, “La Madonna de Brujas”, que representa la virgen con el niño. Al parecer iba a ser ubicada en la catedral de Siena, pero unos ricos comerciantes de Brujas la compraron y años más tarde la donaron a la Iglesia de Nuestra Señora.
Más tarde visitaremos el Hospital de San Juan, uno de los más antiguos de Europa. Se construyó en el año 1127, está junto al puente de San Bonifacio y es donde monjas y hermanos cuidaban a enfermos, viajeros y peregrinos hasta su muerte. Merece la pena su visita, sus patios son preciosos.
En Brujas no suele sobrar el tiempo, pero en el caso de que queráis dar un bonito paseo, podéis ir a ver sus famosos molinos de viento. Están en el gran canal, al noreste de la ciudad, junto al parque Kruivest.
No os he hablado de sus museos, los más interesantes son el “Groeninge” y el “Gruuthuse”, pero también tiene otros muy curiosos, el del “Diamante”, la “Cerveza”, “Chocolate” o incluso otro de las “Patatas Fritas”.
En un radio de 90 kilómetros podéis ir a otras maravillosas ciudades como Bruselas, Gante o Amberes
Poco a poco se van retomando los viajes y espero que si la pandemia sigue remitiendo y continúan relajándose las medidas, podáis disfrutar de este viaje a Brujas. Estoy seguro de que os encantará.
RECOMENDACIONES DE ELISEO:
- Subir al campanario Belfort: vistas de vértigo.
- Pasear en barco por los canales de Brujas
- Tomar una cerveza Brugse Zot en “De Halve Maan”.
- Degustar los famosos gofres de “Chez Albert”.
- Cruzar el romántico puente de San Bonifacio.
Viaje espléndido por la historia de esta bella y romántica ciudad llena de olores y sabores que indiscutiblemente están muy ligados a nuestro país.
Perfecto Trotamundos, nunca decepcionas
Muchas gracias
Conozco muy bien Brujas, la he visitado en diversas ocasiones coincidiendo con estancias en Bélgica. El artículo de Eliseo me ha llevado otra vez a esta bella y única ciudad.
Eliseo, como siempre, un viaje maravilloso, con tus comentarios, nos haces revivir de nuevo, cada uno de tus viajes. Gracias