MESA CAMILLA. Por Paco López Mengual.
No es muy conocido el hecho de que, a finales del XIX y principios del XX, Murcia fue probablemente la ciudad de España donde más se hablaba el esperanto. Sin duda, esta peculiaridad se debió a la fuerte apuesta que por este idioma hiciera uno de los personajes más importantes que hayan paseado su palmito por la Trapería: el gran Ricardo Codorníu, el Apóstol del árbol.
El esperanto, esa lengua inventada por el oftalmólogo polaco Zamenhof y que soñó con ser universal para combatir la torre de Babel en la que se había convertido el mundo, fue casi borrada por el inglés debido a la supremacía económica de EEUU durante el siglo XX. De manera lenta, las escuelas de esperanto, un idioma fácil de aprender y pronunciar, que se extendían por toda Europa, fueron sustituidas por las modernas academias de inglés, donde enseñaban el lenguaje que hablan los negocios y los conserjes de hotel.
En Murcia, en el centro de la plaza de Santo Domingo emerge en forma de gigante vegetal el ficus que un día plantara Ricardo Codorníu y Stárico de un esqueje traído de las antípodas. Junto al árbol, uno de los seres vivos más longevos de la ciudad, aparece su busto, siempre en actitud paternal y vigilante. Ricardo fue ya un niño fascinado por la naturaleza, un entusiasta de los árboles y los pájaros. Su pasión le llevó a desentenderse de la tradición política y comercial de su familia, para formarse en Madrid como Ingeniero de Montes, logrando grandes éxitos en su profesión. La repoblación forestal de Guardamar, que impidió el avance devastador de sus dunas y, sobre todo, la reforestación de Sierra Espuña, considerada modélica a nivel internacional, al pasar de ser un conjunto de montes pelados a convertirse en el pulmón verde de la Región, le llevaron a ser considerado la máxima autoridad académica de su materia en nuestro país. Además, fue autor de una amplia obra científica, técnica y pedagógica que le llevó a ofrecer numerosas conferencias intentando concienciar a la sociedad de la importancia de los árboles, los montes y las aves, que para él, constituían un conjunto armónico. Hoy está considerado, no sólo en Murcia y España, sino en toda Europa, como uno de los pioneros en lo que ahora llamamos Ecología.
Quizás fue el espíritu regeneracionista de Ricardo Codorníu el que le llevó a introducir y divulgar en España el esperanto, aquella lengua que aspiró a ser universal –como el lenguaje de los pájaros-, para servir de entendimiento a toda la población mundial y potenciar el progreso de la humanidad.
Ricardo Codorníu tuvo dos grandes amores, la ecología y el esperanto; dos pasiones que en su tiempo eran tildadas de utópicas
Su entusiasmo fue tal que, en 1902, fundó la Sociedad Murciana de Esperanto, con sede en su propia casa del Paseo del Malecón. Pronto surgieron grupos esperantistas en varios puntos de la Región (Águilas, Cartagena, Lorca…) y comenzaron a abrirse escuelas y ateneos donde se impartía la lengua ideada por Zamenhof. Desde Murcia, Codorníu fundó y editó varias revistas escritas íntegramente en esperanto que se distribuían, unas por España y otras, por Europa. Su fuerte dedicación y entrega a esta causa lograron que a principios del siglo XX Murcia se convirtiese en uno de los focos más importantes del movimiento esperantista en España. Pero su labor no se ciñó sólo a nuestro país: en el verano de 1905 se celebró en Francia el Primer Congreso Mundial de Esperanto al que acudió nuestro insigne vecino y en el que fue nombrado asesor del comité internacional.
Ricardo Codorníu y Stárico tuvo dos grandes amores, la ecología y el esperanto; dos pasiones que en su tiempo eran tildadas de utópicas, pero que él con tesón y entusiasmo supo elevarlas a la categoría de realidad. Este admirable personaje ha pasado a la historia como el Apóstol del árbol, aunque para los murcianos también debería haberlo hecho como el Apóstol del esperanto.
Muy interesante, querido Paco. Magnífico aporte. Gracias.
Tre interesa. Dankojn pro la sendo. Mi kredas, ke Esperanto ankoraù taúgas por faciligi la homan interkomunikadon. Felićojn!
Gra ias, Ivette. Muy bonito…
Bone, bonege…