El amor es tabú

Cicuta con almíbar, por Ana María Tomás

Está claro que el estado ideal del ser humano es sentirse amado y poder expresar a otros congéneres ese amor que, por propia naturaleza, brota del corazón. Pero lo cierto es que todo está tan banalizado que parece que hablar de sexo es lo más normal, mientras que hacerlo del amor ha pasado a la historia.

Hablamos de sexo igual que del tiempo que hace y anhelamos entregarnos y que se nos entreguen sin más, sin compromisos, sin que nos cuenten su vida, lo bien o lo mal que les ha ido, o si tienen o no trabajo. Porque lo que cuenta son las relaciones rápidas, esporádicas, consumir amor como se consume la comida basura. Y, si te he visto no me acuerdo. Ahorro total de desengaños, de complicaciones, de obligaciones, de cuidados, de traiciones… Es como si todos estuviéramos de vuelta de todo, como si llevásemos las espaldas marcadas con deserciones que no queremos volver a revivir nunca más.

Todo está tan banalizado que parece que hablar de sexo es lo más normal.

Se entiende, así, el triunfo de las páginas de citas, los programas de televisión en donde, supuestamente, alguien estudia las características de cada uno y procura emparejar para una cena según afinidades -que parece que lo hiciera el pájaro loco-, aunque, es cierto que, a veces, hasta resulta.

Y es que, como el mundo va a toda leche, en lugar de pararnos un poquito, de ser conscientes en primer lugar de nuestro valor, de lo que podemos aportar a los demás, de sentirnos bien en nuestra piel… y después mirar alrededor para ver qué podemos ofrecer y que al mismo tiempo nos enriquezca a nosotros, vamos exhibiendo nuestro sentirnos medias naranjas, nuestra búsqueda improductiva de que alguien nos sacie, nos complete, nos dé aquello que sólo podemos darnos nosotros mismos.

Nos hemos olvidado de la esencia de las relaciones humanas, de la magia que reside en el compartir y en el crecimiento mutuo. En la carrera por satisfacer deseos inmediatos, hemos dejado de lado el verdadero propósito de conectar con los demás: el apoyo emocional, la comprensión y la construcción de una vida en común. 

Aunque estamos más conectados que nunca, rara vez establecemos conexiones profundas.

Vivimos en una época en la que la soledad está a la vuelta de la esquina y, aunque estamos más conectados que nunca, rara vez establecemos conexiones profundas. Nos hemos vuelto expertos en aparentar felicidad en las redes sociales, mientras que en nuestro interior luchamos con la falta de sentido y propósito. Nos hemos convencido de que estar ocupados es sinónimo de ser exitosos, pero a menudo es una distracción que nos impide enfrentarnos a nuestras propias emociones y necesidades. Necesitamos aprender a escuchar, a comunicarnos desde el corazón y a valorar la intimidad emocional tanto como la física. Es crucial recordar que el amor no es solo un sentimiento efímero, sino un compromiso diario que requiere esfuerzo, paciencia y dedicación. 

Hablar y practicar el sexo puede enriquecer nuestra experiencia de vida, pero es el amor, en todas sus formas, el que realmente da sentido y profundidad a nuestra existencia.

Ana María Tomás. @anamto22

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