Mágicas palabras, por Consuelo Mengual
El arpista (Cosecha Negra Ediciones, 2024; tercer clasificado Premio Planeta 2022), de David Galindo Martínez, es una novela que nos adentra en los misterios de personas que desaparecen en un escenario muy particular, La Manga del Mar Menor, en su origen casi salvaje y natural, al compás de la música divina del arpa, que todo lo envuelve y subyuga. La escritora Ethel Lina White, en su novela La dama desaparece (1936), evocó también al Mito de Perséfone al indagar sobre la capacidad de los seres humanos de renacer ante el abuso; la de tomar conciencia de la propia individualidad; así como pasar de la pérdida a sabiduría.
¿Produce la música recuerdos, como la nostalgia?
Claro, la música es un lenguaje en sí mismo, te retrotrae a sensaciones más que a palabras, que podemos codificar de manera concreta. Necesitaba la música en mi novela y estudié terminología musical para hacerlo posible.
Es interesante la idea de que el ser humano es parte del atrezzo, de la decoración del hotel donde transcurre la historia.
Yo visualizo La Manga prácticamente desnuda, y como un sitio especial para atraer gente de Europa. Es la idea del buen salvaje, nosotros como los autóctonos y nosotros mismos como parte de la idea del hotel, conectar personas de la raza patria.
Los comienzos de La Manga están muy bien descritos. El protagonista nos va adentrando en su soledad al tiempo que se describe La Manga auténtica en su orígenes. Desaparecer como una forma de soledad.
La orografía es un personaje más y la banda visual que vamos apreciando en el día a día te acompaña y te permite cambiar el tono vital. El espacio vacío, la duna, la naturaleza salvaje te permite estar en un entorno idéntico al que pudieron ver los seres humanos de hace más de tres mil años. Es una comunión y atavismo con el pasado. Cualquier costa es el fin del mundo.
“En un entorno muy controlado juego con lo distinto, casi paródico”.
¿Es importante tener algo que sea solamente nuestro, de lo que podamos ser dueños y héroes?
Esto lo relaciono con los dones de la persona, con el don de cambiar el entorno a través del arte, la música en este caso. Y esa capacidad la tenemos en diferentes grados y hay que cuidarla y protegerla.
El hotel, un lugar en el que siempre hay que agradar al cliente y esto es precisamente lo que también ocurre al inicio de La dama desaparece, siendo el punto de partida de la historia que luego transcurre en un tren.
Es el whodunit, el misterio de la habitación cerrada. En un entorno muy controlado juego con lo distinto, casi paródico. Hay grandes despistes, pistas falsa, subtramas que no llevan a ningún sitio.
¿Todo está conectado? ¿El azar no existe sino en nuestra imaginación?
El azar existe a posteriori. Cualquier creencia hace que se repita para generar buena suerte. Existen las casualidades, los acontecimientos, que a veces no tenían sentido.
Enlazando la desaparición de las personas con la novela de Ethel Lina White, observamos dos vertientes o formas de sentir diferentes: desde el lado de la persona que conoce al desaparecido por ser un familiar o amigo; y desde el lado de la persona que ayuda a su búsqueda. El paso del tiempo no es igual para ambos, la carga emocional hace que su mirada ante la búsqueda sea diferente.
El tiempo es subjetivo, la sensación es muy diferente, cierto. Para lo personajes aquí es una distracción, un amateurismo detectivesco que les lleva a disparatar y especular.
“Somos lo que nos cuentan que somos. Las conmociones internas privadas obedecen a otros patrones”.
Las pasiones humanas ¿son capaces de llevar al mundo hasta las cotas más sublimes?
Es verdad, “se mueven en diferentes franjas, a veces concomitantes y a veces alejadas las unas de las otras que, por diversas razones imposibles de comprender, nos agitan.… El amor, el rencor, la codicia, la envidia, la concupiscencia “.
El eco de la Segunda Guerra Mundial resuena en el texto. Tras la guerra, ¿siempre hay silencio?
La guerra tiene la triste capacidad de alargarse mucho más allá de su tiempo. Silencio, culpa, tantas cosas. Siempre me ha interesado ese momento histórico y de niño veía en La Manga a un inglés y un alemán de unos 55 años charlando juntos y pensaba que hace tiempo ellos estaban enfrentados y ahora no discutían. Esa sensación de sorpresa infantil, la capacidad de perdón, siempre me ha conmovido. Al mismo tiempo, la novela, situada en el momento de agonía del régimen de Franco, nos hace ver que va naciendo otra perspectiva, otra alma que, ubicada en el espacio vacío de un lugar por fundar, genera una mezcla que potencia esa idea reconciliadora.
Crecer en el odio ¿nos marca la vida? Odiar es, también, otra forma de hacer desaparecer a la persona.
El ninguneo lleva a crearse un personaje, una máscara en la que sentirnos cómodos en una zona de confort. Hay que aceptar que hay que gente que odia.
¿Somos lo que dicen de nosotros?
Sí, esto me recuerda a las relatoras, como la mujeres de mi familia, que siempre han vivido más y han contado las cosas de los demás. Y quien domina el relato domina la historia. Por eso, lo importante es que la persona que cuente sea fiable.
¿Todo se desmorona? ¿Es todo una pantomima? El hecho de que desaparezcan personas es, de alguna manera, un cambio de escena que todo lo altera.
Esto enlaza con las relatoras, hoy los medios de comunicación. Somos lo que nos cuentan que somos. Las conmociones internas privadas obedecen a otros patrones. El protagonista va reviviendo un desmoronamiento para resurgir de manera paralela a lo que va ocurriendo en la sociedad, narrado también con un punto de ucronía.
La idea del niño prodigio, que toca el arpa, y su trauma infantil, ¿condiciona la vida y la hace diferente?
Mi padre, Antonio Galindo, fue un niño prodigio del piano y me ha servido de referente para valorar su música. El protagonista de mi novela es diferente y, sin nombre que lo identifique, recuerda a esos niños cantantes, actores, que fueron “juguetes rotos” y, de repente, no saben transitar a la vida adulta.
¿Hay que desvanecerse, desaparecer, para volver a encontrar la pureza de lo novedoso? ¿Es bueno desaparecer voluntariamente? ¿Sólo así podemos ser la persona que realmente queremos ser? ¿Nos encorseta el lugar y las costumbres para ser libres de ser como gustemos?
La capacidad de desaparecer es mucho más fácil y sano de lo que pensamos. No tiene que ser una desaparición física ni prolongada. Se trata de buscar espacios propios. Huir, técnicamente, es fácil, pero dar el paso es lo difícil. Nos atan hilos tan finos que nos da vergüenza saber que es tan fácil desatarse.
Hay nazis que vivieron sin ser juzgados. Se escaparon sin juicios, con otros nombres, a otros lugares. Un cambio de identidad para desaparecer.
Yo veía belgas, ingleses y alemanes en La Manga y me cuestionaba cosas y, al mismo tiempo, leía y averiguaba que había nazis en las costas levantinas españolas.
“Nos atan hilos tan finos que nos da vergüenza saber que es tan fácil desatarse”.
“Tu muerte es la que te define”.
Así es, la muerte te precisa, la manera de sucumbir esclarece a la persona. Puedes haber sido lo que quieras, pero si tienes una muerte especialmente penosa o ridícula, pasas a ser el tipo que murió así.
¿Por qué es tan sugerente el sonido del arpa? Curiosamente también la música será la clave enigmática para ordenar el final de La dama desaparece.
La música, como un código, abre una cerradura hacia algo que puede ser su alma, una conmoción, una epifanía, un balcón en el que ver cosas preciosas. Uno de mis temores es que se me vean las costuras al escribir. Quiero conmover, quiero que el lector se deje llevar, porque es parte del juego de la literatura. Quiero agarrar al lector y que él tenga la tolerancia de dejarse arrastrar.
La curiosidad es importante. Gracias a ella los protagonistas de ambas novelas pueden investigar sobre lo que está ocurriendo con las desapariciones.
A veces curiosidad impostada para sentirse vivo, buscar un motivo para salir del vórtice en el que estamos.
La existencia ¿es “el puñado de cosas que nos turban y sofocan la costumbre que somos”?
Esa es la lucha filosófica: cultura frente a biología. La costumbre frente a lo biológico, porque lo consuetudinario pesa mucho.
Música y locura. Ejecutar el arpa, instrumento de Dioses, hace perder el control sobre los demás y sobre uno mismo, y nos lleva a la leyenda irlandesa de Uaithne.
Descubrí esa historia del arpa mágica mientras escribía, pues no planifico, me dejo llevar, voy investigando y van surgiendo cosas. Sus tres acordes (llanto, risa y sueño), unidos a la idea de las partituras imposibles, generan el mimetismo del protagonista con su instrumento, jugando con la idea de desaparecer como morir, irse, ser abducido.
“La música, como un código, abre una cerradura hacia algo que puede ser su alma, una conmoción, una epifanía”.
¿Es posible crear un mundo nuevo? Esa es la esperanza también de la narración de Ethel.
Creo que sí. Todo lo que he escrito después de esta novela va en esa línea de esperanza.
Nunca han faltado los engendros malignos. La maldad y el poder que con ella se puede lograr para el beneficio propio son dos ideas que también unen ambas narraciones.
Es una maldad casual en el sentido de que no creo en corporaciones malignas. Los malos suelen no ser demasiado inteligentes, obedecen a sus estímulos porque les convienen, ni siquiera es algo preparado. La maldad es debilidad.
¿Somos máscaras en el mundo, echamos todo a perder, a pesar de los logros?
De los personajes, la única mujer, Eva, es la única verdadera. Es ella quien va dominar el relato a posteriori, ha hecho y deshecho, ha provocado ciertos cambios en los personajes. En un entorno heterorromántico y aislado, el mero hecho de la presencia de una mujer ambigua en lo sexual, altera ese mundo machista.
¿Cómo recomenzar?
Lo que es increíblemente difícil es darse cuenta de cuándo hemos cumplido un ciclo. He sido esto, me he encasillado, he tocado techo (la partitura imposible), ahora puedo lanzarme a otra existencia.
Una entrevista donde refleja muy bien el hecho de haber leído el libro e intentar llegar al escritor con sus pensamientos y debates sobre temas muy interesantes.Gracias por hacernos llegar escritores a nuestras vidas que no conocíamos.