ENTREVISTA AL ESCRITOR JOSÉ DANIEL ESPEJO
MÁGICAS PALABRAS. Por Consuelo Mengual.
José Daniel Espejo ofrece unos apuntes poéticos muy personales en su séptimo libro, “Los lagos de Norteamérica” (Pre-Textos, Poesía 2019), ganador del I Premio Internacional de Poesía Juan Rejano-Puente Genil, y también Libro Murciano del Año 2019, invitándonos a traspasar su verdadero mundo interior. En paralelo a “Diálogos del conocimiento” (1974), el último poemario de Vicente Aleixandre, podemos realizar una reflexión en torno a la existencia humana de puertas hacia dentro. El poeta de la Generación del 27 intenta generar, en realidad, monólogos entrecruzados de diferentes voces poéticas. Aunque José Daniel Espejo emplea una única voz poética autobiográfica, juega al mismo tiempo como un soliloquio, cuestionando todo el tiempo la verdad de las cosas en torno a la figura del cuidador.
En contraposición a los personajes de Aleixandre, que funcionan como máscaras, su poesía se abre dramáticamente y nos deja pasar en su interioridad autobiográfica de persona que cuida en solitario a sus hijos, uno de ellos autista ¿Qué se siente cuando ahora otros saben de su historia?
Ese es el objetivo del libro, quitar capas del relato, que uno se cuente sobre sí mismo, sobre el cuidador. Se podría calificar como un libro confesional, intimista, pero no es el concepto que a mí me gusta. Es cierto que esa idea está muy presente en la literatura femenina cuando en realidad es la literatura más salvaje y descarnada, que se integra en el propio yo de la forma más despiadada (entre otras, Sylvia Plath o Cristina Morano). En mi caso, aparecen una serie de fantasmas, tabúes, zonas oscuras, pero ha merecido la pena por la respuesta desde que apareció el libro. Se trata de un libro de amor y un proyecto de conocimiento potente y con sentido. La Asociación Autismo de Huesca hizo una declaración muy emocionante al descubrir que hay una forma poética de iluminar esta experiencia.
Poco se habla de la persona que cuida a otra, del peligro que aparece desde el exterior, transformándolo todo, e incluso la violencia a la que a veces se está expuesto ante el intento avasallador de otros ¿Quién cuida al cuidador?
Esta es la pregunta central de todo el texto, toca con la codependencia. Vivimos en una sociedad en la que tendemos a pensar que las personas son seres independientes, invulnerables, que no necesitan a otros, que son ángeles que flotan por encima de la sociedad portando una tarjeta de crédito y parece que no necesitan vínculos humanos. Pero la realidad humana es otra cosa, lo vemos al madurar. El cuidador se ve fuera de esa zona luminosa, queda en una zona inhumana a la que nadie suele mirar.
¿Cómo defenderse de la sordidez que nos rodea?
Nuestro actual contexto histórico de posmodernidad acoge la lógica cultural del capitalismo tardío de una forma falaz. Promete libertad, igualdad, liberación de las explicaciones del mundo para ser tú mismo en tu insobornable individualidad. Pero esto no ese cumple. No somos únicos, somos bancos de peces llevados por la manipulación de masas. Esa paradoja es uno de los saberes fundamentales de nuestro tiempo. Por ello, hay que conocer larga y profundamente que la historia tiene un papel fundamental para mirarnos como libres. Así he conseguido recorrer un camino propio.
Para Aleixandre, la representación de la multiplicidad de la existencia está relacionada con la capacidad de perderse y descomponerse ¿Cuál sería, entonces, el mundo real que vivimos?
El secreto es no creer que todo es sórdido. Una herramienta de la sociedad de consumo es buscar lo óptimo, lo luminoso, mostrar la mejor versión de escaparate y filtro de Instagram. Pero una región inmensa de la vida es subóptima, la que no nos hace más deseables, pero es la trastienda en la que pasamos la mayor parte de la vida.
¿Puede la poesía ordenar esa descomposición?
No siempre. También hay una poesía que participa del consumo, de la idealización del yo. No participo de esa máquina ilusoria. Pero sí hay autores que le acompañan a uno a la hora de encontrar sentido profundo para vivir lo más complejo del mundo.
Uno de sus versos dice: “Es la vida de otros la que contamos”. Vicente Aleixandre conseguía dar vida a la tensión poética.
Es la sensación de fantasmagoría que se recorre en el libro al no poder reconocerte en unos referentes claros porque tu contexto cultural se fija sólo en lo bonito de la vida. Sí que hay un tabú sobre el mundo de los cuidados que dificulta reconocerte en un referente. Por definición, el cuidador es una persona movida por un amor incondicional las veinticuatro horas del día y con su entrega es capaz de sacar adelante a otros. Todo lo que no sea eso es tabú. Cuando no ocurre así uno se ve como un fantasma que no se reconoce en ninguna canción. Es un libro político también porque asumo un relato propio de necesidades y puede pasar a ser un resorte social. Sin ayuda podemos quemarnos y es costoso. Es una realidad distorsionada. En Inglaterra hay un programa para cuidar al cuidador y tener una vida más sana.
«Es un libro político también porque asumo un relato propio de necesidades y puede pasar a ser un resorte social»
El estilo poético es un “continuum”, apenas se utilizan comas, se hila una frase con otra, sin puntuación, como un todo sin fin. Aun así, se puede percibir con todos los sentidos lo que nos quiere transmitir.
Mi aprendizaje es de fuentes anglosajonas, poetas que experimentaban otras maneras literarias. Pablo García Casado, un poeta de mi generación, me iluminó cuando comencé a escribir. Al encabalgar los versos provocas atención; al reducir la puntuación provocas cierto efecto de extrañamiento al lector que hace que la ponga él. Me gustan esos juegos. También Charles Bersntein es un maestro.
Muestra una mirada amable hacia la mujer y se pregunta “¿Qué piensan las mujeres que nos miran y nunca dicen nada?” ¿Cómo las mira Ud. ahora que no tiene a su lado a la suya?
Es un libro de género, de reparto de tareas. No tenía referentes a quienes parecerme y al morir ella, ha sido necesario un aprendizaje soterrado. Ellas lo hacen asumiendo una invisibilidad. Todo mi libro es un recorrido fantasmal por la vida. Las mujeres no participan en la vida política. En una reunión a las nueve de la noche, ¿dónde están las mujeres? A esas horas las mujeres han de cumplir las tareas de cuidados familiares. Al cuidar se pierden muchos ámbitos de la vida colectiva.
¿Se vive en modo circular?
El autismo es muy complejo, enigmático. Está relacionado con la forma en la que aprendemos. Ellos no pasan página, no se aburren. La repetición es fundamental.
El lenguaje como método para el conocimiento y la representación poética, ¿podría ser su modo de refugiarse?
Esa tensión siempre está ahí. Sí, es refugio contra la tormenta. Nuestra mente acude a lo literario pero también está esa tensión de romper esa campana literaria de cristal, que te envuelve todo el rato, e irte a otro lado. La literatura tiene que tener un peso social, una necesidad de lanzarte a causas sociales, al amor, a los viajes, a dar ánimos.
“Diálogos del conocimiento” es un enredo de voces que, en realidad, se dirigen hacia el más profundo silencio ¿Cuál es el verdadero valor que le concede al silencio?
“La historia del silencio”, del filósofo francés Alain Corbin, cayó en mis manos al morir mi hijo. Ahí se contiene la idea de que las catedrales góticas son estructuras para mantener el silencio y del silencio puede partir la propia identidad. Así comenzó el Renacimiento. Ningún discurso puede partir sino del silencio. El silencio es el espacio que filtra el hablar desde una perspectiva propia.
¿Quién era su hijo Martín?
Un tipo muy particular, un poeta situacionista, un creador que se llevaba la poesía a la vida cotidiana. La forma anárquica de recorrer la ciudad; lo feliz que era; la playa, su lugar favorito; era feliz de una forma poco convencional.
¿Cuántos lagos hay en Norteamérica? ¿Qué representa esta idea?
El nombre de todos esos lagos era uno de sus intereses obsesivos. Le gustaba, los reconocía por las fotos. Me sirve como paradoja de espacio abierto para nombrar un espacio cerrado y opresivo. Pero también tiene esa parte poética de estas personas, de su resiliencia.
Ahora, ¿cómo percibe la experiencia de existir en un mundo en el hay grandes ausencias?
Como si tuviera dos familias, la que vive y la que no, y las dos interactúan, me reclaman, porque estás más con los vivos pero también hay llevarse bien con los que no están.
¡Enhorabuena, José Daniel! Estamos ante una obra impactante que ha sabido contar lo indecible con una peculiar voz lírica que interpela al lector.