CONVERSACIONES SOBRE UNA RESTAURACIÓN MONUMENTAL

DEL BLANCO Y NEGRO AL PURO COLOR

SE CUMPLEN 10 AÑOS DE LA REHABILITACIÓN DEL REAL CASINO DE MURCIA. UNA OBRA INMENSA QUE SALVÓ AL EDIFICIO HISTÓRICO DE LA DECREPITUD. RECORDAMOS AQUELLOS AÑOS DE INTENSO TRABAJO E INNUMERABLES DIFICULTADES CON EL PRESIDENTE DE LA ENTIDAD DESDE 2004, JUAN ANTONIO MEGÍAS, Y EL ARQUITECTO QUE EJECUTÓ LA OBRA Y ACTUAL CONSERVADOR, JUAN CARLOS CARTAGENA

Juan Carlos Cartagena (izq.) y Juan Antonio Megías (dcha.) en la Pecera Sur.

Por Elena García. Fotografías: Ana Bernal.
El Real Casino de Murcia, constituido en 1847, volvió a nacer hace una década. Exactamente, el 5 de noviembre de 2009, día en el que se reabrieron las puertas que habían permanecido cerradas durante casi cuatro años. La rehabilitación integral del inmueble del siglo XIX logró recuperar el monumento histórico-artístico nacional para Murcia, atrayendo a miles de visitantes, y pronto se convirtió en el edificio civil más visitado. Los socios de la entidad observaron con admiración la elegancia recuperada de sus salones. “Existe una máxima en temas de patrimonio: lo que no se usa, se pierde”, señala el arquitecto Juan Carlos Cartagena, junto al presidente, Juan Antonio Megías, que subraya: “La rehabilitación se hizo funcional, no solo se quería dejar las cosas bonitas, sino que tuvieran una utilidad”. Y así fue. La vida volvió a vibrar y las actividades culturales, sociales y de ocio comenzaron a multiplicarse. Con motivo de este aniversario conversamos con el presidente y el arquitecto, que desvelan cómo vivieron aquellos momentos desde su lado más personal.

Recordemos, ¿cuál era el estado del edificio del Casino antes de la restauración?
J.A.M.: El Casino era muy querido por la ciudad de Murcia. Era un edificio hermoso, pero cuando mirabas los detalles apreciabas que el paso de los años había sido muy cruel con él. Estaba muy viejo. Se notaba la carencia de recursos sufrida durante muchos años, que impidió proporcionarle un mantenimiento adecuado. Y esto repercutía en la entidad: el Casino se componía de una sociedad envejecida, no era atractivo para los jóvenes, no albergaba actividades y las salas no estaban preparadas funcionalmente.
J.C.C.: El Casino me recordaba a las imágenes en blanco y negro. Estaba muy estropeado y había un ambiente decadente. Las reparaciones habían sido muy pobres. Las escayolas estaban en muy mal estado, incluso con peligro de desprendimientos en algunas zonas. Al entrar al edificio pensabas que era muy bonito, pero eso era de lejos. Los años habían hecho estragos de forma inexorable. Las instalaciones no funcionaban y eran peligrosas. Había un sinfín de deficiencias.
J.A.M.: Cada vez se abrían más grietas, más humedades… Y, aunque se intentaban subsanar los problemas más urgentes, estas pequeñas actuaciones no conseguían frenar el ritmo de deterioro. Entendimos que era necesario un proyecto integral de rehabilitación.

Además de las peticiones de los propios socios, ¿existía demanda social para recuperar el edificio histórico?
J.A.M.: Había un clamor social en la ciudad de Murcia que demandaba recuperar el Casino. La gente sabía que el edificio se caía y eran habituales los artículos de opinión y cartas en prensa reclamando la necesidad de recuperar el edificio. El Casino se encontraba casi en la ruina.


J.A. Megías: “Había un clamor social en la ciudad de Murcia que demandaba recuperar el Casino”


¿Cuál es el impulso que llevó a la restauración?
J.A.M.: El impulso definitivo fue la presencia aquí de Juan Carlos Cartagena. Yo estaba recién nombrado presidente. Juan Carlos tenía experiencia acreditada en la recuperación de inmuebles históricos, como fue el Monasterio de los Jerónimos para transformarlo en universidad, y sabía que él era la persona que me podía ayudar. Gracias a él empezamos a tener una visión global del estado del inmueble: elaboró un estudio en el que apreciaba, no solo los deterioros, sino cual había sido su situación originaria y cuál debía ser la utilidad futura.
J.C.C.: Recuerdo el día en que nos encontramos por la calle y me dijiste “Juan Carlos, tenemos que empezar a trabajar porque esto está que se cae”. Pocos meses después teníamos todo levantado.

Al iniciar la restauración, ¿se podían hacer una idea del trabajo que había por hacer?
J.C.C.: El asunto fue mucho más complejo de lo que se preveía. Es como ir al médico sin radiografía, hasta que no se ve la lesión por rayos X no se aprecia la gravedad de la rotura. Aquí se hicieron catas y estudios, pero hasta que no se retiraba una escayola no se podía saber lo que había debajo. Y nos llevamos muchas sorpresas.

¿Qué aspectos fueron los más problemáticos de la restauración?
J.C.C.: Había problemas estructurales muy graves. El Casino ocupa prácticamente una manzana; está compuesto de diferentes edificios y está construido en diferentes niveles, esto implica numerosas complicaciones. Hubo que actuar en los que apoya la cimentación del Casino. En el Salón de Baile, por ejemplo, había una grieta de 20 centímetros, se trataba de un muro de carga.
Otro aspecto serio fue el de las atarjeas (canalizaciones): una gota de agua que cae en el centro del inmueble tiene que recorrer las canalizaciones internas hasta llegar al alcantarillado, y todo este sistema estaba muy deteriorado. Y las instalaciones, por su parte, estaban absolutamente obsoletas: electricidad, agua, fontanería, saneamiento, ventilación, calefacción… Hubo que rehacerlo todo.
J.A.M.: Recuerdo que cuando se desmontaron las escayolas del Patio Pompeyano, que pesaban miles de kilos, vimos que algunas estaban enganchadas al techo en ocasiones por simples alambres. Se podrían haber desplomado en cualquier momento, fue una suerte que no ocurriera ninguna desgracia. Y las losas de mármol del Patio Árabe se rompían al levantarlas, incluso había moho debajo de algunas.
J.C.C.: Reconstruir el mosaico del suelo del Patio Árabe fue una odisea. Tuvimos que hacer un plano a escala 1:1, pues aunque no lo parezca cada pieza es diferente.

¿Cuántas personas aproximadamente estuvieron involucradas?
J.C.C.: Posiblemente más de un centenar. Muchas empresas prestaron sus servicios. Fueron necesarios especialistas de todos los oficios.

¿Hay alguna anécdota de aquellos años que recuerden especialmente?
J.A.M.: Muchísimas. Por ejemplo, cuatro días antes de la inauguración, teníamos los muebles nuevos almacenados en la sala del Congresillo y cayó una granizada enorme: se taponaron los imbornales, porque se acumuló el hielo, y el agua rebosó y se filtró por el techo del Congresillo. Se cayó la escayola central de la sala y entró el agua, empapando todos los muebles y las telas de las paredes. Un desastre. Y aquí estuvimos los dos, Juan Carlos y yo, cada uno con su fregona, sacando agua y secando los muebles, junto a otros muchos que arrimaron el hombro para salvarlo.
J.C.C.: Lo pasamos muy mal. Pero conseguimos solucionarlo. Loreto López (restauradora de la empresa Asoarte, que se encargó de parte la restauración decorativa) consiguió rehabilitar la escayola en tres días. Tuvimos la suerte de contar con muy buenos profesionales.

También hubo algunos descubrimientos inesperados.
J.A.M.: Descubrimos grafitis ocultos en las telas detrás del techo del Salón de Baile.
J.C.C.: Uno de los ellos decía: “Viva la República Federal”. El que lo escribió debía ser de Cartagena, porque era la fecha del Cantón.
Una de las cosas de las que estoy más orgulloso es de haber recuperado las decoraciones de escayola del Salón de Té. Cuando sucumbió la escayola en 1978, el presidente tuvo la feliz idea de guardar algunos trozos en los dobles techos de la cocina. Aunque estaban craqueladas, vimos que el módulo era repetitivo y, con la orientación de una antigua fotografía, pudimos construir un molde. Fue una grata sorpresa y ahora puede admirarse la mayor parte de la decoración original.
J.A.M.: Otro descubrimiento de interés fue la antigua decoración del Salón de Armas, que se había perdido y de la que no existía testimonio.


J.C. Cartagena: “Una de las cosas de las que estoy más orgulloso es de haber recuperado las decoraciones de escayola del Salón de Té”


Detalle de las escayolas del techo del Salón de Té.

Y los socios, ¿cómo vivieron aquellos años fuera de su sede habitual?
J.A.M.: La Junta era consciente de que para muchos socios, especialmente para los de más edad, su vida social y su ocasión de salir de casa era ir al Casino. Y cerrar a cal y canto era como dejarlos sin casa, una crueldad. Por ello, en la plaza Joufré acondicionamos un local y pusimos una sede provisional para que pudieran tener ese sitio de encuentro, por eso sobrellevaron los largos años de restauración.

¿Qué sensación tuvieron a nivel personal cuando reabrieron las puertas del edificio, una vez finalizada la restauración?
J.A.M.: El momento en el que se levantaron las persianas y subimos las escalinatas del Casino fue muy especial. Un recuerdo inolvidable, como el nacimiento de un hijo.
J.C.C.: Sí, como el día en que me casé o tuve a mi hija. Una sensación muy bonita. Fueron cuatro años de mucho sufrimiento, trabajo y dedicación, pusimos mucho empeño, y fue un gran alivio que todo saliera bien y poder mostrárselo a la sociedad.
J.A.M.: Ese día contamos con la presencia del entonces alcalde de Murcia, Miguel Ángel Cámara, que se comprometió desde el principio con la restauración y al que también le debemos que hoy el Casino esté recuperado.
J.C.C.: También se hizo una fiesta de socios y estaban entusiasmados. Juan Antonio y yo nos mirábamos con una sonrisa cómplice, como diciendo “ya está, ha salido bien”. Era una satisfacción enorme.
J.A.M.: Ese día me empeñé en recibir a todo el mundo que entraba por la puerta, me pasé más de tres horas saludando y recibiendo a gente. Y cuando llegué a mi casa a las tantas de la madrugada me caí al suelo. Mi mujer, Isabel, se asustó pensando que me había dado un infarto. Fue de tanta tensión acumulada. Por suerte no fue nada importante, pero me pasé cinco días en el hospital haciéndome revisiones.


J.C. Cartagena: “Fueron cuatro años de mucho sufrimiento, trabajo y dedicación. Pusimos mucho empeño”


Tras 10 años el Real Casino sigue espléndido, no hay signos de deterioro. ¿Qué supone mantener el edificio en este estado?
J.A.M.: Tras la restauración se elaboró un plan de mantenimiento integral que se sigue a rajatabla. Todos los años destinamos unos 80.000 euros a manteamiento, a lo que hay que añadir las tareas de reposición, suma que puede alcanzar los 200.000 euros. Desde la inauguración se han invertido unos cinco millones de euros en arreglos y mejoras. No permitimos que se enquiste ningún deterioro, porque un desperfecto llama a otro, y si se descuida el edificio vuelve a envejecer en muy poco tiempo. Pero es que además, hemos continuado mejorando y recuperando espacios, como el semisótano donde se ubican los vestuarios y zona de estar para los trabajadores de la entidad, que antes estaba inutilizado.
J.C.C.: Somos esclavos del éxito que hemos tenido. Hoy en día el Casino está suprautilizado, entre socios y visitantes, cada día cientos y a veces miles de personas hacen uso del edificio. Y no podemos olvidarnos de que tiene 170 años. Como Conservador del Casino en la Junta Directiva, mantengo reuniones periódicas con el Gerente (Mario Campuzano) y otros profesionales de la entidad, para conocer el estado de las instalaciones. El mantenimiento siempre es prioritario.

En diciembre hay elecciones a la presidencia del Real Casino. ¿Optará de nuevo a la presidencia, D. Juan Antonio Megías?
J.A.M.: Sí. Me voy a volver a presentar porque las cosas van muy bien. El Casino está funcionando estupendamente. Me encanta ver que las cosas van bien, disfruto con ello. Tengo fuerza y ganas para afrontar esta nueva legislatura.


J.A. Megías: “Si el edificio se cuida y no se hace ningún disparate, puede vivir muchísimos más años”


¿Y qué depara el futuro para el Real Casino?
J.C.C.: Si el edificio se cuida y no se hace ningún disparate, puede vivir muchísimos más años. Pero hay que saber utilizarlo, debemos ser conscientes de la antigüedad del inmueble.
J.A.M.: Tendremos Casino para muchos años, pero tratándolo con respeto. La masa social ha crecido y se ha rejuvenecido muchísimo. Esos socios demandan productos de hoy y los están recibiendo. Tenemos una oferta cultural de primer orden en la ciudad de Murcia, porque esa es la contrapartida del Casino al cariño de los murcianos. Celebramos cada año 300 actos culturales, la mayoría a puertas abiertas, costeadas por el Casino (limpieza, mantenimiento, servicios…). Y queremos que siga así, siendo un referente de la cultura murciana.
Ahora podemos ver que los jóvenes han vuelto por fin al Casino: la Biblioteca está llenas de jóvenes estudiando, que también se toman algo en la Terraza y alegran la vida de los socios. El edificio está en la vanguardia en términos de instalaciones: todo está completamente domotizado e informatizado.
J.C.C.: Al entrar al Casino, ya no tienes la sensación de que estar en un sitio en blanco y negro. Ha recuperado el color. Ahora el Casino brilla con luz propia.


Ana Bernal.

Elena García.

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