Berna, la ciudad encantada de un cuento medieval

El trotamundos del Casino, por Eliseo Gómez Bleda

Panorámica de Berna

Cuando llegué a Berna, mi primera impresión fue que era una ciudad limpia, activa y con unos jardines enormes. También me gustó su bonita arquitectura, pero no había visitado aún el casco antiguo, lo que llaman su “Ciudad Vieja”, que es uno de los mejores testimonios del urbanismo medieval en Europa. Forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y, cuando se visita, parece que el tiempo se haya parado. Pasear por sus estrechas calles provoca una sensación de paz y bienestar. Durante varios años fue nombrada la ciudad con mayor calidad de vida de Europa y del mundo.

Yo llamo a Berna la ciudad de los tres colores: el verde, por los jardines y bosques; el turquesa, por su grandioso río Aar, que envuelve toda la ciudad; y el rojo por los tejados de las casas. Desde el magnífico “Jardín de Rosas” se podrá disfrutar de una de las mejores vistas panorámicas.

Berna está considerada la capital de Suiza, pero en realidad no lo es.

Berna está considerada la capital de Suiza, pero en realidad no lo es. Sí es donde está la sede del Parlamento Federal, del Gobierno y de las embajadas extranjeras. Pero, realmente, Berna es solo una ciudad federal, ya que Suiza está dividida en 26 cantones que tienen autonomías para poder decidir por ellos mismos.

Otro atractivo que tiene esta ciudad es que cuando uno llega y se pasea por la zona vieja, huele a cuento de niños. Las calles laberínticas y sus sombríos soportales pueden evocar a las narraciones de los Hermanos Grimm.

Afueras de Berna

Berna es también la ciudad de los osos. Su nombre es una combinación en alemán de “Ber” que significa oso y “Hard” que quiere decir fuerte o valiente. Cuenta la leyenda que cuando el duque Bertoldo V fundó la ciudad en 1191 decidió dar a la ciudad el nombre del primer animal que matara en ese lugar: el primer animal fue un oso (“ber”). De ahí, además, viene el emblema de su escudo.

Su centro viejo está construido sobre una estrecha colina rodeada por el río Aar, afluente del Rin, por tres de sus lados. El diseño de carácter medieval se mantuvo sin cambios desde su construcción en el siglo XII hasta el siglo XV, a pesar del gran incendio que sufrió en el año 1405.

Paseando por la ciudad, nos sorprendió la calle principal Kramgasse (calle de la Justicia), llena de banderas de todos los cantones de Suiza y con sus famosas arcadas llamadas Lauben. La calle cuenta con casi seis kilómetros de soportales y está plagada de cafés, tiendas de moda, galerías y de todo lo que se pueda imaginar. Por algo es el circuito comercial más grande de Europa.

Cerca de la avenida principal está la Catedral de San Vicente, la iglesia más grande de Suiza.

Cerca de la avenida principal está la Catedral de San Vicente, la iglesia más grande de Suiza. Realizada en el gótico tardío, hay en ella una preciosa vidriera que representa el Juicio Final. La torre, la más alta del país, tiene 312 escalones, y desde arriba se podrá disfrutar de unas preciosas vistas.

Siguiendo en la calle Kramgasse, en el número 49 se encuentra la casa de Einstein. Ahí vivió 7 años y fue donde descubrió la teoría de la relatividad, famosa por la predicción de fenómenos extraños, como el envejecimiento más lento de los astronautas cuando salen al espacio o la deformación de los objetos a grandes velocidades.

El museo de Einstein está situado junto al museo de Historia de la Ciudad. Otros museos interesantes son el del Arte Zentrum Paul Klee y el de Historia Natural. El más interesante de visitar es el Kunstmuseum.

Continuando por la calle Kramgasse, casi al final, se encuentra el que quizás sea el edificio más famoso de Berna: la Torre del Reloj, Zeitglockenturm en el dialecto suizo, que literalmente significa “torre de la campana de la hora”. Construida en el siglo XIII para albergar una cárcel de mujeres, hasta el gran incendio de 1405, el reloj lleva más de 600 años en funcionamiento. El reloj se pone en movimiento con sus figuritas unos 3 minutos antes de cada hora, hasta que sale el gallo. Es muy parecido al famoso reloj de Praga. Se puede entrar al interior y, por una escalera de caracol de unos 100 escalones, ver toda su maquinaria y unas preciosas vistas de los tejados del barrio antiguo y los Alpes.

Otra cosa sorprendente de Berna son sus fuentes. En la ciudad hay más de cien y cada una esconde una historia, coronadas con personajes históricos y de vivos colores, ejemplos del arte renacentista. Quizás, la más impactante es la de Kindlifresserbrunnen, la fuente del Ogro: se trata de un gigante con un niño en la boca mientras sostiene a otros cuatro niños que tratan de escapar. La figura representa al “coco” o al “hombre del saco” y lleva más de 500 años atemorizando a los niños. Otras fuentes dignas de ver son la fuente de la Justicia, la de Moisés, o la de Zähringen.

El barrio de Marzili, que está debajo del Parlamento, lindando con el río Aar, es una de las zonas de moda.

El Ayuntamiento es uno de los edificios medievales más bonitos de Berna. En su interior se reúnen cinco veces al año el Gran Consejo del Cantón de Berna. La fachada exterior tiene un baldaquino soportado por varias columnas y dos escaleras laterales. 

El Palacio Federal de Suiza es el edificio más interesante para visitar en la ciudad. Se construyó en 1902 y sus paredes son verde turquesa. Tiene una enorme cúpula de cobre. Solo se puede visitar los sábados a las 14 h.

El barrio de Marzili, que está debajo del Parlamento, lindando con el río Aar, es una de las zonas de moda. Está lleno de cafeterías, tiendas y locales de diseño. Desde este punto se puede subir al funicular Marzilibahn, que conduce hasta el casco antiguo.

Calle Kramgasse

Siguiendo nuestro recorrido, se encuentra el Jardín de las Rosas, Rosengarten. Hay que andar unos 15 minutos y con algunas cuestas (hay autobuses), pero merece mucho la pena. Repleto de flores, tiene más de 200 variedades de rosas y, desde el mirador, están las mejores vistas al casco histórico de Berna. Es un remanso de paz y, además, su restaurante es uno de los más recomendados para comer.

Otra ruta interesante es cruzar el puente Nydeggbrücke, hasta llegar a la calle Grosser Muristalden, con unas preciosas vistas al río Aar. Antes de llegar al mirador se pasa por el parque Bärenpark, donde viven varios osos. Cerca de aquí hay otro restaurante de comida local, el Altes Tramdepot, con buen ambiente para tomar una buena jarra de cerveza artesanal.

Las comidas típicas de Berna son el rosti, patatas cocidas y después rayadas en una sartén con mantequilla para formar una especie de tortilla; la fondue, que puede ser de carne o, sobre todo, de queso; y la raclette, que es queso derretido acompañado de vegetales, fiambres y patatas.

El Palacio Federal de Suiza es el edificio más interesante para visitar en la ciudad.

Por supuesto hay que probar, si aún se ha degustado, su famoso chocolate Toblerone, que se fabrica allí, además de sus maravillosos quesos.

Los restaurantes en Berna son bastante caros.  Además de los ya mencionados, estos son un poco más asequibles: Migros, que está en la última planta de un supermercado; Da Nino, de comida italiana; Mille Sens, un poco más caro; o el Sous le Pont.

Los hoteles recomendados también son un poco caros, como todo en Suiza: NH Bern The Bristol y el Best Western Plus Hotel.

A pesar de que Berna es la capital de facto de Suiza, no tiene aeropuerto. Bueno, sí tiene uno pequeñito, pero solo para vuelos dentro de Suiza. Para viajar hasta allí se tiene que llegar a Basilea o Zúrich. La distancia desde estas dos ciudades hasta Berna es de unos 110 kilómetros. Una vez allí, hay varios medios de transporte para llegar, como trenes directos que te dejan en la ciudad en menos de una hora.

Casa típica en el río Aar

Merece la pena visitar algunos pueblos cercanos a Berna. Los más bonitos son Murten, un pintoresco pueblo medieval a orillas de un lago; Friburgo, con su espectacular catedral; Lauterbrunnen, encantador pueblo a los pies de las montañas, con una de las cascadas en caída libre más grandes de Europa; y la bonita localidad de Gruyeres, con su castillo y su famoso queso.

El verano es una buena época para ir. Pero el que sea amante del frío y de la nieve podrá gozar de maravillosas vistas de los Alpes nevados durante el otoño y el invierno.

Para ver con tranquilidad Berna y sus alrededores, son necesarios dos días como mínimo. Los paisajes, sus montañas y las casas medievales merecen mucho la pena.

¡Feliz viaje!

RECOMENDACIONES DE ELISEO

  • Comer en el restaurante Rosengarten entre rosas.
  • Pasear tranquilamente por los seis kilómetros de la calle Kramgasse.
  • Tomar un café en la plaza Kornhausplatz.
  • Visitar el museo Kunstmuseum.
  • Degustar un delicioso helado en la Gelateria di Berna
Eliseo Gómez Bleda.

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