ARS Casino, por Loreto López
Pasada ya (y casi olvidada) nuestra semana de fiestas, quiero hacer un breve recordatorio de las de antaño. Al principio se llamaron Fiestas de Abril o Pascua Marzal, pero, habida cuenta que, en muchos casos, el evento se iniciaba en marzo o se acababa en los primeros días de mayo, en 1921 pasaron a denominarse “de Primavera”.
Puede que estos festejos con carrozas y mascaradas se celebraran desde tiempo remoto en nuestra ciudad, como asegura el académico don Antonio Martínez Cerezo, pero para muchos historiadores el origen de los mismos se sitúa en 1851, el 2 de febrero, día de la Candelaria, más o menos coincidiendo con los carnavales. Por entonces, se organizaba una curiosa cabalgata donde desfilaba una pequeña representación de lo que son hoy los desfiles primaverales, con gran algarabía de charangas y traca final; este anticipo tenía como colofón el gran baile de La Candelaria en el Casino, donde era obligado asistir con disfraz.
Los miembros de la sociedad del Casino de Murcia participaron activamente desde sus orígenes en todos estos eventos festivos, que entonces solo ocupaban los tres primeros días tras la Semana Santa, siendo el lugar de referencia para los mismos y donde, por lo general, se centraba el festejo. En principio solo se trataba del Bando de la Huerta y el Entierro de la Sardina, la Batalla de Flores fue incorporada unos años después, ampliándose por un tiempo la celebración con los llamados Coso Blanco y Coso Iris, según el colorido de las flores que adornaban el cortejo, siguiendo la moda importada de otras localidades españolas.
Pero vayamos por partes. Ya en 1859, coincidiendo con el Domingo de Resurrección, se habla en la prensa local del Bando de la Huerta, en forma de poema “joco-serio”, escrito en 1854 por el boticario de San Antolín Miguel Rubio Arróniz y el panochista Joaquín López García, publicado por el Casino en forma de gacetilla. La fiesta consistía, básicamente, en una parodia de las costumbres y el habla de nuestra huerta, donde los “churubitos” de la ciudad se vestían a la manera huertana, terminando el día con un espléndido baile.
El Entierro de la Sardina estaba enlazado con el Bando, como continuidad de un mismo festejo en relación con el final de la Cuaresma. En 1860 salía desde nuestro Casino una comparsa, denominada la guardia negra, formada por cerca de doscientos caballos ricamente enjaezados, con sus jinetes vestidos lujosamente, recorriendo al anochecer la carrera del Entierro de la Sardina, según las crónicas de la época, “en el mejor orden y con verdadera magnificencia”. Se recibía a doña Sardina a su llegada a la ciudad, acompañándola hasta el Casino, donde permanecía hasta el momento de su desfile-funeral. En 1865 el Casino presentó un llamativo carro bajo el lema “La libertad”, del que se hizo eco la prensa por su originalidad. Y es que las carrozas, a veces minuciosamente descritas, a falta de imágenes ilustradoras, eran diseñadas por reconocidos artistas locales, derrochando imaginación.
Con cierta regularidad, aunque hubo años de ausencia o deslucimiento, se celebraron estas fiestas, hasta la infausta fecha de 1879, la de la riada de Santa Teresa, tras la cual, por respeto a las muchas víctimas de nuestra huerta, fueron suspendidas hasta su recuperación en 1899.
Ese año, siguiendo el ejemplo de nuestros vecinos alicantinos en las fiestas de San Juan, y por iniciativa del Marqués de Aledo y de Ramiro Mestre, periodista de La Correspondencia de España y fundador de la “Orden Botijil”, se organiza con gran éxito desde Madrid el llamado “Tren Botijo”, como medio para desplazarse a Murcia con motivo de las fiestas. Fue también el año en que salió por vez primera el desfile de la Batalla de las Flores. Este tren extraordinario estuvo activo hasta 1918, en que el estallido de la Primera Guerra Mundial hizo suspender las fiestas.
La primera e incruenta Batalla de Flores se libró en la Glorieta, donde se instalaron unos graderíos a los que accedían los asistentes previo importe de un real, cuya recaudación iba destinada a las Casas de Expósitos y Misericordias. Entre los miembros del jurado que premiarían los mejores carruajes se encontraban algunos de los artistas más destacados del momento, como Alejandro Seiquer o Antonio Meseguer y, en representación del Casino, don Cesar Casalins. Una vez finalizado el acto que daba nombre al evento, los carruajes y carrozas desfilaban por las diferentes calles del centro de la ciudad. Recayó aquel primer premio en la carroza de don Luis Ibáñez, representando un monumental cisne.
Ya en 1906, el Ayuntamiento organizó por primera vez el «Coso Blanco», cabalgata donde el color blanco era la norma tanto en la vestimenta de los tripulantes, como en los adornos de carrozas y coches, arrojando a su paso confetis y serpentinas. Apenas duró su celebración siete años, por entender los organizadores que restaba brillantez a la Batalla de Flores.
En su primera celebración se instó a los habitantes de los edificios por donde se realizaría el recorrido que engalanaran las fachadas con flores. Entre todas, obtiene una especial mención en la prensa la casi recién estrenada de nuestro Casino:
“La decoración de la fachada del Casino merece capítulo aparte. Era toda ella de flores naturales, alelíes y rosas de color blanco y crema, casi por completo.
Las columnas centrales de los entresuelos estaban vestidas y trasformadas preciosamente con flores bancas, dejando cuatro huecos que cerraban en la parte superior con arcos arabescos y hermosísimos cortinajes, todo de flor natural.
Los cortinajes semejaban un precioso encaje y atraían todas las miradas, elogiándolos calurosamente.
Los frentes de las galerías, desde la repisa al antepecho se hallaban así mismo artísticamente adornados con flores naturales, semejando colgaduras.
Por último, el frente del balcón central lucía una artística muestra que parecía de mármol y en la que se leía: «Casino».
El autor del boceto para el adorno de la fachada del Casino es un dependiente del mismo establecimiento llamado Juan de Dios Coll Martínez y los ejecutores fueron los jardineros de Ja Puerta de Castilla, Francisco y José Moreno conocidos por Manú.
Estos jardineros han hecho un verdadero primor.
Uno y otros han sido felicitadísimos.
Los elogios a la sociedad del Casino por su buen gusto eran generales.”
El Liberal de Murcia. 20 de abril de 1906.
La Batalla de Flores durante unos años supuso el festejo más elogiado y admirado, por la competencia en la realización de los diseños más bellos y originales. Eran otros tiempos y otra forma de hacer las cosas, con algo más de mesura y buen gusto.
Magnifico estudio, y estupenda divulgación. Enhorabuena.