CONTRA CASI TODO. Por José Antonio Martínez-Abarca
Hasta ahora pensaba que la definitiva ventaja de comprar una cosa física sobre adquirirla de manera virtual era que en el primer caso podías tocar realmente esa cosa, podías poseerla digamos corporalmente, y en el otro caso no. En el otro caso lo que adquirías solo era algo que, como Dios, estaba en todas partes y en ninguna, y tú te tenías que fiar de una serie de señores muy principales que te aseguraban que ese algo virtual estaba a buen recaudo y no tenías que preocuparte de nada, porque en cualquier momento podías acceder a él. Nunca imaginé que el acelerado deterioro del mundo causado por la tecnología llegaría hasta hacer que la eterna superioridad de lo físico sobre lo virtual consistiese en algo más grave y preocupante: en que cuando compras algo en una tienda física ese algo ya es tuyo para siempre; por contra, cuando compras algo virtual, pongamos a la empresa Apple, es tuyo solo mientras la empresa decide que es tuyo. Como para confiarles un bebé a Apple mientras vas un momento a comprar el pan.
He encontrado que una canción por la que pagué euro y medio en iTunes -euro y medio yo creo que ya está bien por una canción- se ha «afantasmado» en mi lista de música. Ahora la canción, en concreto la única versión en vivo que he encontrado de Life Of Illusion de Joe Walsh, irremplazable, de venir en azul cielo ha virado en color grisáceo pálido y cuando la pinchas sale un cartelito que pone: «Esta canción ya no está disponible en tu país o área geográfica». Pues la compré en mi país o área geográfica, con euros de mi país o área geográfica, euros que siguen estando disponibles en mi país o área geográfica, y no había ningún aviso de que alguna vez podían chirlártela, la canción, los mismos que te le vendían. Cuando comprabas algo en la tienda de la esquina nunca te encontrabas algún día que en vez de lo que compraste ahora hay un cartel que dice: «Hola, soy el perchero que compraste el otro día. He ido a comprar tabaco, ya volveré un siglo de estos».
La desaparición de algo virtual que compraste como posesión definitiva, en propiedad, no lo llaman hurto ni estafa
Lo que compras virtualmente puede «desaparecer» porque sí, amparándose en vagarosas razones. Más vagarosas aún que el espectral mundo tecnológico, que crea más problemas en el planeta que los que soluciona y que conforme se perfecciona inventa nuevos problemas para viejas soluciones. La desaparición de algo virtual que compraste como posesión definitiva, en propiedad, no lo llaman hurto ni estafa. Me parece escandaloso. Es decir, en la globalización tecnológica estás comprando teóricamente para siempre -y pagando para siempre, que no alquilando- algo que en la práctica no es para siempre. Existe la expropiación electrónica, algo que imagino que debe venir en la agenda 2030, esa que dice que «seremos felices y no tendremos nada».
La base de la propiedad privada es esa. Si adquieres algo y pagas el precio estipulado por ello ya nadie tiene derecho a quitártela porque en tu área geográfica las ondas hertzianas se hayan indispuesto por una indigestión de cerezas tratadas con pesticidas o este año hayan anidado poco las cigüeñas debido a la explosión de un volcán en la polinesia, o alguna otra razón de peso para estos anticapitalistas ultracapitalistas de Silicon Valley. No es ya el dinero pagado. Que estos plutócratas se metan mi euro y medio por donde les deje su estreñimiento vegano. Es mi canción, de valor sentimental incalculable.
La lectura que arroja el incidente es clara. Apple no es una empresa de fiar porque internet entero no es de fiar. Si ni siquiera puedes confiar en que una canción que has comprado te pertenezca, mucho menos vamos a creer que todos nuestros datos que se supone que están en esa indefinición de anuncio de compresas bienolientes llamada nube no vaya a desaparecer un día, porque tu área geográfica empiece a no gustarle a alguien, o que la nube no vaya a caer en toda esa serie de zarpas inadecuadas y peligrosas en las que de todas formas seguro que ya ha caído. No nos están dejando otra salida que renunciar al planeta que están organizando, echarnos al monte, vivir en una cabaña, dejarnos barba de redneck, ducharnos una vez a la semana nos haga falta o no y tener a mano una recortada.