La poesía del escritor nicaragüense tuvo una influencia transcendental en una España que hoy se ha olvidado de conmemorar el centenario de su muerte.
Por Elena García.
400 años sin Cervantes y sin Shakespeare merecen, sin lugar a dudas, todos los tributos, homenajes, exposiciones y muestras artísticas que se les han dedicado a lo largo y ancho de la órbita terrestre. Sin embargo, la luz de tan grandes figuras de la lengua española e inglesa ha eclipsado la de un escritor cuya voz se apagó hace cien años pero cuya estela no ha dejado de brillar: Rubén Darío.
“Darío devolvió a los españoles la esperanza en ellos mismos, trajo un grito de libertad creativa y transformó nuestra poesía”, asegura Javier Orrico, catedrático de Lengua y Literatura, que impartió una conferencia sobre este autor en el Real Casino de Murcia invitado por el Club de Opinión Senda 21. El poeta trajo a España un canto a la vida en una época de decadencia y pesimismo. Con sus versos inauguró un nuevo movimiento literario, el Modernismo, del que sigue siendo el máximo exponente.
El universo lírico de Rubén Darío, lleno de ritmo, exotismo, suntuosidad y poblado de blancos y bellos cisnes, tuvo una profunda influencia en nuestra literatura, pero no se ha sabido reconocer su valor en el centenario de su muerte. Así lo lamenta Orrico, que afirma en su blog que nuestra “España se parece más que nunca otra vez a aquella que se desangró en Cuba y ya no volvió nunca”, y reivindica la figura del escritor nicaragüense, quien nos recordó que “la poesía y el arte son el gran derecho de la vida”.
El célebre escritor vivió una infancia llena de desavenencias familiares y debido a la inestabilidad de sus progenitores fue criado por su tío, el coronel Félix Ramírez, en un ambiente rodeado de cultura e intelectualidad. Con tres años sabía leer, a los seis devoraba los grandes clásicos y a los trece ya era conocido como el “poeta-niño”. Tuvo que luchar casi toda su vida contra la falta de recursos económicos y gracias a la diplomacia y corresponsalía pudo viajar y conocer numerosos países de América Latina y descubrir el ansiado viejo Mundo.
Al autor de ‘Cantos de vida y esperanza’, ‘El cisne’ o ‘Canción de otoño en primavera’, no se le ha rendido, según opina Orrico, un merecido homenaje. Desde RCMAGAZINE queremos recordar a este gran poeta, y aunque sea un gesto humilde, hoy le dedicamos esta página y rescatamos algunos de sus versos de los que viven en nuestra memoria colectiva, ‘Amo, amas’.
Amo, amas
Amar, amar, amar, amar siempre, con todo
El ser y con la tierra y con el cielo,
Con lo claro del sol y lo oscuro del lodo;
Amar por toda ciencia y amar por todo anhelo.
Y cuando la montaña de la vida
Nos sea dura y larga y alta y llena de abismos,
Amar la inmensidad que es de amor encendida
¡Y arder en la fusión de nuestros pechos mismos!