MÁGICAS PALABRAS. Por Consuelo Mengual.
ENTREVISTA A MARÍA TERESA CERVANTES
Dulce y cercana suena la voz de la poeta María Teresa Cervantes cuando recita sus propios poemas emanando un trozo de vida incrustado en cada verso, toda una existencia de trabajo y literatura envuelta en una libertad conquistada con verdadero esfuerzo y decisión en un mundo difícil pero que ella ha sabido cuidar con esmero hasta volver a su “azul” de Cartagena, después de su estancia en Paris, Pirineos Franceses y Bonn. Como Rafael Alberti en su poemario “Marinero en tierra”, ella en el suyo, “Vuelvo a encontrar mi azul” (Murcia, La Fea Burguesía, 2018), siente la nostalgia del mar, el retorno a los días de la infancia, un recuerdo que se idealiza y penetra casi como una dimensión mítica. Pintura y poesía les enlaza a ambos poetas para regresar al mar verbalizándolo. Pero también María Teresa cuidó mucho su amistad con María Cegarra. El intercambio de sus cartas es testimonio de que la distancia no se corresponde con el olvido.
¿Están los secretos insertos en los poemas? Sí, a groso modo, está el secreto que nos presiona, que es privado, de toda la vida, un anhelo no realizado, permanente.
¿Qué es el azul?: “Todo lo que está lejos es azul”El azul es la obsesión de mi vida desde que era niña, era el horizonte a la espera de la luz, por eso he escrito ahora “Vuelvo a encontrar mi azul”, a través de una larga travesía de mi vida; es algo que no se puede definir, es de cada uno. He pintado como enamorada del pincel, manejaba pinceles, paletas, colores dentro de mi, pero mi mundo real es a través de la pluma. Para Alberti su mar era el de El Puerto de Santa María, para mí es todo el mar de Cartagena, no solo su puerto.
En su correspondencia con María Cegarra hablaban de sus vidas. ¿Es la poesía un modo de confesión? Creo que sí, pero una confesión restringida; se pone la barrera por temor a ser malinterpretada. María Cegarra también habló del mar, lo poseía, le pertenecía. No podemos limitar la pluma. Carmen Conde quiso llevar a María Cegarra a Madrid pero ella, la primera Licenciada en Químicas de España, tomó la responsabilidad de su familia y no oyó el canto de sirenas. Se quedó, eso es heroico.
¿Cuál sería el lugar en el que estar?: “¿Qué quedó de mi espacio y de mi vida?” El lugar al que yo querría llegar, tener una comunicación con el público, que percibiese mi mensaje.
¿Estamos humanamente siempre en crecimiento, a pesar del dolor? Sí, la luz que se percibe un día para escribir no es la misma del día anterior, es algo nuevo que te alienta a seguir, a trasmitir sentimientos.
¿Vive María Teresa en sus palabras? Sí. Por fin. Totalmente.
¿Qué es el silencio, qué contiene el silencio? Es la opresión, la meditación también, pero a veces te callas por temor a que tu mensaje se dé un coscorrón con la pared.
¿Qué texto clásico o antiguo sigue siendo la música de fondo de su vida? San Juan de la Cruz, porque me he educado en Las Carmelitas, en el valor de la mística. La pregunta que yo le hacía a los libros, una pregunta que no sabía ni yo misma la que era, se hizo eco en los textos de San Juan de la Cruz.
¿No podemos olvidar los recuerdos? El mar juega como recuerdo del padre en Alberti. El mar, también como símbolo de lo que nos falta. Recordamos porque lo hemos vivido en la vida real, pero también en la mente, en la vida interior, y eso se queda.
«El llanto es un misterio. No lo buscas, nace en ti movido por una emoción que no sabías, pero te fascina porque te identifica»
¿Por qué llorar? Porque es un misterio el llanto. No lo buscas, nace en ti movido por una emoción que no sabías, pero te fascina porque te identifica, te emociona.
¿Siempre están en usted todas las palabras? ¿O algunas no se dejan encontrar? Juan Ramón Jiménez dijo: “¡Inteligencia, dame/ el nombre exacto de las cosas!/…. Que mi palabra sea/ la cosa misma,/ creada por mi alma nuevamente”. La inteligencia te lleva a la palabra que buscas, al sentimiento, y ahí surge el poema. Nombrar es eso.
¿Por qué retener las cosas más sencillas? Porque pienso que lo sencillo (“¿Qué será lo sencillo que a Dios tanto agrada?”), como el caer del agua en una fuente, como la cascada, te sugiere silencio para meditar y disfrutar de ese instante sencillo.
Leer el verso “Las cosas que ya nunca pudieron ser escritas”, genera una sensación de no poder saber ya nunca algo que debió ser necesario saber. ¿Siempre habrá algo que escribir? Siempre, si no, moriría el poeta. Aunque nunca lo llegue a escribir. Siempre hay algo que se queda inédito en la palabra que se escribe.
¿Cómo se transforman o van variando las ideas en un poema lírico? El idioma es tan rico que encuentro otras frases o modos de hablar de la belleza, de comunicar.
¿Qué simboliza el Rhin para usted? Quizá ese agua que yo anhelé. Contemplando el agua del Rhin desde el puente viejo de Bonn me preguntaba qué había al fondo. Es un símbolo, como el agua en sí. Le pedía que brotara dentro de mi como una súplica. Entre el Rhin y yo ha habido mucha complicidad durante 32 años. Todavía hoy, cuando vuelvo, me sigue ocurriendo.
¿Siente temor de estar sola ante sí misma? No. A veces evito estar conmigo misma por no rememorar la tristeza, momentos que fluyen, como el agua del Rhin, por los días grises de allí, que me traen melancolía.
“¿Habrá alguien que espere al otro lado? ¿Qué habré de hacer allí sin tiempo ni palabras?” Ingeniosos versos que interrogan sobre quién nos espera. Podré estar ahí, pero desconozco qué haré. Soy persona de fe y confío en encontrar allí el azul. De nuevo volveré a encontrar mi azul, el que anhelo siempre.
«Anhelamos una presencia en la vida, pero todos vivimos ausencias»
“El viaje era una ausencia”, es un verso que capta esa idea de pérdida ante el viaje, que no de olvido de lo que se deja, y que también está en Alberti. Anhelamos una presencia en la vida, pero todos vivimos ausencias, la mía propia es esa. Será la definitiva.
¿A veces tiene miedo? No, porque siempre me queda la esperanza, que para mi no es verde, sino azul. La esperanza nunca fue verde para mí.
¿Qué estación del año representaría ahora su momento vital? Otoño, porque nací en noviembre.
¿Es todo efímero? Sí, por el paso del tiempo, pero lo efímero se queda retenido en nuestra mente.
“Ya no me queda tiempo de dejar mi destino / en manos de los otros”. ¿Es usted su única dueña? Es relativo. Sí, en tanto a mi mente, de poder decir sí o no; pero no, en cuanto al destino. Fue la libertad la que, tardía, abrió los ojos.
¿Cuál es hoy el ruido del mundo? Hay mucho ruido en un recinto vacío, por lo que genera un silencio alarmante. ¿Con qué mensajes vuelves a casa de la calle? Con ninguno.
“Cada día abro un libro”. ¿Cuál ha sido el de hoy? Un libro pequeño que siempre llevo en mi bolso con textos de Víctor Hugo, especialmente el relato “El último día de un condenado a muerte”, uno de sus textos más personales, un alegato contra la pena de muerte.
La continua búsqueda de su yo en Maria Teresa Cervantes crea un fantástico juego de “pensar y poemar” y para llegar a su yo tiene que pasar por Dios. María Cegarra la felicitaba porque había “sabido tomarle a la vida sus mejores palpitaciones”. Nosotros, desde estas páginas, brindamos con ella por la fuerza y el empuje de su voz poética.
Profundas respuestas a preguntas inteligentes.
Dos mujeres geniales
Gracias, querida Consuelo Mengual, persona sensible e inteligente. Tu entrevista es luminosa, con esa luz que emana de tu generosidad. Un abrazo inmenso de María Teresa Cervantes
Un honor el haberte tenido entre nosotros, querida Maria Teresa. Siempre serás bien recibida tanto aquí como en mi casa.