VACACIONES

CICUTA CON ALMÍBAR. Por Ana María Tomás.

Ya está aquí, casi de golpe, como el amanecer que sin verlo venir te lo encuentras de pronto instalado en cada rincón de las calles, llegó la primavera, el verano… y con él la huida adocenada a otros puntos distintos de los que habitualmente habitamos: quienes están en las costas salen despavoridos a las montañas evitando la invasión de carnes quemadas; y quienes viven en el interior achicharrados por los vapores del asfalto buscan la panacea en el cambio de achicharramiento, esta vez por las arenas playeras.


YA PASAMOS BASTANTES PRIVACIONES DURANTE TODO EL AÑO PARA RENUNCIAR TAMBIÉN A UN PAR DE CAÑAS DIARIAS Y A UNOS CUANTOS HELADOS EN VACACIONES. YA HABRÁ TIEMPO DE PRIVARSE


Atrás queda el tiempo que nos llevó reparar nuestra maltrecha figura: la cerveza y los helados hacen estragos que perduran a lo largo de once meses, pero es que en vacaciones no vamos a andar flagelándonos, que ya pasamos bastantes privaciones durante todo el año para renunciar también a un par de cañas diarias y a unos cuantos helados. Ya habrá tiempo de privarse. En cuanto al pelo…, el cloro, el sol, la sal y demás depredadores lo dejan como el de las muñecas de hace treinta años: estropajoso y asqueroso, pero total es un mes ¿qué vas a hacer? Ya se sabe que después es cuestión de unos cuantos lavados con champú reparador y unos cuantos cientos de euros en mascarillas que consigan devolver a nuestras cabezas la apariencia de pelo “huppano”. En cuanto a la piel… bueno, la piel es ya harina de otro costal, porque mira que nos repiten, una y otra vez, que tengamos cuidado con el sol, que si es acumulativo, que si cada día hay más cáncer por las exposiciones prolongadas… pero nada, siempre pensamos que eso le tocará a nuestra vecina, esa antipática que come la “jodía” por un tubo y no engorda nada, y encima se pasa el día en la playa tumbada sin pegar golpe, ni batallar con críos, suegros o cuñados, a esa, a esa, seguro, que se le joroba la piel “pa´toslosiempres”, pero a nosotras… que tomamos el sol con los mejores protectores, vamos, ni de coña. Claro que la piel, como todos los cuidados son pocos, por mucho que la hayamos protegido se nos pone como los pergaminos del Qumrám, y aquí sí que la hemos cagado porque no hay crema capaz de borrar las arrugas convertidas en surcos, cráteres y abismos, pero como la esperanza es lo último que se pierde y, por otro lado, nos asusta mirarnos al espejo, nos apresuramos a tomar hora en institutos de destrozabolsillos, digo, de belleza, y a fuerza de exfoliantes, reafirmantes, antiarrugas y cremas al extracto de agua de Lourdes… eso sí, durante todos los días del resto de los once meses restantes, conseguimos que la piel recupere, si no el esplendor perdido, un aspecto algo más aterciopelada, menos dura. Y entre eso y los maquillajes (eso sí que es un auténtico milagro) conseguimos una apariencia casi, casi, como la de antes de irnos de vacaciones el año anterior.

Y a todo esto nada de descuidar la mente, que es muy traicionera si la dejamos a su aire, así que mucho control de respiración y ejercicios que la sosieguen como yoga o Tai chi.

En fin, que como durante once meses he estado pasando continuamente la I.T.C. (C de cuerpo y coco) ya estoy en estado óptimo para volver a destrozarme en las cálidas arenas, a engordar con cervezas, y a “estropijarme” el pelo… por cierto, nunca les he dicho que tengo una vena masoca ¿verdad?


@anamto22

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