ARS CASINO. Por Loreto López.
En 1912 andaban los vecinos del barrio del Carmen clamando por que el cabildo municipal hiciera una urgente actuación en su histórico jardín de Floridablanca, que por lo visto se encontraba en un más que lamentable estado de conservación. Activa fue la comisión carmelitana, encabezada por el Sr. Hernández del Águila, que viendo la escasa respuesta de las autoridades e intuyendo que las arcas municipales estaban escasísimas de fondos, decidieron emprender por sus propios medios la restauración de este pequeño oasis del barrio.
Ya para las fiestas patronales del mes de julio, tras haber organizado tómbolas, proyecciones del cinematógrafo, recogida de donativos particulares y una velada en el Teatro Circo, se había conseguido adecentar el recinto del jardín, para poder celebrar en el las verbenas populares, que tanto éxito tenían en aquellas calurosas tardes-noches del verano de la ciudad.
Pero no quedó ahí la cosa y continuaron organizando eventos recaudatorios en plena canícula. El 2 de agosto lanzan la convocatoria de un certamen científico, artístico-literario y musical, lo que venía siendo unos juegos florales, en honor del Sr. Conde de Floridablanca, como cierre para la feria de septiembre de ese mismo año; siendo de rigor para este tipo de eventos, se nombraría una reina con su corte.
Según la prensa local, y no vamos a hacernos eco de “Don Crispín” que se ensañó terriblemente con el asunto, con gran esplendor el Teatro Romea se vistió de gala para celebrar en la tarde del día 15 de septiembre de 1912 el acto de coronación y entrega de premios. Fue el vencedor, premiado con la Flor Natural, el poeta D. Pedro Jara Carrillo, por su composición “La divina esposa”, que versa sobre el día en que profesa una joven novicia, de la que eludimos su reproducción por lo largo y trasnochado de estilismo y métrica.
También se amenizó el acto con las piezas ganadoras en composición musical, entre otras un popurrí de aires murcianos de D. Emilio Ramírez, un pasodoble de D. Jesús Amores y el bonito vals Bostons, “Ecos del alma”, del Sr. Massotti.
El mantenedor del acto, D. Jesualdo Cañadas, que fuera presidente del Casino entre 1900 y 1902, cierra el acto en el Romea. Tras los elogios pertinentes a la recién coronada reina, de la que hablaremos más adelante, con mención explícita a su origen valenciano y su mestizaje de sangre suiza y andaluza, lanza una extensa disertación reivindicativa sobre la personalidad de Don José Moñino, Conde de Floridablanca, a cuya memoria se habían celebrado estos actos.
El broche para tan memorable jornada fue el baile en los salones del Casino, en honor de la reina y corte. Y aquí tenemos la imagen gráfica que dejaron para la posteridad aquellos extraordinarios Juegos Florales de septiembre de 1912. El reinado recayó en la señorita Adriana Littel, valenciana de nacimiento, como ya hemos dicho, y desde hacía pocos años afincada en el barrio del Carmen, desde donde su padre dirigía la empresa de tranvías eléctricos de la ciudad. Con el tiempo Doña Adriana llegará a ser la matriarca de una saga popular y muy querida en Murcia, los Massotti-Littel.
El broche para tan memorable jornada fue el baile en los salones del Casino, en honor de la reina y corte
En el Patio Pompeyano de nuestro Real Casino, junto a la entronizada reina, posan las damas de honor Julia Sáenz, María Ruano, Angelita Calvo, Adela Sánchez, María Manzanera y Pepita Ferrán. En su modestia, Doña Adriana, ya mayor, contaba que aquel nombramiento fue la mejor forma de no herir las sensibilidades del resto de candidatas, pertenecientes a familias tradicionales murcianas, siendo como ella era una forastera recién llegada por aquel entonces.
Pero no hemos de acabar aquí la historia de esta foto y su protagonista. Al parecer en pos de esta linda y virtuosa muchacha, así la ensalzaban en la prensa por sus numerosas obras de caridad, vino también desde Valencia el joven músico Manuel Massotti Escuder, a quien hemos visto ganar uno de los galardones por el vals “Ecos del alma”.
Y he aquí la anécdota, unos días después del nombramiento de Adriana como reina y de la concesión del premio al vals, el 2 de octubre, Massotti hace público en el diario El Tiempo, como si fuera una auténtica declaración de amor, que dicha composición estaba dedicada a la Srta. Littel.
No podemos saber si este hecho fue el definitivo para rendir a su enamorada Adriana, pero en agosto de 1815, tras contraer matrimonio en la iglesia del Carmen de nuestra ciudad, son padres de su primer hijo, Manuel, músico como su padre, que da nombre en la actualidad a nuestro Conservatorio. Después vinieron Ángel Luís, médico de reconocida humanidad y gran recuerdo en Castellón, Amparo o Adrián, personaje querido y entrañable al frente de la tristemente desparecida tienda de música Ritmo. También tuvieron a Victorina, que murió a la temprana edad de 13 años, y Vicente, el menor de todos, que trabajó en la banca, fue sardinero y destacó como realizador de cine amateur. La saga continúa en sus numerosos nietos y biznietos, bien conocidos en nuestra Murcia.
Brillante tu indagación y tratamiento del evento. Enhorabuena!