“Todo es pura casualidad en la vida”

Pedro Cano desentraña su vida y su obra en el proyecto ‘7 décadas / 7 cuadros’ que acogerá el Salón de Baile del Real Casino de Murcia el 12 de enero. Hablamos con él de su trayectoria personal y artística y de cómo cuesta vivir del arte.

Por Concha Alcántara. Fotografías: Ana Bernal.

resized_1-img_7250

“Tuve una infancia muy feliz pero cuando tenía 11 años murió mi padre y aquello fue tremendo. Yo empecé a pintar por eso. Hasta ese momento vivía en una especie de paraíso. Me sentía muy querido. Era el más pequeño de tres hermanos y estaba muy protegido. Lo que pasa es que la muerte de mi padre fue un hachazo y yo lo llevé muy mal”.

Estamos en Blanca, en una soleada y fría mañana de finales de otoño. Pedro Cano (Blanca, 1944) muestra la fabulosa vista que se puede contemplar desde el mirador su pueblo natal: una suerte de pasarela volada sobre el embalse deja al espectador suspendido en el sobrecogedor y exótico paisaje del Azud de Ojós, idílico enclave de aguas verdiazuladas rodeado de una exuberante vegetación y cerrado en uno de sus lados por dos montañas en forma de V. “Yo he vivido mucho lo que era vivir en el huerto, el contacto con la tierra, recoger los tomates en verano… Aquello era un sueño”, relata mientras observa el lugar con verdadera admiración. En este idílico entorno nació y creció Pedro Cano, un niño de procedencia humilde, despierto y con carácter, que estaba llamado a convertirse en unos de los pintores más sobresalientes del panorama regional y nacional. Todo lo que ha pasado desde ese momento hasta la actualidad lo desmembrará en “7 DÉCADAS / 7 CUADROS”, un inusual y ambicioso proyecto que acogerá el Salón de Baile del Real Casino de Murcia el 12 de enero. “Me parece muy bonito recorrer siete décadas de mi vida a través de siete cuadros. El primero lo pinté con 11 años y el último aún lo estoy terminando”, cuenta. “Son cuadros que se han quedado conmigo por distintas circunstancias. Hay algo especial en ellos y la mayoría no se han mostrado hasta ahora en público. Quiero contar qué significa ser pintor, el oficio, toda una vida dedicada a la pintura.”

resized_5-img_7265Primera década. Años 50. El talento innato para la pintura de Pedro Cano se reveló muy pronto. “Como yo siempre había dibujado bien, un hermano mío me regaló una cajica de colores al óleo cuando falleció mi padre. ¡Cómo iba a saber yo lo que aquello me iba a cambiar la vida! Yo pinté de todo durante un par de años, hasta la copia de un Murillo. Entonces vino una señora a Blanca que había estudiado Bellas Artes en Valencia, Amparo Benaches, y cuando vio lo que yo hacía le dijo a mi madre ‘Señora su hijo tiene que hacer Bellas Artes’”. Algo que para una mujer viuda de un entorno rural en los años 60 era algo así como decirle que su hijo tenía que viajar a la luna. Sin embargo, a Pedro Cano no se le olvidó ni aquella mujer ni su mandato, y con 17 años, aprovechando que su hermano hacía la mili en Valencia, la visitó. “Le llevé algunos cuadros que yo había hecho y me dijo, ‘Olvídate de venir a Valencia, tienes que ir a Madrid’. Así empezó todo”.

Segunda década. Conseguir una plaza en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando no era tarea sencilla. Allí acudió un jovencísimo Pedro Cano acompañado de su madre para hacer la prueba de ingreso en el 68. “Era muy difícil entrar. Te lo jugabas todo a un dibujo de una estatua en carbón. Tuve la suerte de que me salió a la primera. Pero en realidad no era tan bonito…”, apunta con sinceridad. “Las escuelas de bellas artes eran como grandes talleres donde se aprendía a pintar y dibujar. Eso es esencial. Una forma de encontrar palabras para expresarte. Cuantas más herramientas tienes, mejor puedes trabajar. Yo me di cuenta ahí de que podía ser mi profesión.” Allí tuvo como profesores a Antonio López García y a Juan Barjola, entre otros.

Roma, como el mismo reconoce, ha tenido una importancia capital en su obra y en su vida. “Roma me cambió la vida. Cuando yo llegué a Italia me fascinó todo”

 

resized_2-img_7255Tercera década. La oportunidad de terminar su formación en la Academia de España en Roma con una beca surgió en el 69. Roma, como el mismo reconoce, ha tenido una importancia capital en su obra y en su vida. “Roma me cambió la vida. Cuando yo llegué a Italia me fascinó todo”. Comenzó también su andadura con el teatro, trabajando con grupos experimentales, y conoció a la que sería su mujer durante 29 años. “Lo que más me influyó fue el prerrenacimiento, ese gusto por el dibujo que es muy importante, y la luz, que es algo que le robé a Piero de la Francesca”, señala entre risas. Apunta que ha vivido más tiempo en Italia que en España, seguramente por eso le han hecho hijo adoptivo en de Fabiano y Ragussa. Su obra se enriqueció enormemente con aquella experiencia aunque señala que tuvo una ‘caligrafía’ muy definida desde el principio. “Hay algo muy curioso. Cuando yo llegué a Italia ya sabía lo que quería. Hay un cuadro del 68, una pequeña tablita, en el que está prácticamente todo lo que yo voy a pintar después”.

Cuarta década. La pérdida de un hijo antes de nacer, “una historia terrible que nos marcó”, llevó a Pedro Cano y su mujer a hacer un cambio radical en sus vidas y embarcarse en un largo viaje por Latinoamérica en 1976. “Fue un viaje precioso de México a Brasil. Yo pintaba todos los días. Era nuestro sustento”, señala. “Para mí ha sido importantísimo viajar. Hay gente que no ha salido nunca de su casa y ha hecho cosas maravillosas pero para mí es esencial. Me ha dado la oportunidad de conocer lugares, aprender lenguas y conocer historias”.

Quinta década. En 1984 Pedro Cano se traslada a Nueva York, ciudad que marcaría la siguiente etapa en su trayectoria. “Llegué para cinco meses y me quedé cinco años, y sobreviví en Nueva York con mi trabajo”, subraya. “Aquello era una locura. La gente llegaba y perdía la perspectiva, cambiaba de estilo completamente. Artísticamente me aportó la conciencia de que yo tenía que continuar con mi estilo y enriquecerme de todo lo que veía. Mi trabajo se enriqueció pero no se trasformó. Si ibas detrás de las modas te disolvías.”

Sexta década. Un revitalizado Pedro Cano decidió volver a Blanca, a las raíces, y comenzar una nueva etapa en los 90 del siglo pasado. “Me hice un estudio en un lugar donde mi abuelo, que era pastor, tenía el ganado, cerca del castillo. Allí he pasado años muy buenos”, señala. Años de una nueva fertilidad. Es la etapa de series como ‘Identidad en tránsito’ o ‘Las Puertas de Roma’, o los diseños de los trajes para Las memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, en la Villa Adriana de Tívoli. “Tengo pasión por el teatro. Es algo que lo haces y desaparece, solo se queda en la memoria. Eso es muy hermoso. Siempre me ha gustado y mi pintura tiene mucha influencia del teatro y el cine”. La década culmina con la exposición Pedro Cano Ad Portas, en el Museo delle Mura que organizaron para el Jubileo de 2000 los Ayuntamientos de Roma y Cartagena.

resized_4-img_7259

Séptima década. “Yo tengo que trabajar para vivir, aunque no necesito mucho. A mí ser pintor me ha dado mucha libertad. Tenía amigos que daban clases, con cátedra, pero estaban sujetos a obligaciones. Yo tenía una libertad total. Eso es muy bonito”. Reconoce, no obstante, que vivir del arte es complicado y, muchas veces, injusto. “Conozco pintores maravillosos, actores estupendos, que no tienen ningún reflejo en la sociedad y eso es muy triste. Es una lotería. Puedes ser muy bueno pero si no tienes la conexión con la gente… Eso es una cosa milagrosa”. A él, como señala, le ha sonreído la vida. En la última década ha recogido muchos frutos. La creación de la Fundación Pedro Cano en 2009, que alberga más de 2000 dibujos del pintor, ha sido uno de los hitos de su carrera, como el ser investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Murcia, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Santa María de la Arrixaca o recibir la Medalla de Oro de la Región. Ha expuesto en numerosos espacios públicos y privados en Europa y América y posee obra en el Museo Vaticano, en la Galleria degli Uffizi en Florencia y en el Meadows Museum en Dallas, entre otros.

“Si mi padre no hubiera muerto, quizás yo no sería pintor. He tenido una familia que nunca me ha dado importancia. Yo no era consciente de mi talento»

“Todo es pura casualidad en la vida”, exclama con naturalidad. “Si mi padre no hubiera muerto, quizás yo no sería pintor. He tenido una familia que nunca me ha dado importancia. Yo no era consciente de mi talento. Mi madre decía que hablaba muy raro cuando llegaba de Roma y que no iba a salir a la calle hablando así. Era el respeto por el lugar. No tenía conciencia de ser especial: era mi trabajo y ya está”. ¿Y qué queda de aquel niño en el Pedro Cano de hoy? “La curiosidad es la misma. Sigo teniendo ganas de hacer y de conocer, de saber cosas. Me ha acompañado toda la vida. Es un regalo grande tener esa capacidad y espero no perderlo nunca”.


concha alcantara

@Concha.Alcantara

3 comentarios en «“Todo es pura casualidad en la vida”»
  1. Un abrazo Pedro…hace muchos años nos cruzamos en India..y siempre estas en mi corazon…..a veces se cruza en tu vida alguien que sin saberlo es importante para ti….un saludo

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.