HISTORIAS DE UN SOLTERO DESENCANTADO. Por José Antonio Martínez-Abarca.
Era la última canción -«The end»- de su primer disco. Lo suyo es que hubiese sido la última canción del último disco que The Doors sacaron en vida de Jim Morrison. Hubiese sido tremendo acabar una carrera, y una vida, con esa melodía hipnótica. La Historia real no ocurrió así. Tuvo menos poesía. The Doors acabaron sus días cantando «No me moleste, mosquito». Y es que, en la vida, el final de lo importante es tan caprichoso, aleatorio e inexplicable que a veces no ocurre ni siquiera en último lugar, sino cuando le da la gana. Muchas veces, en la vida, después del final de una persona hay una especie de tiempo añadido para esa persona, de lo más absurdo.
Decía la canción que venía a propósito del capítulo de hoy de las «Historias de un soltero desencantado»: «Este es el final/ Mi único amigo/ El final…» Uno no siempre sabe cuándo es el final de alguna cosa en concreto. Por ejemplo, uno no sabe cuándo es la última vez en que ha comido lentejas para siempre jamás, o ha mantenido relaciones sexuales. El último polvo, como si dijésemos: este pensamiento convengamos que es especialmente lóbrego, incluso para algunas mujeres. Siempre hay una última vez y nunca se sabe cuándo ocurrirá, o si ya ha ocurrido. Pero cualquier persona intuye, sin asomo de duda, cuándo le ha llegado el verdadero final de sus afanes, siempre penosos, del corazón. Cuándo ha entrado en un estado de estupefacción permanente, cuándo el dolor cierra el círculo. Cuándo ya ha entregado el presente y lo que quedaba del futuro de sus más profundos sentimientos amorosos y ya no habrá un levantarse y volver a empezar en un futuro emocional con otra persona. Ya no. Lo contaba yo el otro día, en esos raros momentos en que tengo muchas ganas de hablar y nunca las suficientes cervezas:
-Uno, querida, siempre conoce el momento en que su corazón ya no podrá ser recompuesto, en que las piececitas desperdigadas ya no vuelven a encajar ni a soldar. En que uno está roto sin remedio como un coche que se deja ya al aire libre para que se oxide y el amor para él se le ha acabado para siempre. Sí, todos esos farsantes de la autoayuda y las fotos de atardeceres de facebook te contarán lo contrario. Que si siempre hay tiempo por delante, que no hay edad para esto, y otras monsergas. No les hagas caso. Los vendedores de humo sólo quieren tu dinero, y hoy casi no hay otra cosa que vendedores de humo. Créeme: tú eres aún muy joven, pero cuando llegues a una cierta edad sabrás, un día, de repente, sabrás en lo más hondo de ti que alguien se ha llevado tu corazón por última vez y te has quedado muy, muy perdida, tanto que no te encontrarás… Es un momento en que tienes consciencia cósmica de que se te han acabado las energías para la competición sentimental, es decir, sexual, para el gran mercado de la carne. Se te han ido las posibilidades, la chispa, el magnetismo, el aura, todo lo que te hacía «charming». Incluso te has vuelto translúcido, hace tiempo que eres sexualmente invisible y en los restaurantes te llaman «chico», ¿va todo bien, chicos?, signo ineluctable de que los camareros creen que tratarte de usted es para ti una humillación, y evitarlo es de buena educación, como abstenerse de decirle a una pelleja que el vestido ajustado de leopardo ya no le queda del todo bien…
-Querido, no exageres. No hagas dramas, que tú lo tremendizas todo. Los hombres siempre lo habéis tenido más fácil. El hombre, ya sabes, se vuelve interesante con la edad. Hay que vivir con espíritu deportivo y todo eso. Seguro que volverás a tener ilusión amorosa, y te parecerá ridículo esto que me estás contando ahora.
-Un momento, querida, un momento. La gente vive sin ser consciente de que no hay una repetición eterna o una nueva oportunidad siempre renovada para las cosas que realmente le importan. Vivir con ese pensamiento es insoportable, y por eso el cerebro adaptativo produce sus propias drogas euforizantes, que impiden contemplar nuestras posibilidades reales… Por ejemplo, la posibilidad de recomponer el corazón un número ilimitado de veces. No lo digo yo, lo acaba de demostrar la neurociencia.
La gente vive sin ser consciente de que no hay una repetición eterna o una nueva oportunidad siempre renovada para las cosas que realmente le importan
-Querido, tú con tal de justificar tu insoportable derrotismo eres capaz de obligar a la neurociencia a venir en tu ayuda cogida del pescuezo. ¿No te das cuenta? Estás perpetuamente peleado con el mundo, con la vida y con Dios.
-No, querida, sólo con el actual Papa… Como te decía, sé de una forma incontrovertible que no te puedo explicar que todo aquel deseo, todas mis delicuescencias últimas del corazón y del sexo con la que pretendía que fuese mi mujer definitiva son un expediente acabado, que está aguardando el sello oficial para archivarse definitivamente. Ya no me verás feliz con otra. Mi hueca carcasa física aún puede durar un tiempo indeterminado. Pero cualquier nuevo intento de reverdecer con otra lo que yo he querido ofrecer de felicidad (de forma frustrada) estará abocado al estricto ridículo. Lo único que uno no puede hacer cuando es mayor es el ridículo. This is the end/ My only friend…