MESA CAMILLA. Paco López Mengual.
¿Quién no ha soñado alguna vez con encontrar un viejo tesoro enterrado? Aunque los más realistas aseguran que ya no quedan cofres repletos de metales relucientes bajo nuestros pies, que todos fueron hallados en tiempos pasados, los soñadores seguimos alimentando esa esperanza, agujereando suelos en busca de ese hallazgo que nos procure “fortuna y gloria”.
Por toda la península Ibérica se cuentan viejas historias de fabulosos tesoros que aún permanecen ocultos desde la época musulmana, de baúles que fueron escondidos por reyezuelos y emires ante el asedio de los cristianos, con la esperanza de regresar un día a recuperarlos.
La vivienda islámica excavada en esta céntrica calle murciana perteneció a un adinerado comerciante que decidió ocultar sus caudales en el muro de una de las estancias
Hace unos años, en un pueblo de Zamora, un emigrante magrebí que trabajaba como pastor escuchó en un bar narrar la leyenda de que, en los alrededores de un casón en ruinas, había escondido bajo la tierra un tesoro del tiempo de los moros. Se obsesionó tanto con aquella historia que, durante cuatro largos años, al término de su jornada laboral, estuvo excavando en la zona en busca del mítico cofre repleto de oro y marfil. Llegó a perforar varios pozos de diez metros de profundidad sin conseguir su objetivo. Un día, a media noche, las paredes de tierra del agujero que estaba cavando cedieron, sepultándolo fatalmente. Les había prometido a sus hijos que regresaría a Marruecos a lomos de un camello con las alforjas rebosantes de joyas y, en cambio, lo vieron llegar dentro de un ataúd. En la vida real, no siempre los cuentos acaban bien.
El centro de Murcia aún guarda el sabor del entramado de la ciudad medieval que un día fue. Sus cientos de callejuelas, placetas y callejones están repletos de historias, leyendas y secretos; sólo hace falta cerrar los ojos, respirar hondo y dejar la mente en blanco para que empiecen a acudir. O rascar un poco en el suelo para que aparezcan tesoros, como ocurrió hace muy pocos años a escasos metros del Casino, en el 18 de la calle Jabonerías. Allí, durante la reforma de una casa, se encontró enterrada bajo el pavimento una orza de cerámica donde se ocultaban cuatrocientas veinticuatro monedas de oro. Las piezas están fechadas en los siglos X y XI, durante la época Andalusí. Un auténtico tesoro de la época de los moros. Se trata de monedas acuñadas durante el periodo califal y, también, de los Reinos de Taifas en Valencia, Denia, Zaragoza, Toledo, Granada, Córdoba y Sevilla, además de en Túnez, Trípoli y Palermo, lo que ilustra la importante actividad comercial de Murcia durante esos siglos.
Parece que lo de guardar los ahorros debajo de la losa no es nuevo, que ya se practicaba en nuestra ciudad hace más de mil años. Al parecer, la vivienda islámica excavada en esta céntrica calle murciana perteneció a un adinerado comerciante que decidió ocultar sus caudales en el muro de una de las estancias. No lo sabemos, pero algo repentino debió de ocurrirle a este adinerado vecino para que muriese sin desvelar a nadie dónde escondía el capital. Y ahí permaneció enterrado durante siglos, invisible para las generaciones y generaciones de murcianos que habitaron la casa durante cientos de años sin sospechar que vivían sobre un tesoro.
Este hallazgo nos da alas a los soñadores: los tesoros enterrados existen; y, tal vez, más cerca de nosotros de lo que pensamos.

Paco López Menugal.