Sueño de alborada

Segunda parte

Por Leandro Madrid S.

Imagen generada por IA.

De nuevo, los recuerdos le llevaron al trágico día. De nuevo, la pesadilla de cuando las furias de la naturaleza se desataron sin medida, haciendo que la posibilidad de llevar a buen término la travesía resultara cada vez más difícil, más problemática y ansiosa. El tormentoso mar era un remolino interminable de olas, una inmensa cascada sin principio ni fin. El barco parecía un cascarón de una nuez perdida en el fragor espumoso del incontenible elemento. 

El tormentoso mar era un remolino interminable de olas, una inmensa cascada sin principio ni fin.

Pedro y sus compañeros, terminada la faena pesquera, regresaban contentos hacia sus queridos hogares y con la abundante cosecha marina de sus redes cuando se vieron sorprendidos por la tormenta, algo inesperada, sin previo aviso, que les hizo parecer peleles sin timón a la deriva. En uno de los tremendos vaivenes a los que eran sometidos por el capricho inexplicable de la naturaleza o, tal vez, por milagro sobrenatural, creyeron ver que se acercaban a una costa que les pareció próxima a su puerto y refugio. La mezcla de sentimientos les embargaba. El ánimo y el corazón les hacían llorar y reír al mismo tiempo, afanándose en su intento por dominar la situación y el barco, reparando lo que podían para conseguir llegar a la playa y lograr el amparo en alguna ensenada hasta que amainara el temporal. 

La alegría de verla quedó apagada al pensar que tal vez no pudiera llegar a ella.

De pronto, como una visión dantesca, apareció ella sobre el rocoso promontorio. Era azotada por el viento y por el agua, apenas tapada por una capa que el ímpetu del vendaval casi le arrancaba. Era la visión de María, que le parecía irreal. Pedro sintió un agudo dolor de corazón. La alegría de verla quedó apagada al pensar que tal vez no pudiera llegar a ella. Allí, el golpear de las olas contra las rocas, apenas unos metros más debajo de donde María se encontraba, levantaba nubes de espuma que ocultaban su visión. 

Imagen generada por IA.

Cuando volvió de nuevo a divisar el promontorio, María ya no estaba allí. Pedro pensó que su intenso deseo de estar en casa con ella le había hecho creer que estaba en aquel lugar. Dejó de pensar, la lucha contra los elementos le obligó a continuar en su tarea durante un tiempo imposible de precisar. Casi extenuados y apunto de perecer en su desesperanza, observaron como de la misma forma que había comenzado, la tormenta disminuyó de manera inexplicable. Pudieron sacar fuerzas de su desaliento y se hicieron de nuevo con el control de la nave y pusieron rumbo a puerto. 

Leandro Madrid S. Ldo. en Historia del Arte.

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