El maestro del emocionismo
Por Concha Alcántara.
Irónico, sincero, crítico, directo, apasionado. Son algunos adjetivos que describen la intensa personalidad del pintor Luis Pérez Espinosa, que falleció el 27 de julio, después de permanecer un mes en la UCI tras sufrir un infarto mientras se recuperaba de una intervención quirúrgica. El inesperado y trágico desenlace se producía poco después de su última exposición, ‘Fin’, que precisamente había inaugurado en la Sala Alta del Real Casino de Murcia en junio.
Pérez Espinosa nació en el popular barrio del Carmen de Murcia en 1952. Desde joven sintió inclinación por el arte y estudió en la escuela de Artes y Oficios, donde contó con un maestro de excepción: José María Párraga. Bajo su influencia dio sus primeros pasos artísticos, exponiendo por primera vez en la Galería Chys con tan solo 16 años.
En la Academia de Bellas Artes de París continuó su formación y se enamoró de la obra de los impresionistas, que tanto marcarían su obra posterior. Su trayectoria artística le ha llevado a recorrer una gran parte del mundo y sus obras han llegado a ciudades tan diversas como París, Roma, Bostón, Nueva York, Buenos Aires, Montevideo o Baltimore, donde realizó una de sus exposiciones más exitosas. Entre los propietarios de sus obras se encuentran la reina Doña Sofía y la baronesa Thyssen.
El pintor, que utilizó durante mucho tiempo el nombre artístico de Vespinosa, era famoso por su estilo, el emocionismo, y la puesta en escena de sus exposiciones, en las que incluía música, muebles antiguos que hacían de soporte para las obras, o, como en esta última ocasión, recreando el ambiente de un parque con bancos de madera, parterres de flores e incluso una farola. Se trata de una singular y recurrente característica que utilizó de modo insistente en sus exposiciones para reconstruir un ambiente lo más realista y cómodo posible para el espectador. Famosa fue su iniciativa de sacar el arte a la calle a través de una exposición ‘movil’ que permitió a los murcianos ver sus obras ‘paseadas’ por el centro de la ciudad.
“Mis cuadros son para sentirlos y hablar con ellos, son como pequeñas esculturas”. El pintor subrayaba que sus pinturas eran “cartas de amor escritas con color. El mundo está muy negro y hay que pelear con el lienzo para que se convierta en un punto de alegría”.
‘Fin’, nombre con el que tituló la tercera muestra que realizó en esta institución y que la integraban ocho obras de gran formato protagonizadas por el color y ese estilo heredero de los impresionistas que el bautizó como emocionismo. “El emocionismo es pintar desde dentro. Pero yo me saco la luz de dentro mientras los impresionistas plasmaban un momento de lo exterior”, matizaba en la última entrevista que convenció a RCMAGAZINE. “Mis cuadros son un aviso de que el tiempo es cada vez más valioso. Esto que estamos viviendo ahora mismo no se vuelve a repetir más. Cada minuto es platino”.
Espinosa, de extraordinario sentido crítico y sensibilidad, comprometido con el arte en todas sus expresiones, hablaba sin tapujos de los temas más variados y expresaba su impotencia “por no poder hacer otra cosa por el mundo”. “Algunos llevamos una carga de sufrimiento por la sinrazón de lo que nos rodea que tienes que canalizar de alguna forma, o pintando, o escribiendo poesía, o haciendo música o lo que sea. La única forma de hacer lo que queremos, son nuestras ventanas de libertad”. Su objetivo era que sus cuadros fueran “luchas contra el dolor. Color, color y color para evitar que nos dañe el negro de la vida”.