MÁGICAS PALABRAS. Por Consuelo Mengual.
Pasear la mirada por las ciudades de Murcia y Lorca desde las páginas de Aroma de vainilla, novela de la jurista Isabel Martínez Barquero, saca a la luz la nostalgia de tiempos pasados donde, en realidad, sus personajes no son muy diferentes de los que ahora pasean por sus calles y, con una auténtica poesía hecha prosa, capaz de emocionarnos con cada palabra, nos recuerda a El amor en los tiempos del cólera de Gabriel García Márquez, por esa forma de contar la historia llena de frases verdaderamente expresivas.
“Era inevitable, el olor a las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados”, es la frase que inicia la novela de García Márquez y que podría enlazar con el aroma de vainilla que impregna toda su narración.
Ambos son libros muy sensoriales, todos los sentidos están a flor de piel, aromas que llevan a desentrañar esos amores difíciles, esas ideas encontradas por las que hay que luchar. También los sabores de la cocina se mezclan con la fragancia dulce que es propia de la familia protagonista.
Una historia de tres generaciones con un gran predominio de la voz femenina.
Imaginé esta historia como una forma de acercamiento a mi tierra, pues escribí esta novela viviendo fuera. Una novela ambientada a finales del siglo XIX y primeros del XX que refleja a la mujer de entonces, una mujer de muchas caras: no sólo sumisa, sino también luchadora y segura de sí misma. Una fuerza femenina que lleva todo el peso de la narración.
Se plantea la obstinación como un estado de ánimo que no permite otra posibilidad, situación que también trata García Márquez, una obcecación tan grande que se pierde lo que se quiere por orgullo.
Conozco personas con tanto orgullo que no son capaces de ceder, personas con baja autoestima que no admiten flexibilidad alguna en sus planteamientos. Si en ocasiones no se cede, no se puede conocer la grandeza del perdón. No se trata de olvidar, sino de liberarnos de la carga. Hay que pasar página, no podemos vivir con una lista de agravios.
El Real Casino de Murcia es uno de los lugares emblemáticos de su novela
Nos descubre igualmente grandes secretos familiares y confidencias.
En realidad todas las familias tienen sus secretos que, a veces, ni siquiera descubrimos ni sabemos que existen. Es una novela de pequeñas cosas, de los pequeños hechos reales que nos definen. Pero a pesar del papel que representamos cada uno, somos nosotros por encima de todo, y eso causa un efecto próximo en el lector.
¿Por qué ese canto a la libertad en tiempos tan difíciles?
Es algo de mi propio espíritu indómito. La mentira y la hipocresía están ahí, pero yo necesitaba mujeres fuertes que buscan su libertad para avanzar. Mujeres valientes, de mentalidad libre que no se dejan plegar por nada. Y la forma de ser libres pasa por la cultura, abrirse al entorno desde la lectura y ser capaces de detectar cuándo nos adocenan y nos manejan.
Pero ¿no cree que ir contra corriente pasa factura?
¡Claro! El concepto de moral tradicional estaba muy apegado y había que ser valiente para romper las reglas. No todos los tiempos son favorables para la tolerancia. Como dice la voz narradora: “la intransigencia aniquila a los distintos”.
El Real Casino de Murcia es uno de los lugares emblemáticos de su novela.
Estamos en la Murcia que se une al progreso, con los primeros automóviles y los comienzos de la luz eléctrica. Yo tenía mis recuerdos de niña, cuando acompaña a mi padre, de su ambiente liberal y sus tertulias, y no podía faltar su mención.